Mucho se ha estado hablando en los últimos días de la electricidad. Y lo curioso del caso es que quienes más escandalizan en torno de este tema son los políticos, es decir, quienes precisamente en el pasado más contribuyeron a la debacle del sector. Por eso, haciéndose los locos aparecen todos los días en televisión opinando cínicamente sobre el particular. Lo que desde luego no quiere decir que les preocupe que las personas paguen mucho o poco por la energía eléctrica que consumen. Sobre esto estamos demasiado escaldados como para no saber que cuando los políticos denuncian la existencia de un problema, no es porque les interese la solución del mismo, sino porque piensan que ello les podría ayudar a incrementar el apoyo político de la gente. Faltaría saber si estando en sus manos la solución de los problemas procederían a resolverlos. La experiencia acumulada durante los últimos 40 años nos indica lo contrario, es decir, que más bien contribuirían a agravarlos.
En la actualidad estos mismos personajes se desgañitan achacándole al gobierno de Chávez la responsabilidad de las altas tarifas eléctricas. Sin negar que estas tarifas sean relativamente elevadas y que a muchas familias se les hace materialmente imposible pagarlas, sin embargo, es una deshonesta deformación de los hechos atribuirle al actual gobierno este problema. Entre otras cosas, porque a partir del nefasto Viernes negro copeyano, cuando comenzó el vía crucis de este país, las tarifas eléctricas no han cesado un solo instante de aumentar. Y no únicamente debido a las constantes devaluaciones que ha sufrido el bolívar, sino también a causa de lo siguiente:
En 1992, Carlos Andrés Pérez, abandonando los pujos de “socialista democrático”, con los cuales quería fanfarronear de progresista y demócrata, decidió alistarse en la onda de la “globalización neoliberal”. Corriente del pensamiento económico que además de postular la apertura indiscriminada de los puertos y las aduanas, se basa también en la venta o privatización de todas las empresas del estado. De esta nefasta política no se salvaba ni Pdvsa, empresa a la que se trató de arruinar financieramente para justificar su entrega a los consorcios extranjeros. En efecto, bajo la consigna de su presidente, Andrés Sosa Pietri, quien había declarado que la política comercial de la industria “no era vender más caro el petróleo sino más barato” (vaya marchante), se endeudó la empresa en más de 6 mil millones de dólares. Y se hizo precisamente para reactivar unos campos que, por improductivos y estériles, habían sido abandonados por las antiguas concesionarias.
Luego, continuando con esta antinacional política de quebrar la industria para después privatizarla, le tocó el turno a la Cantv. Empresa que no sólo era altamente rentable sino que, además, antes de que se decidiera su venta, también era más o menos aceptable. Y en cuanto a las tarifas, baste recordar que la renta básica apenas alcanzaba a los 30 bolívares mensuales.
Y así llegamos a las empresas eléctricas. En ese mismo año del 92, CAP hizo aprobar por el Congreso una ley mediante la cual se suspendían indefinidamente las inversiones en el sector el eléctrico. Él, en infame contubernio con los inversionistas extranjeros, pensaba vender esa industria al menor precio posible. Sin embargo para suerte nuestra no tuvo tiempo de hacerlo. Tuvimos suerte, pero parcial, pues ese intento de privatización contribuyó tanto al deterioro de las instalaciones, que hoy el país produce a muy elevado costo apenas la tercera parte de la electricidad que necesitamos. Para solucionar este enorme déficit, el gobierno actual construye en Guayana dos nuevas centrales eléctricas.
En vista de la inusitada actualidad que ha cobrado este artículo, publicado en Panorama el 10-8-2002, hemos creído conveniente darlo a conocer de nuevo. alfredoschmilinsky@hotmail.com
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