Cada cierto tiempo surge la polémica por el cobro de matrículas en los institutos privados de educación. Entonces interviene el Estado para fijar límites a los aumentos o congelar las matrículas. Nunca hemos entendido por qué el Estado interviene en ese asunto, de esa manera y por qué la subvención.
Si el Estado venezolano es garantía de la educación pública y gratuita en escuelas, liceos y universidades ¿Por qué alimentar la contradicción entre educación pública y privada ¿Por qué mantenerla si eso es neoliberalismo puro? ¿Por qué no liberarla del patrocinio del Estado y que perviva por si sola?
Entonces ¿De que manera hacerlo? (1) Concentrar el mayor y mejor esfuerzo en elevar la calidad de la educación pública. (2) Quitar los subsidios a la educación privada y liberar matrículas y pensiones. ¿A cuánto asciende el desatino de la subvención a la educación privada? Nada menos que a 488 mil millones de bolívares anuales que, con toda seguridad, parecerá una miseria a la insaciable avaricia de los usufructuarios de esa millonada. ¡Chantaje!
La primera obligación del Estado consiste en atender a sus propios compromisos en educación, salud, en una palabra los servicios públicos que beneficien a toda la población. Si esos 488 mil millones de bolívares anuales se invirtieran en mejorar la calidad de las escuelas públicas, en su infraestructura, en elevar la calidad de la educación por el constante mejoramiento profesional, en laboratorios, bibliotecas, Internet, en garantizar el funcionamiento de comedores escolares para que el servicio no sea ocasional, ¿que sería de la educación privada? El Estado bajo ningún concepto debe promover con subvenciones la educación privada: fuente principal e instrumento de discriminación, distorsión social y alieneación mental. Es dormir con el enemigo. Con su actitud el Estado alimenta la contradicción entre educación privada y pública.
Si el Estado venezolano libera matrículas y pensiones, se quita de encima esa carga oficiosa de la educación privada que es una violación al Estado laico. Aquel que quiera tener a sus hijos en colegios privados y confesionales, pues que se pague el “gustito”, como el que va a un hotel “cinco estrellas”; pero, que no reclame por el costo de la matrícula, por cuanto en nuestro país la educación pública es gratuita. “¡Uy! ¡No! ahí estudia la chusma”. Esa exclamación se oye en las oficinas de altos funcionarios y “revolucionarios” de la administración pública, cuyos hijos estudian en institutos privados. ¡Paradójico! Pero es de allí de donde surge el reclamo por el aumento de la matrícula.
El doctor Juan Pablo Pérez Alfonso decía que el Estado no tiene porque financiar a empresarios privados. La educación privada es una actividad económica de empresarios privados al servicio de intereses que, para colmo, no son los supremos intereses del Estado revolucionario y socialista. El empresario privado debe buscar financiamiento en la banca privada. Lo revolucionario es que el Estado financie la empresa pública, la economía popular y la educación laica. La educación privada es “harina de otro costal”. Tovar, julio 2007
leonmoraria@cantv.net
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