Las decisiones que tomó Rafael Ramírez en el pasado se deben analizar desde la óptica política, no del resentimiento

No se pueden  interpretar las decisiones de Rafael Ramírez si no se analizan, y eso va por aquellos que creen que la corrupción se mide en cantidades de dinero desaparecido o malversado y no en la intención de las acciones. No se puede juzgar a Rafael Ramírez con la simpleza del moralismo pequeñoburgués del presidente Maduro y del Fiscal, este último que no deja de hacer lo que hace porque está atado al gobierno por alguna razón. A R.R. lo condenan por una supuesta corrupción, sin juicio, sin defensa, y sobre todo poniendo en peligro no nada más a la revolución, que se la echaron al pico ya hace rato, sino al país, pasando por encima de los intereses de país, acabando con la industria petrolera y acabando con nuestra soberanía sobre la misma industria, privatizándola  de muy mala manera, entregándosela a los privados y a los extranjeros con la excusa de que en ella todos los gerentes eran corruptos. Hay que señalar que los gerentes de la gestión de Manuel Quevedo no son corruptos porque no hay de donde ni cómo sacarle provecho a una empresa casi quebrada, porque no tiene dinero. Pero  peor que eso, sus cuadros no son revolucionarios, no se sacrificarían por nada ni por nadie, los trabajadores les son indiferentes, como buenos militares que son.  Además no saben nada de petróleo, solo de negocios con los que sí saben de petróleo –pero mucho más de despojos y explotación, en un sentido bastante amplio.

El asunto es que a medio mundo le resulta más sencillo decir que Rafael Ramírez es un corrupto, que analizar el período en el cual fue Ministro (o Zar del Petróleo, como les gusta decir a muchos, como si Quevedo no lo fuera ahora. No, Ramírez fue Zar porque manejó más plata, pero como Quevedo quebró la empresa junto al Fiscal es solo presidente de PDVSA; pido excusas pero esos calificativos son típicos de los Runrunes de Bocaranda y de la prensa de farándula, chismes de pendejos.) Rafael ha intentado más de una vez explicar el qué el por qué y el cómo se hicieron las cosas en esos años pero nadie de los “resentidos” que lo critican son capaces de discutir sobre esa base de información, de Política con p mayúscula con él mismo dice, solo  llegan, antes de poner a funcionar el cerebro,  a descalificarlo todo acusándolo de corrupto; de que vive como un Rey, de sus gustos por los vinos y una sarta de necedades que huelen a “Lazarillo de Tormes”. Lo más honesto sería que le rebatieran sus argumentos, que expusieran sus propios argumento, pero sin juzgar de antemano.

Solo se señala el nombre de Rafael Ramírez y saltan irritados como renacuajos en una posa llena de larvas mucha gente ofendida. No soy quién para juzgar los que no conozco bien, pero por las obras se conocen más a las personas que por las “confesiones”  de ser hombres (y mujeres) honestos, rectos, incapaces de decir mentiras y todas esas “ilustres cualidades inconfesables” que adornan hoy a muchos jueces.

Hay aquellos resentidos redomados que se irritan por todo lo que codician, no tienen y posiblemente no tengan nunca, y hay otros que saben lo que hacen y no van a permitir jamás que Ramírez regrese al país sin que sufra una humillación colectiva –si no se puede un linchamiento-, de parte de los primeros y de la masa bastante ardida en su contra por el efecto de la propaganda tipo Ruanda.

Rafael Ramírez es digno de mi simpatía (y la de muchísima gente) porque me parece una persona racional, valiente, capaz de debatir con quien sea sobre todos los temas, incluyendo aquellos de los cuales se lo acusa, sin asesores, sin clac, sin telepronter, pero se ha ganado de gratis, por parte de muchos escritores, políticos, ministras, funcionarios…, un odio irracional; de gente que ni siquiera lo conoce o ha hablado con él, o de funcionarios que dicen que han hablado con él y es simplemente mienten,  esa manera buscar el crédito a una mentira con otra mentira. Bien, solo una persona como él ha acumulado tantos amigos como enemigos, al resto de los políticos de este país ya a la gente le es casi indiferente como individuos, los miran como un acontecimiento de la naturaleza, un imponderable, algo que no es ni bueno ni mal, que solo “es”, como un martillo, o en alicate.

Solo por adelantar algo del análisis a Ramírez, cuando Chávez la revolución socialista era la madre de todas las leyes, cualquier cosa que se hiciera debería estar justificada sí y solo sí contribuyera en hacernos  avanzar hacia  la revolución y el socialismo. Pero ahora, en el gobierno actual, mandan los sentimientos pequeñoburgueses, juzgan los pequeñoburgueses, la corrupción se mide en cantidades de dólares y no en acciones maliciosas, y no en la mala voluntad, y no en la mentira, el disimulo, la insidia, la trampa, la felonía. ¿A quién le interesa el socialismo, que no sea para engañar al chavismo, a los obreros, a todo el que creyó en el comandante y su revolución socialista bolivariana?  Insisto en terminar mi escrito con esta idea: Maduro es como Zelig, el personaje de Woody Allen, se mimetiza de socialista dentro de los obreros y se parece a los empresarios cuando está con los empresarios, y como Hitler, les ofrece “todo”, a todos, a los obreros socialismo y a los empresarios negocios, estímulos y seguridad jurídica internacional,  aunque en el fondo el presidente apuesta a uno solo, al capitalismo. Maduro es la persona menos idónea para juzgar a Ramírez de corrupto, y mucho menos lo es ese asustadizo fiscal, subalterno del primero.

Ramírez que espere, le llegará su momento.

Marcos Luna 23/08/2018



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

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