Zumaque: esperanza o maldición del petróleo en Venezuela

“El petróleo, como Dios, está en todas partes a todo momento aunque no se le puede ver”, nos dice el cineasta venezolano Marc Villá en el documental Venezuela Petroleum Company, patrocinado por la Villa del Cine.

Con esta frase se pudiera resumir lo que ha sido el petróleo para la conformación de la estructura económica y social de Venezuela y el imaginario social del venezolano, sobre todo cuando este miércoles 31 de julio celebramos los 99 años de la explotación del primer pozo comercial del país, el Zumaque 1, ubicado en el municipio Baralt del occidental estado Zulia.

Con Venezuela Petroleum Company encontramos reflexiones en torno a los  episodios que hemos vivido como país productor y exportador de petróleo desde la dictadura de Juan Vicente Gómez (principios de siglo XX) hasta el sabotaje petrolero sufrido por la Revolución Bolivariana en diciembre de 2002.

El Estado nacional

Con la explotación de hidrocarburos durante la dictadura de Juan Vicente Gómez se inició lo que algunos sociólogos e historiadores llaman la “era petrolera en Venezuela”, pero además se consiguió la organización de una incipiente administración pública, la hacienda pública y un Estado nacional que acabaría con las guerras intestinas y el caudillismo, gracias a los ingresos por impuesto de producción de petróleo destinados a crear carreteras y vías de transporte y modernizar e institucionalizar al ejército, controlado y centralizado por Gómez durante 26 años de sangrienta tiranía.

Por otro lado el petróleo explotado desde 1914 significó la conformación de una nueva estructura económica y social en Venezuela, que en pocos años colocó al país como segundo productor exportador después de Rusia (década de 1920), con una balanza económica negativa para 1926, como nos señalara Salvador de la Plaza: las importaciones en diez años habían subido 350 millones de bolívares mientras que se registró una exportación de 95 millones de bolívares, cuando en 1916 se registraba en 125 millones.

También implicó migraciones del campo a las zonas petroleras (Zulia principalmente) y la conformación de pequeñas ciudades, con la consecuente desruralización del campo y consolidación de un modelo económico dependiente de la renta petrolera y de una burguesía parasitaria que se apropió de esta renta hasta nuestros días para funcionar como clases dominantes importadoras de mercancías que no serían capaces de producir ni un tornillo.

Injerencia social y cultural

Pero también una injerencia desde el punto de vista social y cultural, como reflexiona la socióloga Esther Macías en el documental citado. El impacto que ha tenido la extracción de hidrocarburos va más allá de lo comercial

El carácter explotador de la extracción de hidrocarburos impuso una visión del mundo en los denominados campos petroleros: se creaban urbanismos exclusivos para los gerentes o trabajadores extranjeros y campos de concentración para los obreros venezolanos. Era una división de clase, en todo caso.

Esto fue lo que alimentó la lucha de clases de las décadas del 20, 30, contra la tiranía de Gómez y el gobierno del general López Contreras (1936) y contra el puntofijismo entre 1960 y 1980, que a final de cuentas terminó por controlar los sindicatos y toda forma de protesta y reivindicación.

Esta visión del mundo, estratificada, fue promovida por la fuerza del capital transnacional. El supuesto bienestar generado dentro de los campos petroleros, hasta hace pocos años, no fue más que una estrategia de desmovilización de la clase obrera petrolera para que el modelo extractivista petrolero se consolidara.

¿Cómo olvidar que con la explotación petrolera los pueblos de la Costa Oriental del Zulia se registraron altos índices de niños nacidos con hidrocefalia, después de Brasil y Texas, producto del uso indiscriminado de azufre para la inyección de los pozos? ¿Cómo olvidar que alrededor de los campos petroleros se desarrollaron los cordones de miserias más inhumanos de toda América Latina?

Un siglo de intervenciones, un siglo de saqueo

La historia política y económica de Venezuela estuvo y ha estado signada por el uso y explotación del petróleo desde Cipriano Castro (1902) hasta Hugo Chávez Frías (1998).

A grande rasgos debemos señalar que el derrocamiento del gobierno de Cipriano Castro, la imposición de la feroz dictadura de Juan Vicente Gómez, el Golpe de Estado contra el presidente Medina Angarita, tienen que ver con el petróleo; también existe una influencia directa en la dictadura de Pérez Jiménez, la violencia del período del Pacto de Punto Fijo, y el advenimiento de la Revolución Bolivariana con el Golpe de Estado del 11 de abril (2002) y el Sabotaje Petrolero (entre diciembre de 2001 y enero de 2002).

La actividad económica petrolera supone entonces una confrontación internacional entre el interés de los países consumidores y el de los productores de petróleo, cuya mayoría integra la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Recientemente la invasión a Irak y la agresión militar contra el gobierno de Libia confirmó esta hipótesis frontera afuera, sin mencionar los intentos de desestabilización contra Siria, Irán. En Venezuela, las intervenciones militares o políticas diplomáticas han sido marcadas por contextos particulares.

