Hay ciertos temas que entrañan una importante dosis de sensibilidad humana, que tocan fibras por las cuales reaccionamos casi de inmediato, como son los que se refieren a los derechos de niños y jóvenes. Pero no es raro en la historia –tanto de Venezuela como del mundo–, que una idea bienintencionada o con un origen loable, tenga una aplicación estéril e incluso contraproducente.
Casi inmediatamente, tras la declaración del «estado de alarma» en Venezuela, el Ministerio de Educación empezó a aplicar lo que dio en llamar «Plan pedagógico de prevención y protección "Cada familia una escuela"», y a mediados de la primera quincena de abril buscaron legitimarlo a través de una consulta-referendo.
Un objetivo central enunciado era: «continuar y culminar el año escolar 2019-2020 con la modalidad de educación a distancia», para los diversos niveles y modalidades del sistema educativo, es decir, los niveles inicial, primaria, media general y técnica, y las modalidades especial, intercultural bilingüe, y de jóvenes y adultos.
En esos días, entre otros, leí con mucho interés el artículo «¿En Venezuela se puede dar educación a distancia?» (https://www.facebook.com/wladimir.abreu.56/posts/3605005896182579), cuyo análisis recomiendo ampliamente, porque evidencia una extensa franja de hogares sin acceso a internet ni a equipos de computación, y que quienes cuentan con esas dos condiciones sufren de la pésima calidad del servicio y de la conectividad a internet.
El pasado 13 de abril, por Venezolana de Televisión (VTV), pude seguir una de estas «clases», dedicada a los estudiantes de educación media (de 1er a 5to año), y francamente quedé preocupado –por no decir que alarmado–. Pero ruego, a quien ya haya tenido la gentileza de llegar hasta esta parte del texto, que juzgue por sí mismo viendo el enlace del video oficial (https://www.youtube.com/watch?v=2A0BmBzCzEM&t=544s).
Sería un verdadero milagro si algún muchacho, en los 4 minutos que en promedio se le dedica a cada año, aprende algo de los temas planteados: Geografía, Historia y Ciudadanía; y Arte y Patrimonio; o con las denominadas «Actividades evaluativas».
Aunque sería injusto citar aquello de «para muestra un botón», porque también he podido ver algunas de estas sesiones televisivas, sobre todo las orientadas al nivel inicial, que muestran mejores elementos pedagógicos; pero, de entrada, a lo largo de estos días me surgieron ocho interrogantes:
1.- ¿Son clases con base en un pensum de estudio o meras campañas proselitistas sobre la gestión y políticas del gobierno?
2.- ¿Esos son los mejores pedagogos que tenemos?
3.- ¿En la carrera universitaria para dar clases no les enseñaron a evitar las muletillas («esteeee», «eeeeh», «¿Sí?»)?
4.- Tomando la experiencia del método de alfabetización «Yo sí puedo», aplicado en la Misión Robinson (2003) ¿cada video no debería elaborarse con los componentes de una producción audiovisual, con un guion y suficiente tiempo por tema y nivel?
5.- Si tanto se habla de nuevas metodologías educativas y de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) ¿por qué parece que a estas clases sólo les falta un pizarrón de tiza, y no se utilizan láminas y apoyos visuales digitales?
6.- ¿En alguno de los varios estados en los que son diarios los cortes de electricidad, realmente los jóvenes con un apagón perderían algún conocimiento impartido en estas clases?
7.- Ya desde hacía años era evidente la baja calidad educativa con la que se graduaban nuestros bachilleres, pero ¿estas clases no incrementan aún más esa preocupación?
8.- ¿No le queda a uno la amarga impresión de que los muchachos aprenderían más con documentales históricos, científicos y docentes que tanto abundan en canales nacionales e internacionales de internet y TV?
Los llamados a la defensa de la patria y de la soberanía, ante las agresiones del imperialismo, no pueden ser un discurso abstracto ni legitimador de todo lo que hace el gobierno. Defender y reivindicar la autodeterminación del pueblo venezolano, entre otros aspectos significa señalar los problemas, errores y deficiencias que tenemos a lo interno de nuestra sociedad.
Con toda claridad, en 1848, los fundadores del socialismo científico, en el mismo inicio del «Manifiesto del Partido Comunista», aseveraron: «es ya hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones»; y hacia el final del mismo documento reafirmaron: «Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones.»
Ya bastante embrutecedores, retrógrados y distorsionadores de la conciencia y de los valores ciudadanos son programas como «La Hojilla», «Con el Mazo Dando» o «Zurda Konducta», para que también ahora validemos una práctica que pretende mostrarse como otro supuesto «ejemplo para el mundo», pero cuyo saldo lo están empezando a pagar las jóvenes generaciones, y lo terminará pagando todo el país.
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