"Por el contrario, los autores que han escrito sobre la reforma educativa que llevó a la implantación de la matemática moderna en Venezuela (…….) han ignorado los aspectos antes señalados"
El viernes 4 de octubre de 1957 los estadounidenses descubrieron con perplejidad que la Unión Soviética había puesto un satélite en órbita. El semanario U.S. News & Report se preguntó inmediatamente: "¿Qué están haciendo mal las escuelas de los Estados Unidos?". Los autores del artículo sostenían que la escuela se había centrado tanto en la vida del alumno que había olvidado por completo las necesidades educativas de la nación. Se había dedicado a practicar actividades irrelevantes y esa era la razón de que el primer satélite llevase la etiqueta "Made in Russia". La revista Life dedicó también un amplio reportaje, publicado en cinco números sucesivos, al análisis de la "Crisis in Education". La guerra fría había llegado a las aulas.
Tal como se veía en la época, el reto que representaba el Sputnik para los norteamericanos era enorme. No se trataba de saber si los rusos eran capaces de hacer buenos cohetes, porque los americanos sabían perfectamente que ellos podían mejorar los suyos. Lo que de verdad les preocupaba era si la Unión Soviética les estaba lanzando un reto intelectual para el cual no sabían si estaban preparados. ¿Podía el régimen comunista desarrollar las capacidades intelectuales de su gente mejor que el sistema norteamericano? El reto del Sputnik era un reto pedagógico-político.
Dos años después del lanzamiento del Sputnik, el pedagogo de más renombre en los Estados Unidos era el almirante H. G. Rickover, padre del primer submarino nuclear norteamericano, gracias a un libro titulado Education and Freedom, en el que sostenía que había que reforzar con urgencia la primera línea de defensa del país, la educación. A la hora de buscar un responsable de lo sucedido, Rickover señaló a John Dewey. No fue el único. Dwight D. Eisenhower publicó en las páginas de Life una carta en la que animaba a "educadores, padres y alumnos" a reaccionar ante los defectos del sistema educativo abandonando "el camino que de la educación nacional ha estado siguiendo, a ciegas, a consecuencia de las enseñanzas de John Dewey". En poco tiempo, Dewey pasó a ser visto como el defensor de una pedagogía individualista que se preocupaba más de la felicidad del niño que de las necesidades políticas y culturales del país. Como reacción se impulsó la tecnología educativa de las programaciones y se fundó el American Curriculum Development Movement. Los contenidos, las programaciones, el orden expositivo aparecieron como prioridades de una pedagogía que se enfrentaba a un reto político. Rápidamente la «educación progresista» perdió el atractivo que la había caracterizado a principios de siglo. Como una consecuencia imprevista de este estado de cosas, Democracy and Education, es decir, la obra que había dejado atrás Experience and Education, se convirtió injustamente en el legado pedagógico de Dewey.
El gobierno asumió que la educación de la juventud era un asunto de Estado. Hasta ese momento los centros educativos estadounidenses se había centrado en producir miembros activos de la sociedad, pero nadie se había preocupado de enseñar álgebra a los niños. La revolución que se avecinó consistió, básicamente en introducir matemáticas, ciencia y tecnología en unos programas escolares muy cerrados. La National Defense Act aprobada en 1958 estableció una provisión multimillonaria para estimular a los alumnos a elegir estas materias.
Paradójicamente —¿cuántas veces hemos mentado ya las buenas intenciones pedagógicas?— el modelo escolar de matemáticas que se impuso fue el conocido como "New math", esa "matemática moderna" que entre nosotros se puso de moda a finales de la década de 1960. La paradoja en nuestro caso es mayor si consideramos que, cuando nosotros entronizamos la "matemática moderna", la "New math" ya había sido sustituida en los Estados Unidos por un nuevo movimiento didáctico que propugnaba la "vuelta a lo básico". Ahora andan propugnando un nuevo método conocido como "Whole math".
Si hemos de hacer caso del acta llamada A Nation At Risk, de 1983, las nuevas metodologías que pretendían combatir el "efecto Dewey" distaron mucho de ser un éxito. A Nation At Risk es la crónica del fracaso del sistema educativo norteamericano.
Durante la segunda mitad del siglo pasado todos los países occidentales se dedicaron con ahínco a buscar el método educativo que les asegurase el éxito. Lo hicieron con el convencimiento de que había un método en algún sitio que proporcionaría la vía directa al triunfo. Sólo en los últimos años hemos descubierto lo obvio: que lo que realmente marca las diferencias es la calidad del maestro. La escuela progresiva norteamericana tuvo éxito cuando algunos grandes maestros impulsaron experiencias ambiciosas, y fracasó cuando maestros mediocres tenían que seguir en sus clases un progresismo de manual. (CONTINUARÀ….).