Necesidad y urgencia del cambio

Cuando una sociedad siente la necesidad de un cambio social, político y/o económico, es debido a la percepción adquirida a través de la experiencia de que sus relaciones no han tenido variaciones perceptibles en el tiempo, este estatismo se convierte en costumbre que tiene dos características esenciales: la tradición, que van heredando los afectados a través de las sucesivas generaciones y la indiferencia por efectuar el difícil trabajo del cambio que no solo es rechazado por quienes han dirigido las acciones a cambiar sino que se potencia ante un alto grado de apatía existente entre los afectados por esas acciones que debieran ser entusiastas seguidores de los líderes de vanguardia, abanderados del cambio.

En nuestro caso la necesidad de un cambio, tantas veces anunciado, menos veces intentado y siempre fracasado en sus intentos, tenía que ser hacia el socialismo para poder transformar la historia de un pueblo colonizado primero, diezmado por guerras intestinas después y por último sumido en la práctica continua de cuarenta años de capitalismo dependiente.

El protagonismo principal de las luchas por los cambios políticos siempre ha tenido como actor principal al pueblo, quien siempre esperanzado en lograr beneficios sociales, políticos y económicos ha terminado siendo traicionado, algunas veces junto a sus líderes. Así sucedió en nuestra lucha emancipadora, en nuestra guerra de Federación, a la caída de la dictadura de Juan Vicente Gómez y al término de la dictadura de Pérez Jiménez.

Con la llegada de Hugo Rafael Chávez Frías se rompe esta cadena de hechos “por ahora” y solo la presente y futura actuación de las bases populares serán la garantía de que no se convierta en otro eslabón de la cadena. Y es que si la historia es cíclica, aquí a diferencia de los hechos citados la ascensión de Chávez al poder no es el producto de una lucha violenta del pueblo, sino del ejercicio pacífico y en este caso democrático del voto popular como consecuencia y aprendizaje de las luchas pasadas. Otra diferencia estriba en el hecho de que en las anteriores pérdidas de poder popular, la clase dominante aprovechó la apatía del pueblo ante el cambio para retomar el poder pero, en el golpe de estado contra el gobierno de Chávez se encontró con un pueblo consciente de su papel protagónico que salió a defender su derecho de participación.

Hasta aquí, todo pareciera ir bien pero la revolución es un motor generador de cambios y estos tienen que ser ejecutados de manera continua o corremos el peligro de debilitarnos y permitir el fortalecimiento de la oposición. Cuando nosotros analizamos el mensaje de nuestro máximo líder y conductor y lo contrastamos con la actitud asumida por algunos pseudo-líderes enquistados en el proceso revolucionario, es notable el divorcio existente entre estos y aquel. Muchos de estos han sido desfavorecidos por el voto de las bases en los últimos procesos electorales y sin embargo los vemos resurgir cual aves fénix en cargos claves de conducción del partido sin la intervención de las bases y convirtiéndose en posibles desertores futuros de las filas de la revolución. ¿Será que este es el modo más revolucionario de ir saliendo de la escoria? No sería menos riesgosa la aplicación de las TRES R oportunamente y dejarlos en el congelador, mientras se estudian estos casos. Uno tiene la percepción desde afuera de que hemos puesto mucha atención en los enemigos externos y hemos descuidados a los enemigos de adentro. Dentro de la revolución hay quienes tienen la oportunidad del contacto inmediato con el Presidente por pertenecer a su entorno y teniendo conocimientos de hechos dolosos no lo comunican, convirtiéndose en cómplices. Hay un continuo reclamo por parte del Presidente, de que él tiene que preocuparse por situaciones que competen a Ministros, Gobernadores, Alcaldes y Funcionarios del Gobierno sin que veamos en el tiempo vislumbrarse alternativas correctoras de las acciones reclamadas. El proceso revolucionario necesita urgentemente que el partido se convierta en su pilar fundamental y que sirva de vehículo de engranaje complementario entre nuestro máximo líder y el pueblo, necesitamos un partido que sin descuidar el trabajo electoral necesario para legitimar y legalizar al gobierno ponga urgente empeño en la creación de cuadros que nos garanticen la formación de conciencia revolucionaria. Hay que distinguir claramente que más importante que el adoctrinamiento es la toma de conciencia y las repuestas que están dando el pueblo y las bases del partido superan en la práctica y el análisis revolucionario a los lineamientos emanados de las autoridades del partido. Cabe preguntarse si las relaciones entre la dirección nacional y las direcciones locales son semejantes a las inexistentes relaciones entre estas y sus respectivas bases.

Es comprensible que al principio del proceso se hubieran escogido a las personas del entorno inmediato de nuestro comandante para la dirección del partido, en ese entonces el MVR, pero con el correr del tiempo hemos visto como algunos de estos directivos se han atornillado en la conducción y sirven de filtro para impedir la renovación de las autoridades del partido por relevos probados en sus acciones de 11 años de trabajo revolucionario, con ideas de vanguardia y lo más grave es que aquellos no son ni han sido revolucionarios sino “bienintencionados” que apoyaron al comandante por ideas e intereses que nada tienen que ver con los cambios y por ello a medida que el proceso se radicaliza , se van desincorporando hasta prestarse a cualquier traición, quedando en el camino pero siempre después de concretar un acto contrarrevolucionario. Ejemplos tenemos de sobra:

Luis Miquilena, Ignacio Luis Arcaya (h), Alejandro Armas, Ernesto Alvarenga, José Luis Farías, Alberto Jordán Hernández, Angela Sago, Luis Alfonso Dávila, William Ojeda, Virginia Contreras, Jesús Urdaneta Hernández, Joel Acosta Chirinos, Francisco Arias Cárdenas, Edgar Guerra Mas, Rafael Simón Jiménez, Manuel Rosendo, Francisco Usón, Johnny Yánez Rangel, Antonio Rojas Suárez, Raúl Isaías Baduel, Iván Ballesteros, Vladimir Villegas, Wilmer Azuaje, Antonio Rivero, Henry Falcón y muchísimos otros funestos personajes de menor ralea.

Si Fidel dijo que en Venezuela no había un 40% de oligarcas, también es cierto que no hay un 60% de revolucionarios y que estos se logran principalmente con un trabajo organizado y una conducta ejemplar de la dirección del partido, por ello hoy más que nunca necesitamos un partido identificado con su pueblo que sea el vocero del Comandante-Presidente y al mismo tiempo desvíe los ataques dirigidos contra él , que sirva de contacto entre el Presidente y el pueblo y que esté en permanente contacto con la comunidad.

Es necesario no olvidar que Chávez llega al poder en un momento histórico de quiebra de las instituciones donde la derecha está totalmente debilitada, con una izquierda diezmada por el proceso de luchas que culminaban en la pacificación posterior al período guerrillero, donde perdieron la vida cuadros políticos importantes y que una cantidad apreciable de acompañantes de aquellos se convirtieron en soplones y policías represivos por su falta de conciencia en el primer gobierno de Caldera. Este accede a jefe de estado por segunda vez como consecuencia de su discurso ante el congreso de la República de un mensaje que resumía el “por ahora” del comandante Chávez con motivo de la asonada militar del 4 de febrero de 1.992 durante el nefasto segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Esta fecha es el punto de partida de un nuevo período esperanzador del pueblo donde cada uno de nosotros está en la firme e imperturbable obligación de impedir su frustración.

¡Patria socialista o muerte!



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Miguel Gerónimo Osío Sandoval


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