Porque ¿qué
otra cosa distinta a los continuos apagones se podría esperar de una
empresa que, como lo dijera Rodríguez Araque en una entrevista en Dando
y Dando, no recauda por concepto del cobro del servicio ni siquiera
el 50 por ciento de la nómina laboral? Al respecto cabría la siguiente
pregunta: ¿si Corpoelec no dispone ni de los recursos financieros necesarios
para pagarle a sus trabajadores, entonces con qué medios económicos
podría adquirir los equipos que garanticen la prestación de un servicio
estable, confiable y eficiente? No podría, a menos que se endeude el
país –como se está haciendo en estos momentos- en niveles que podrían
convertirnos en poco tiempo en una nación insolvente, con todas las
nefastas consecuencias que una situación así implica.
Ahora, para cerrar este comentario:
¿Cuál sería la solución que se le podría dar a esta insostenible
situación que tiene todos los aspectos de un laberinto tan enrevesado
como el de Creta? Hay sólo dos: la primera, aumentar significativamente
las tarifa eléctricas, lo que originaría una protesta masiva de la
población. Dos, eliminar el Control Obrero y racionalizar los sueldos
y salarios. El problema es que los trabajadores recurrirían a todas
las forma de lucha, incluyendo los paros y hasta al sabotaje, para hacer
desistir al gobierno de esta solución.
Maravillas de la improvisación
y el obrerismo en función de gobierno.
*Si por algo se
caracteriza la época que estamos viviendo es por la inestabilidad y
los cambios. Hoy nada es tan inseguro que la propia seguridad, la seguridad
y permanencia de las cosas que existen. Por eso las cosas que en estos
momentos son de una manera, mañana podrían ser de otra. De allí la
conveniencia de extremar la cautela a la hora de tomar decisiones a
mediano y largo plazo. Entre otros motivos, porque no se sabe si las
circunstancias que nos sirvieron de base para tomar dichas decisiones
podrían cambiar en un lapso relativamente breve, y de favorables que
antes eran, de repente podrían cambiar y tornarse contrarias y desfavorables
para los planes que habíamos elaborado.
Lo dicho es particularmente
válido para los países que dependen de la comercialización de un
solo producto de exportación. En este sentido, una de las cosas que
más están sujetas a la incertidumbre es la actividad petrolera mundial.
Hasta este instante, afortunadamente, la OPEP ha permanecido unida,
lo cual ha permitido que los precios del crudo se hayan incrementado
a niveles razonablemente moderados. Sin embargo, como se sabe, el mundo
musulmán, al cual pertenecen un número importante de países miembros
de la OPEP, se ha convulsionado y, junto con la criminal invasión a
Libia por parte de las grandes potencias, ponen un inquietante signo
de interrogación sobre el destino del cártel petrolero.
Las interrogantes
sobre estos hechos son en esencia las siguientes: ¿se mantendrán firmes
los integrantes de la OPEP, que están siendo sometidos a fuertes presiones
para que desconozcan el sistema de cuotas y aumenten la producción,
en la defensa de los precios del petróleo? ¿Y en el caso de que Kadafi
tenga que abandonar el gobierno, el que lo sustituya continuará formando
parte de la organización? Si no lo hace, si se retira y se pone a producir
por encima de las cuotas, es muy probable que se desate una guerra de
precios, con el consiguiente deterioro de los mismos.
Como se ve, el
tema del endeudamiento va mucho más allá de las consideraciones
exclusivamente técnicas. También se encuentra influenciado por factores
políticos que están muy fuera de nuestro alcance controlar.
Con motivo de
estas reflexiones, le envié un texto a la página del Correo del
Orinoco en el cual comentaba unas declaraciones del Vice-persidente
Jaua:
Los funcionarios
del alto gobierno tratan de justificar sus decisiones en materia económica,
por descabelladas que sean, y tal vez por eso mismo, apelando siempre
al término “social”, una especie de conjuro con el cual intentan
proteger del mal de ojo y de otros maleficios las acciones económicas
a tomar. Es decir, que lo social lo justificaría todo, incluso el desmadre
de nuestro proceso económico. En este caso, el vice-presidente Elías
Jaua, para no perder la costumbre, apela de nuevo a este y manido recurso
retórico, a este especie de “abracadabra” o comodín, que además
de santificar todas las decisiones que en relación con el tema mencionado
se tomaran, lo utilizan para invalidar las opiniones en contra de sus
proyectos. En efecto, el alto funcionario afirma que el nuevo endeudamiento
es necesario para impulsar los programas “sociales”. Y yo pregunto:
¿quiénes serían las víctimas en el caso de que debido a estos desmesurados
endeudamientos colapsara la economía nacional? ¿No serían, precisamente,
los mismos sectores a los que paradójicamente se tratarían de beneficiar?