La vida me colocó en primera fila de un histórico debate estudiantil, pero el debate no se dio. El sector universitario que lo había solicitado, luego de leer un documento en la Asamblea Nacional, hizo mutis por el foro. Por primera vez en la historia, el parlamento venezolano cedía sus espacios para que la juventud del país confrontara sus ideas e inquietudes. El grupo que protesta con todo el apoyo mediático del mundo jamás imaginado, dejó las sillas vacías.
Nunca generación alguna tuvo igual oportunidad en las luchas del movimiento estudiantil. En siglo XIX, los muchachos que protestaron contra Guzmán con obras humorísticas como la Delpinada fueron perseguidos y reprimidos. En la centuria del XX, la generación del 28 fue a parar al Castillo de Puerto Cabello. La de 1958 supo de los rigores del Cuartel San Carlos y de los Teatros de Operaciones (los tétricos TO). Los ucevistas de 1968, tiempos del Mayo Francés y la renovación académica, vimos nuestra universidad allanada por tanques militares por orden de uno de sus profesores, el ex presidente Rafael Caldera.
Hoy, bajo la revolución bolivariana, se entrega a los alumnos de las universidades privadas todos los espacios de la Asamblea Nacional y responden con un desplante que tuvo más pena que gloria. En cambio, los jóvenes que apoyan las transformaciones que se adelantan en el país, con agudo sentido de la historia, sí decidieron aprovechar la oportunidad. Hablaron, para decirlo con Violeta Parra, como pajarillos libertarios.
Ayer, en 1999, estuve en el poder legislativo como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente. En 2006 volví a su seno como diputado por Anzoátegui. Y debo confesar que el día más hermoso que he vivido en sus espacios fue este jueves 7 de junio de 2007. Más sublime incluso que el día que instalamos la Asamblea Constituyente en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela.
Los dirigentes universitarios de oposición ofrecieron sus razones para abandonar la sede del poder legislativo. Primero, no habrían solicitado un debate sino un derecho de palabra. Segundo, ignoraban y no se les informó
que el acto sería transmitido en cadena nacional de radio y televisión. Sin embargo, en mi poder obra copia fidedigna de la correspondencia que ellos enviaron a la presidenta de la Asamblea Nacional, diputada Cilia Flores, en la cual solicitan ser oídos.
Encabezado con sus nombres y apellidos, cédula de identidad, universidad a la que pertenecen y cargo que ocupan en los organismos estudiantiles, su escrito expresa textualmente en su ordinal primero: “Solicitamos asimismo que dicho debate sea difundido a través de todos los medios de comunicación públicos y privados”. Los jóvenes hacen esta solicitud invocando el artículo 58 de la Constitución Nacional.
Como se ve y lee, emplean la palabra “debate” y, a la vez, son ellos los que solicitan que el mismo sea transmitido “a través de todos los medios de comunicación públicos y privados”. No había otra manera de satisfacer y cumplir su solicitud, como en efecto se cumplió, sino a través de una cadena. De manera que serían otras razones y no las esgrimidas las que los llevaron a abandonar el debate solicitado.
Luego de escuchar a las muchachas y muchachos bolivarianos, alguien murmuró: “yo también me hubiera ido”. Para quienes como estudiantes fuimos reprimidos, perseguidos y vimos allanada nuestra universidad, recibir y ceder nuestros espacios a los universitarios de hoy, significó vivir un cúmulo de sentimientos indescriptibles. Por ello, de nuevo con Violeta Parra, damos gracias a la vida que en un solo día nos dio tanto.
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