En la Ley de Educación - que recién entra en vigencia - se reivindica el laicismo como doctrina que defiende de la influencia eclesiástica o religiosa, la independencia del hombre, de la sociedad y particularmente del Estado. El laicismo es la separación de de la religión y el Estado.
El laicismo es una de las mayores conquistas en pro de la libertad de conciencia y los derechos humanos, de la tolerancia y la democracia, frente a las Iglesias, pilares ideológicos del sistema capitalista. Allí donde prevalece el fundamentalismo religioso están ausentes la democracia y los derechos humanos, en especial los derechos de las mujeres, por cuanto todas las religiones son misóginas.
Al laicismo se le puede entender en tres dimensiones. Primera, el aspecto jurídico: separación de la Iglesia y el Estado. Segunda, el aspecto humano, que garantiza la libertad de conciencia. Tercera, el aspecto social e ideológico, en donde lo religioso sale del espacio público para ocupar el espacio privado. En nuestras repúblicas el laicismo ha permanecido en el texto constitucional como adorno.
Existe una relación directa entre las personas alienadas por la religión y las personas marginadas de la lucha social. ¡Para qué luchar si todo viene de dios! En nuestro país no se efectúa acto cívico alguno sin la presencia clerical. Ni alcaldes ni concejales respetan la separación de la Iglesia y el Estado laico. Crucifijos e iconos en los hospitales, en las escuelas; curas y misas en la televisión del Estado, considerada instrumento educativo en la nueva Ley. El presidente de la República invoca siempre al Cristo, en su discurso político, lo cual es violatorio del laicismo del Estado. La religión pertenece al fuero interno del individuo y tiene sus templos, sitios o lugares para pregonarla. Como presidente de todos los venezolanos, de los creyentes como de los no creyentes, no tiene porque pregonar su creencia religiosa, y menos aún valido de su posición de primer magistrado nacional. ¡Es una falta de respeto! La prohibición de la enseñanza de la religión en las escuelas públicas, debe comenzar por el Presidente de la República, como primer maestro de la gran aula nacional. Hay que ponerle fin a 500 años de ideologización.
La religión no debe figurar en el currículo escolar. Ninguna simbología religiosa debe tener presencia institucional en los centros escolares ni locales u oficinas públicas. El dinero público no debe subvencionar el adoctrinamiento e ideologización religiosa. El Estado laico no debe financiar iglesia alguna ni la educación que imparten. Si existe la escuela pública, gratuita, el Estado laico debe concentrar en ella todo su empeño, para el óptimo mejoramiento y rendimiento. El financiamiento que entrega a la educación privada y confesional, debe ir a la educación pública. (Son inadmisibles las fallas en: comedores escolares, edificaciones, material de apoyo docente, etc.) La educación privada, como empresa económica o confesional, debe financiarse por sus propios medios. El gobierno no debe interferir en la fijación de matrículas y pensiones que dispongan cobrar las empresas privadas y confesionales de educación. Darles absoluta libertad para fijar sus matrículas y pensiones, como la tiene un hotel cinco estrellas para fijar sus tarifas. Si el Estado garantiza la educación gratuita, allá el que quiera ir a la educación privada y pagar como en un hotel cinco estrellas. Ese “gusto”, el gobierno no debe quitárselo a ningún burgués o algún burócrata que quiera tenerlo. Cómo es posible que luego de diez años de la Revolución Bolivariana, todavía el Estado, que desde hace más de cien años se proclama laico, financia la educación privada y confesional.
leonmoraria@cantv.net
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