Muchas de nuestras sociedades coloniales fueron sometidas al tremendo engaño de una falaz Independencia del yugo español, esto se tradujo en la atadura idiomática con cargo a la desaparición de nuestras propias lenguas adquiridas de milenios atrás. Nos dejó sus insanas instituciones municipales, sus mal hábitos ciudadanos, la propiedad estatal del subsuelo, etc., y con ello quedamos culturalmente atados, como en su época los romanos lo sufrieron con los griegos. Tal educación quedó sembrada y es la que ha desbrozado el camino a los neocolonizadores del Norte, Francia, Holanda, Italia y Alemania para la concerniente explotación o saqueo extranjero.
Ese paquete de educación española nos dependiza en los siguientes términos:
1. Con un idioma común queda facilitada la conquista, el dominio ideológico ejercido a través de toda la literatura artística, científica y geohistoriográfica. Los idiomas son a la dominación lo que el dinero es al mercado. Hasta los analfabetos españoles de la península hablan mejor el español que los mejores educados de nuestro país. Desde esta óptica, Andrés Bello nos luce más proclive a la dependencia que la independencia. Por algo entregaría lo mejor de sí a países extraños.
2. En nuestro país se da el contradictorio caso de una Alcaldía autónoma hasta para decidir cuales y de cuánto serán sus ingresos, además de recibir del Estado el llamado Situado Constitucional; toda una aberración constitucional, frente a los organismos estaduales que ahora supuestamente eligen sus gobernantes con plena autonomía, pero siguen dependiendo aún de asignaciones estatales; a lo sumo, disponen de timoratos impuestos sobre timbre fiscal y demás nimiedades, salvedad hecha de los pocos estados dotados de puertos marinos o fluviales, o de tremendas autopistas costeadas por el Estado.
3. El maltrato esclavista que sufrieron los trabajadores de la colonia española privó hasta comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, y semejante modo de vida fue tan opresivo y súbitamente cortado que en Venezuela decir trabajo s decir esclavitud, y decir abolición de esta es decir derecho al ocio y desprecio al trabajo, y
4. La propiedad estatal de los recursos meineropetroleros del subsuelo representan el más claro ejemplo de la continuidad explotatoria y dependentista. Resulta obvio que es mucho más fácil sobornar gobernantes que comprar miríadas de pequeños y medianos propietarios privados, si en nuestro país rigiera la propiedad privada sobre el subsuelo. El país que siempre se ha llevado la mejor parte de nuestros recursos, EE UU, ha cuidado mucho de que en su Constitución rija propiedad privada sobre el petróleo, y que en nuestro país rija la propiedad sobornable estatal. Que estos recursos del subsuelo sean del soberano pueblo queda sujeto en todo momento a la calidad humana del gobernante de turno, unas personas que de partida son perfectamente controlables por los poderosos del exterior. Ese es el punto.
Sobre esas bases ya marcadamente inconvenientes, el Estado venezolano optó por la masificación de la Educación. Y esto no sería malo desde el punto de vista sociológico, por el contrario viene luciendo como una gran conquista democrática, pero no ha pasado de ser más que una bandera política y una forma de saquear legalmente el Erario Público. Para nadie es un secreto la pésima educación nacional, sus descontrolado y antieconómico gasto, susceptible de las más oprobiosas corrupciones, como recientemente lo puso en evidencia en Venezuela su Ministerio de Educación Superior .
Dejamos a salvo a aquellos pocos ciudadanos que por naturaleza propia han logrado destacarse y sobreponerse al esquema de opresión y de dependencia que nuestro sistema educativo engendra. El caso es que esta pésima educación venezolana se manifiesta cuando damos Educación Primaria obligatoria a unos alumnos que desembocan linealmente en liceos para recibir Educación Secundaria, y desde esta y no menos linealmente, saltar a cómo dé lugar a la Educación Superior, con lo cual el país no hace la debida selección de sus ciudadanos, habida cuenta de que es falso de toda falsedad que todos los ciudadanos están vocacionalmente dotados para ser profesionales universitarios. Sólo las retorcidas mentes del populismo dependentista aplauden semejante política, cuando se nos vende como un gran logro democrático que todos sin excepción (con inclusión de gafos y tarados) reciban gratis educación desde preescolar hasta postgrado.
Esta continuada dependencia cultural se inicia sistemáticamente desde los primeros años de Bachillerato cuando a alumnado de se enseña una Historia Universal de conquistadores y colonizadores europeos y asiáticos. Los docentes son obligados a la magnificación de las Artes grecorromanas y a la preparación de ciudadanos quienes admiraran primero la cultura y los logros de otros países y conserven al máximo una crasa ignorancia sobre los valores patrios y americanos.
Pero, lo más significativamente dañino de esta educación sistemática que arranca desde la preniñez es que estamos aislando a nuestros niños de la realidad vigente e inmediata. La Educación sistemática dirigida, de aula, está diseñada para separar a las personas de la realidad circundante, y así el niño comienza a experimentar en un mundo estrictamente teorético que lo incapacita para irse compenetrando con su entorno. Digamos que estamos formando a un ciudadano que llega a la adultez cargado de un mundo informativo imaginario e intangible sistemáticamente inculcado en escuelas, liceos y universidades, que no guarda relación alguna con la realidad propiamente dicha, a diferencia de los analfabetos que van recibiendo toda la experiencia que la naturaleza le va brindando acompasadamente en la justa medida y que va madurando con los años de relación práctica. No justificamos la analfetitud, pero tampoco la administración actual de la Educación escolar y universitaria.
De resultas, podemos afirmar que la educación sistemática está invirtiendo la formación ciudadana, está formando a unas personas cargadas de información imaginaria vertida en libros producto de experiencias de terceros, y con ello sujetado ideológicamente a los intereses extranjeros de los que supuestamente se independizó.