Disparen a PDVSA

Petróleos de Venezuela no es una piedrita sino un hierro candente en el zapato del imperio del norte y del sector extremo de la oposición venezolana. Los golpistas que anidaban en su seno con máscaras de meritócratas, nunca asimilarán las dos contundentes derrotas que les propinaron el pueblo venezolano y su Fuerza Armada. El golpe del 11-A de 2002 y el sabotaje petrolero que se extendió por dos meses hasta febrero de 2003, son marcas indelebles que la victoria popular tatuó en la dos veces vencidas fuerzas de la reacción.

Escribí “dos veces”, pero vinieron otras batallas y no pocas escaramuzas desde aquel paro patronal de diciembre de 2001.Guarimbas, trancazos, actos terroristas contra sedes diplomáticas, “epopeya” militar de Plaza Altamira con su saldo de muertos y torturados entre brumas y orgías, incursión de paramilitares en El Hatillo, guerra mediática sin precedentes en el país, proceso de disociación sicótica, para cerrar con un referéndum que entre la historia de la batalla de Santa Inés y la leyenda de Florentino y el Diablo, se resolvió en una incontestable victoria del pueblo venezolano.

En dos de estos acontecimientos, sin embargo, PDVSA fue campo de lucha y protagonista. El golpe de abril de 2002 se cuajó en su seno y la paralización de la industria fue su disparador. La reacción y el imperio lograron su objetivo, sólo que en 48 horas, la alianza cívico militar revirtió el zarpazo fascista. Los meritócratas golpistas, quizás en un exceso de magnanimidad del gobierno bolivariano, fueron reenganchados a la industria y cargos de dirección. Para corresponder al perdón revolucionario, se dedicaron a preparar el más formidable sabotaje que contra empresa alguna se haya dado en América Latina. A un costo elevadísimo en recursos y sufrimientos, fueron de nuevo derrotados.

La campaña contra Petróleos de Venezuela, empero, no cesó. En un ensayo que titulé “La perforación mediática contra PDVSA”, recojo parte de esa agresión permanente desde afuera y desde adentro. En las llamadas “situaciones normales” ha sido una guerra de baja intensidad. En la recta final de una campaña electoral la industria es un blanco y un manjar que ya extrañaba su “exclusión” de la artillería pesada de la guerra sucia. Se acabó la sospechosa calma, tronaron los cañones.

Con un candidato opositor sin la más mínima y remota posibilidad, no sólo de ganar la presidencia, sino de superar el 25 por ciento que lo agobia, un canal de televisión le pasó un video a Primero Justicia y montaron un pésimo tinglado, supuestamente en contra del ministro de Energía, Rafael Ramírez. Digo “supuestamente” porque, como le viene ocurriendo a la oposición, lograron un efecto contrario al que buscaban. Rafael Ramírez no sólo fue aplaudido por el pueblo venezolano, sino que se activó la fibra y el alerta de todos los trabajadores petroleros del país.

PDVSA es una tecla muy sensible y la tocó, de nuevo, el mismo canal de televisión de los paros y guarimbas. Las heridas del sabotaje criminal contra Venezuela siguen abiertas, lacerantes, traumáticas. Pretender sacar a un candidato de su precariedad electoral por esa vía es un error garrafal, mucho mayor que llamar “parásitos” a los votantes que se pretende conquistar. Hace cuatro años la revolución perdonó y erró, pero aprendió. Si el golpismo se atreve a reincidir, caerá de nuevo en el mismo pozo petrolero que en 2002 lo succionó.


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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