El Presidente Nicolás Maduro anunció un Golpe de Timón en la industria petrolera, con la clase trabajadora, para la “reestructuración absoluta” de PDVSA.
“Un golpe de timón”, con el fin de “vencer la corrupción y la burocracia”.
“Para que la clase obrera pase al mando de PDVSA a todo nivel y haya un profundo proceso de transformación socialista, productiva, profundamente humana”.
Esto sería un segundo golpe de timón.
El primero fue hace trece años; a raíz del sabotaje petroleros, cuando los trabajadores y trabajadoras patriotas que se quedaron en la industria y los que voluntariamente de otras áreas productivas sumaron sus experiencias y voluntades, logrando el milagro de arrancar la industria y levantar en tiempo record las operaciones al nivel que exigían los compromisos de la nación.
Pero lamentablemente al normalizarse la producción; ingresó una camada de tecnócratas sustentando la misma normativa corporativa de la PDVSA que fragmentó, estigmatizó y desclasó a una gran masa de asalariados petroleros que se creyeron una aristocracia, sin sentido de patria, que llegaron al extremo de decir con petulancia “somos trabajadores de una empresa de primera en un país de tercera”.
Esos nuevos tecnócratas junto con algunos profesionales universitarios que jugaron un papel importante en la defensa de la industria, pero que ahora se acomodaban en posiciones de poder como si se tratara de una recompensa por lo favores prestados; todos ellos con la “la normativa corporativa” bajo el argumento de no tener el “nivel universitario” de “no alcázar el grupo que acreditaba tal posición” de “no tener background” fueron desplazando a los trabajadores que con experiencia y patriotismo asumieron brillantemente roles de dirección en esos duros momentos de la contingencia.
Y así parafraseando al comandante eterno, el pensamiento capitalista se metabolizó en la Nueva PDVSA haciendo girar el timón nuevamente a la derecha.
Hoy el presidente Maduro y el compañero de trabajo Eulogio Del Pino hablan de Golpe de Timón, contra la tecnocracia, la burocracia, la corrupción e ineficiencia pero aguas abajo, en las estructuras de dirección media y supervisora de la empresa, hay un silencio, el silencio del que teme perder lo que cree ser de su propiedad, aún desconociendo a nuestro libertador cuando dice "Los empleos públicos pertenecen al Estado; no son patrimonio de particulares. Ninguno que no tenga probidad, aptitudes y merecimientos es digno de ellos".
Pero no solo teme el que hizo del cargo su propiedad y su feudo, también teme el compatriota que aun siendo honesto, su formación convencional, de la vieja escuela burguesa le ha instaurado un software que le impide adentrarse conscientemente a la revolucionaria practica de la Gestión Directa y Democrática de la Dirección del Proceso Social de Trabajo por parte de la Clase Trabajadora, o entender la autoformación colectiva, integral, continua y permanente de los trabajadores y trabajadoras.
Una vieja escuela que por siglos nos programó para el estatus, la movilidad social, “el sueño americano” y para el dinero. Todo en contraposición al trabajo. No entendiendo que desde el primer ser humano, desde la primera hacha de piedra; el trabajo y el estudio es un todo colectivo que de manera dialéctica crea, desarrolla y expande el conocimiento. No es la academia, no es la universidad aislada del trabajo la fuente de conocimiento; ya lo decía el gran Lenín; “No creeríamos en la enseñanza, en la educación ni en la formación, si éstas fuesen relegadas al fondo de las escuelas y separadas de las tormentas de la vida” y nuestra constitución sabiamente expresa que el proceso fundamental para la construcción de una sociedad justa y amante de la paz tiene que ser a través de la educación y el trabajo.
Esa realidad de una resistencia al cambio, consciente e inconciente; intencionada y no intencionada pero en definitiva no revolucionaria; es el obstáculo a superar, son las grandes olas que tenemos que vencer en este segundo golpe de timón.
Las expresiones mas comunes de esa resistencia son los llamados a la “prudencia”, “cuidado con la anarquía”, “mucha participación es peligrosa” “las cosa se nos puede ir de las manos”, “tenemos que regirnos por las normas” “ve lo que paso por allá con el control obrero” toda una parafernalia que parece una sana preocupación pero que es muy parecida a lo expresado hace 17 años en el país cuando se estaba iniciando el proceso constituyente que dio origen a nuestra Constitución y a la V República ; así como en ese entonces se quería supeditar el proceso constituyente al poder constituido; al senado, a la cámara de diputado, a los tribunales cuarto republicanos con todas sus leyes; hoy en PDVSA hay quienes aspiran hacer lo mismo con la reestructuración; colocarle pañales a los trabajadores y trabajadoras, ponerles un chupón en la boca, montarlos en una andadera y conducirlos por los mismos carriles de la normativas corporativas de la vieja PDVSA, hacer cambios para que nada cambie.
Si esas expresiones de prudencia algunas veces salen de compatriotas sinceramente preocupados; habrá tranquilizarlos. Decirles que no se preocupen. Que las y los trabajadores petroleros en momentos más difíciles que los actuales han dado ejemplo de madurez y de compromiso patrio. Que están claritos que por estar en una empresa propiedad del estado venezolano, propiedad del pueblo venezolano; son servidores públicos. Que saben cuales son sus trincheras y se acogen a los lineamientos estratégicos establecidos por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Plan de la Patria, Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras, El Plan Estratégico Socialista 2016-2025 de PDVSA y de más leyes de la república.
Junto al presidente Nicolás Maduro y al compañero de trabajo Eulogio del Pino, la clase obrera petrolera debe colocarse a la vanguardia del proceso de transformación estructural y profunda de nuestra industria petrolera.
ABREBRECHA Y DESPUES HABLAMOS
