Las revoluciones, siempre, se resumen en un líder. Esta afirmación puede parecer sacrilegio a los teóricos, pero la historia autoriza la sentencia. Veamos.
Los pueblos fijan su esperanza, la concretan en personajes, muchísimas veces los elegidos no corresponden a los sueños de los humildes, al contrario, los engañan, los llevan al patíbulo oligarca. La historia triste de la traición a los humildes abunda.
Pero un día llega alguien que establece esa conexión con el pueblo, las masas irredentas se identifican con él, y juntos comienzan a recorrer la vía de la lealtad, ese día se da el primer paso para una Revolución.
¿Por qué? ¿Cómo se establece esa conexión?
Nadie tiene la respuesta. Muchos la buscan, y no consiguen establecerla: se pierden en la falsía, en el cálculo, en la entrega con red de seguridad. Otros son héroes revolucionarios que elevaron la llama a destiempo. Son tantos los factores que forman la conexión, que sin sonrojo podemos calificarla de milagro.
Hablemos de Chávez: Hugo irrumpe en la vida pública asumiendo, criticando y criticándose, tres cualidades escasas en aquella época de voluntades untuosas, de dejadez de objetivos, de renuncia a ideales hermosos.
El pueblo humilde, los desposeídos, los preteridos, los que siguieron al Libertador en el Paso de Los Andes, los sin identidad, los que identificaron a Zamora como suyo, los que no sabían leer, esos establecieron una nueva conexión, y Chávez dejó de ser Chávez para transformarse en Esperanza. El humilde no se equivocó, esta vez no hubo traición, entonces, la conexión de los próceres, de Zamora, de Fabricio, regresó, el milagro se hizo, y el continente se asombró.
Esa conexión, única en siglos, no tiene réplicas, no hay segundas oportunidades, no se transfiere. El proceso se da con Chávez o no se da. No hay lugar para otras opciones, ni regionales, ni nacionales.
Esa conexión, que es la esencia de la Revolución, no se improvisa, no sale de un laboratorio, va más allá de las elecciones y los tiempos. Por eso hay que cuidarla, debe tener un tiempo diferente a las elecciones que fraccionan los procesos, debe trascender el tiempo político y asirse al tiempo histórico. Es decir, no nace ni termina con las elecciones.
Debemos defenderla identificando los escenarios del enfrentamiento, estableciendo prioridades, y allí actuar. Es así que habrá momentos para el énfasis en lo organizativo, acerar la estructura, pero siempre será momento para expandir la pasión por la Revolución, para dotar al humilde de razones sagradas por las cuales luchar, para combatir las manipulaciones groseras de los enemigos.
Siempre debemos dar la pelea en lo ideológico, las debilidades ideológicas son aprovechadas por los oligarcas para lesionar a la Revolución. Debemos explicar las acciones revolucionarias, combatir las mentiras: ellos hablan de expropiaciones, cuando lo que hay son recuperaciones de lo que pertenece a los humildes, restablecimiento de la justicia, combate al robo oligarca.
Y siempre debemos defender al Comandante: los oligarcas saben que mientras exista la conexión Chávez – Pueblo la Revolución será invencible.
¡Chávez!
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