En el caso de Cipriano Castro, conocido como el “Cabito”, el historiador Manuel Caballero en el libro La crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992), señaló que se enfrentó más a corporaciones industriales que a gobiernos extranjeros, debido al poder político económico que el capital internacional manejaba desde entonces.

Busquemos el origen de la intervención contra Castro. Durante el gobierno de Antonio Guzmán Blanco, el general Manuel Antonio Matos, defensor de la nueva burguesía, se convirtió en banquero y en una de las figuras más poderosas de Venezuela gracias a los vicios y corrupción del guzmancismo.

En 1901, Matos se alió a la empresa estadounidense The General Asplhalt Company y “con ciertos sectores resentidos de la oligarquía comercial caraqueña y los desplazados caudillos liberales” impulsaron la llamada Revolución Libertadora contra Cipriano Castro, como narra el historiador Emilio Pacheco en su ensayo De Castro a López Contreras...

El hecho es que Castro revocó la concesión de la mina de asfalto La felicidad a The General Asplhalt Company, y la transnacional intentó cobrar la medida con una intervención militar, como agregó el historiador Nikita Harwich Vallenilla en Asfalto y revolución: la New York and Bermúdez Company.

En represalia con Cipriano Castro la transnacional entregó un cheque por cien mil dólares a Manuel Antonio Matos, dinero con el cual el general compró el barco Ban Righ para asediar las costas venezolanas. 

En resumen eso fue lo que sucedió con la denominada Revolución Libertadora de 1902, liderada por Manuel Antonio Matos. Intereses extranjeros, aliados con los nacionales (de la burguesía), intentaron desestabilizar el país para controlar la explotación de sus recursos naturales.

Sin embargo de manera sincrónica otro hecho marcó pauta en la historia nacional durante el gobierno de Cipriano Castro: Otro asedio se suscitó en las costas venezolanas en 1902; esta vez protagonizado por Inglaterra y Alemania, países que pretendían cobrar por la fuerza las deudas contraídas por Venezuela durante las últimas décadas del siglo XIX, sobre todo por el denominado guzmancismo.

Para evitar una confrontación con Inglaterra y Alemania, Cipriano Castro solicitó la intervención del ministro del gobierno de Estados Unidos, mister H. Bowen, quien después de lograr que las partes involucradas en el conflicto llegasen a un acuerdo.

La historia mundial ha demostrado que desde el nacimiento del imperio estadounidense hasta nuestros días ningún acto por parte de los gobiernos yanquis es fortuito o altruista: Bowen pretendió cobrar el favor al pedirle al Gobierno de Castro la restitución de los derechos de The General Asphalt Company.

Citemos de nuevo a Emilio Pacheco para aclarar el asunto. Pacheco indica en el ensayo De Castro a López Contreras... que otras solicitudes sobre minería en Venezuela estaban pendientes durante la administración de Cipriano Castro y éstas, a nuestro juicio, pudiesen ser el aderezo de la intervención yanqui en Venezuela. Por un lado la reclamación de la Orinoco Company (EE. UU.) por la explotación del Delta del Orinoco; y por el otro la de la empresa The Unites States and Venezuela Company sobre las minas de Inciarte en el Zulia.

Es decir, contra Cipriano Castro se conjugaron todos los intereses económicos, sobre todo mineros, tanto de la pequeña burguesía nacional como de las recién fundadas transnacionales gringas.

Recordemos además que la conspiración contra Cipriano Castro se dio precisamente cuando los países de Europa y los Estados Unidos comenzaron a sustituir el uso del carbón como combustible de los buques por el petróleo, es decir, justo al mismo tiempo que en Venezuela el petróleo se asomaba como el recurso del futuro. Las transnacionales necesitaban explotar y controlar la futura producción petrolera y los recursos mineros en general, razón principal para conspirar contra el Cabito.

Mantener el orden

La intervención estadounidense, dijimos con anterioridad, ha sido política diplomática y militar. Pero se ha dado por dos vías: Para derrocar un gobierno –legítimo o no- que no le sirve a sus intereses, o bien para imponer un figurín como los llamaría Julius Fucik.

El caso de la elección de Eleazar López Contreras como sucesor de Juan Vicente Gómez, a mediados de la década de 1930, también privó la sed de dominación yanqui sobre Venezuela porque López Contreras era considerado un hombre de estatus social, culto, con renombre por haber participado junto con Cipriano Castro en la campaña de 1899 para conquistar el poder; también había ganado el cargo de ministro de Guerra y Marina con Juan Vicente Gómez.

