En una economía donde el trasporte de bienes y servicios se mueve sobre cuatro ruedas, el tema de la gasolina no deja de tener capital importancia. Y tal como están las cosas, que mono no carga a su hijo, uno se pregunta, si en verdad valdría la pena buscar más riesgos que los que enfrentamos en esta difícil hora de transición al “ punto del no retorno”. Y debería llamarnos a reflexión, el hecho de precipitar una medida fiscal que tape el déficit, porque es publico y notorio que todavía no hemos podido pacificar el país, mientras que siguen vivitas y coleando las amenazas de un recrudecimiento de las guarimbas y barricadas.
Y como guerra avisada no mata soldado, no está de más que el Presidente Maduro, pensara dos veces la decisión de aumentar la gasolina, antes que precipitarse por aceptar a raja tabla el criterio economicista, con lo cual quedaría expuesto a pisar concha de mango. O acaso se estará pensando en resolver los problemas mediante el uso de los nuevos equipos anti motín que adquirió la Guardia Nacional. De ser así, en dónde quedarían esos derechos humanos que tanto proclamamos con ardorosa pasión. En pocas palabras, mucho que perder y poco que ganar, con una decisión apresurada sobre una materia altamente inflamable. ¿O no?
Recuérdese que por acatar la receta leonina del FMI y el Banco Mundial, a Carlos Andrés Pérez lo empujaron a un callejón sin salida, originándole consecuencias fatales como El Caracazo, acontecimiento que no tardaría en crear las condiciones para que Hugo Chávez intentara por vía extraordinaria, ponerle fin al vetusto drama republicano del puntofijismo. Fue así como aquel “por ahora”, no tardaría en provocar el nacimiento de un nuevo ciclo histórico, pues por algo dicen que no hay enemigo chiquito, ni cuándo y por dónde salta la liebre.
Aunque nunca falten esos sesudos sabiondos que seguramente argumentaran que las circunstancias y los personajes actuales no son los mismos de aquella época, sin embargo, advertimos que cuando CAP, los partidos tradicionales y el Departamento de Estado norteamericano, no estaban tan rabiosamente interesados en exterminar en ciclo de la historia que venia rigiendo desde enero de 1958. Por el contrario, hoy hasta las piedras están enteradas que el imperialismo y sus lacayos criollos, son capaces de pactar hasta con el diablo, con tal de sacar de circulación la revolución bolivariana. Y como al buen entendedor pocas palabras bastan, solo nos resta recordar a Chávez cuando dice: El que tenga ojo que vea y el que tenga oídos que oiga. Qué tal.