Los depositantes del banco de mezerane se enardecieron contra el Comandante y contra el chavismo, al punto de querer lapidar a un reportero del Canal 8. El hecho es muy importante para un análisis de la situación.
Si aceptamos que el principal escenario de la confrontación es el espiritual, tendremos que admitir que el enemigo oligarca tiene extraordinario éxito con su base social: ha conseguido desquiciarla, inocularle odio, ingrediente esencial del fascismo. Le ha creado la capacidad de asimilar cualquier mentira, de consentir toda crueldad, con tal de disipar a los fantasmas que la perturban.
Ya colonizaron a su base social, la endurecieron, tienen un solo objetivo: salir de Chávez, truncar la Revolución, ese es su mandamiento central, a ese obedecen todas sus acciones.
Ahora intentan confundir a la masa bolivariana, saben que el campo de batalla principal es el espíritu, y hacia allá enfilan sus mejores armas. La Revolución debe enfrentarlos donde se desarrolla la contienda principal.
Lo primero es entender que se trata de una guerra, entonces, las reglas son diferentes a las reglas de la “Santa Paz”. Es así, con esta visión, que debemos evaluar las acciones. El código revolucionario es muy estricto, y debe serlo más en la guerra. El mandato central de ese código es: “El deber de un Revolucionario es hacer la Revolución ”.
De allí que todo lo que favorezca a la Revolución es ético, es válido, y todo lo que atente contra ella es condenable.
Ahora bien, la Revolución Bolivariana, que es un proceso pacífico, inédito, presenta una fuerte etapa de convivencia con el sistema oligarca capitalista, que va desde lo económico hasta lo filosófico. Esta convivencia trae necesariamente confusión: las éticas, los valores de los dos sistemas se mezclan, los objetivos se entrelazan, los discursos se difuminan, pierden sus límites.
Esta confusión produce una paradoja: acciones altamente revolucionarias, que salvan a la Revolución de un peligro inminente y en su momento son heroicas, al ser juzgadas con las reglas, los valores de la oligarquía, resultan condenables, y sus ejecutantes penados por los oligarcas y por los revolucionarios confundidos.
Así la Revolución pierde credibilidad y aceptación: no hemos sabido explicar y explicarnos la situación de guerra en que estamos, y no terminamos de entender que es el espíritu el eje de toda actividad revolucionaria.
La fase que vivimos es compleja, la convivencia capitalismo - Socialismo, trae necesariamente confusión. Y cuando dos sistemas se enfrentan, la confusión favorece al sistema dominante. Esta confusión que vivimos favorece al capitalismo porque impide el desarrollo de la pasión heroica, del espíritu revolucionario.
De allí que debemos defender las acciones Revolucionarias en su visión estratégica, por ejemplo, debemos corregir las deficiencias de Barrio Adentro, pero no podemos dejar que la oligarquía, sus voceros, lo juzgue ¡No tienen moral! A ellos no corresponde evaluar los errores que comete la Revolución, los problemas de la Revolución competen al pueblo humilde, nunca a los oligarcas ¡A la oligarquía ni tantico así! A la Revolución la absuelve la historia.
¡Sin Chávez no hay Socialismo!