Es decir, López Contreras a la luz de la opinión pública y de los incipientes sectores políticos de oposición, del sector militar que recién se había formado como institución de Estado –recordemos que Castro fue el impulsor de esta modernización y Gómez el ejecutor-; por lo tanto, para Estados Unidos, López Contreras era el hombre que representaba la transición política en Venezuela y la estabilidad en plena explotación petrolera.

La misma lógica de intervención y dominación del escenario político nacional por parte de Estados Unidos, influiría en el contexto de la aprobación de la Ley de Hidrocarburos de 1942, durante el gobierno del general Isaías Medina Angarita.

Isaías Medina Angarita no fue menos osado que Cipriano Castro. En plena Guerra Mundial, Medina amenazó a los Estados Unidos con cortarle el suministro de combustible además se negó a declararle la guerra a los considerados países del eje del mal; legalizó también el Partido Comunista de Venezuela y restableció relaciones diplomáticas con la Unión de Repúblicas Socialistas del Soviet (URSS).

Estas fueron las diferencias fundamentales entre Medina Angarita y los Estados Unidos; el móvil para que se ejecutase el golpe de Estado de octubre de 1945.

Arturo Úslar Pietri, quien fuera Secretario de la Presidencia durante el gobierno de Medina Angarita, sin embargo, razonó de otra manera. Para el escritor el golpe de Marcos Pérez Jiménez contra el general Medina Angarita fue por circunstancias internas de orden militar, institucional y generacional entre militares, sumadas a las ambiciones y el oportunismo de los dirigentes principales de Acción Democrática (AD).

Los dirigentes de AD aunque coincidieron con todos los partidos para apoyar la candidatura del doctor Diógenes Escalante, se mantuvieron con intereses  propios y desleales hasta colarse con los golpistas de octubre de 1945 y lograr la oportunidad para llegar al poder.

El golpe de Estado contra Rómulo Gallegos, en 1948, también estuvo relacionado con el petróleo, como declaró el propio Gallegos en su exilio en México (1949). A pesar de ser apoyado por Acción Democrática, Gallegos no tenía en su agenda doblegarse a los intereses de Estados Unidos al menos en material petrolera. 

Estos antecedentes, sumados a la política de privatización de PDVSA, llevada a cabo desde su creación en 1976, pasando por la internacionalización de la estatal petrolera en la década de 1980 y la Apertura Petrolera de los noventas (periodo en el cual se entregaron los recursos venezolanos a las transnacionales), confirman la tesis de que las intervenciones militares y políticas durante el siglo pasado y parte de éste estuvieron relacionadas con el tema petrolero.

Fue la misma experiencia del 11 de abril y diciembre de 2002, cuando la meritocracia de PDVSA, aupada por agentes extranjeros como la empresa Intesa y la embajada de Estados Unidos, provocó un golpe de Estado contra el Comandante Hugo Chávez, sobre todo contra la recién aprobada Ley de Hidrocarburos de 2001.

Soberanía Petrolera

Como en el Monólogo del Bonsái, escrito por el periodista y poeta venezolano Aníbal Nazoa, después de Fidel Castro y la Revolución Cubana, se levantó en América otra esperanza para los pueblos que rompió con las limitaciones e imposiciones del capital financiero internacional y del imperialismo: el levantamiento militar del Comandante Hugo Chávez quien alimentó el bonsái hasta hacer de él un árbol robusto y en crecimiento.

Cuando llegamos al poder en 1999 Chávez logró relanzar la OPEP y mantener unos precios de petróleo justos; además promulgó una nueva ley de Hidrocarburos que le permitía al Estado controlar las inversiones extranjeras en el país dejando al Estado como el accionista mayoritario de cualquier actividad extractiva petrolera; crear espacios como el Alba, Petrocaribe, Celag y Unasur.

Es decir, contribuir con la unión de lo que Álvaro García Linera denomina Estado Continente de América.

Pero la redimensión real del tema petrolero en la Revolución Venezolana se dio por la política de soberanía petrolera promovida por el Comandante: logramos redistribuir la renta petrolera para el sector social: vivienda, salud, educación, alimentos.

La tarea pendiente, como nos señala permanentemente Toby Valderrama en el Grano de Maíz, está en terminar de romper con las relaciones sociales de producción capitalista y avanzar hacia el socialismo, romper con la dependencia de la renta petrolera y evitar que la burguesía parasitaria siga apropiándose de ella para importar bienes que al final de cuentas lo que hace es alimentar el consumismo.

La tarea pendiente está en organizar una clase trabajadora capaz de entender el momento histórico que vivimos y avanzar hacia formas organizativas y de trabajo que nos permitan redimensionar la economía; y entender que el deber social está por encima de todo, que el crecimiento espiritual y moral está por encima de lo material. 

¡Hasta la Victoria Siempre!

traslashuellasdeamerica@gmail.com

Twitter: @patriadiversa



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