Los Clásicos del Marxismo y el propio Marx, insistieron en enseñarnos que la teoría revolucionaria no puede tomarse como receta. La genuina conducta revolucionaria es, comprendiendo las leyes generales que rigen el devenir histórico y la lógica del sistema capitalista en particular, interpretar la realidad específica y aplicar las acciones que correspondan a esa situación concreta.
Lo que está claro, es que la clase trabajadora “no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está, y servirse de ella para sus propios fines” (Carlos Marx).
Al referirse a La Comuna de París, Engels concluyó que “la clase obrera al llegar al poder, no puede seguir gobernando con la vieja máquina del Estado; que para no perder de nuevo su dominación recién conquistada, la clase obrera tiene, de una parte, que barrer toda la vieja máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella y, de otra parte, precaverse contra sus propios diputados y funcionarios, declarándolos a todos sin excepción, revocables en todo momento”. En El Antidhuring, Federico Engels nos dice que cuando “las fuerzas productivas producidas por el moderno modo de producción capitalista han entrado en hiriente contradicción con aquel modo de producción mismo… tiene que producirse una subversión de los modos de producción y distribución que eliminen todas las diferencias de clase si es que la entera sociedad moderna no tiene que perecer”.
Sobre el mismo tema, con su característico sarcasmo, el Barbudo de Tréveris comenta: “¡La Comuna, exclaman, pretende abolir la propiedad, base de toda civilización! Sí, caballeros, la Comuna pretendía abolir esa propiedad de clase que convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos pocos. La Comuna aspiraba a la expropiación de los expropiadores… transformando los medios de producción, la tierra y el capital, que hoy son medios de esclavización y de explotación del trabajo, en simples instrumentos de trabajo libre y asociado. ¡Pero eso es el comunismo, el ‘irrealizable’ comunismo!”.
Otro clásico de la revolución socialista, aportó esta definición de socialismo poniendo el acento en el asunto de la propiedad: “El socialismo, partido político de la clase oprimida, tiene un ideal en torno al que se agrupan y organizan los esfuerzos de todos los individuos que desean… una sociedad ideal basada en la propiedad común de los medios de producción”. Era el camarada y yerno de Marx, el santiaguero Paul Lafargue, el autor de El Derecho a la Pereza.
El mismo que nos legó esta máxima compartida por la militancia revolucionaria de todo el mundo: “La trayectoria del hombre es una constante progresión, tanto en la vida social como en la intelectual, que va dejando atrás lo conocido para adentrarse con creciente ahínco en lo desconocido, previamente representado como ideal en su imaginación. Y esta concepción imaginaria constituye uno de los más poderosos incitantes de la acción revolucionaria”.
Esto hay que recordarlo siempre así estemos hablando de cibernética y era espacial, porque, como dijo Fidel: “Hay algunos que se creen que el socialismo se puede hacer sin trabajo político”.
Para poder avanzar a ese momento histórico en que “el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos”, tenemos que ser capaces de producir eficientemente los medios materiales que satisfacen las necesidades humanas.
*Presidente de la Comisión Nacional de Refugiados
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