Arturo Alejandro
Muñoz
CUANDO LA OPOSICIÓN derechista al presidente Chávez, el año 2005, se retiró de las elecciones y dejó una Asamblea Nacional (AN) en manos del oficialismo, lo hizo porque esperaba -¿alguien lo dudó en aquel momento?- lo que pudiera realizar la nueva sociedad conformada por el entonces presidente Álvaro Uribe y las bases militares estadounidenses instaladas en el territorio colombiano. En palabras sucintas, esa oposición esperaba, deseaba y apoyaba la invasión de las tropas norteamericanas. Así de simple.
Sin embargo, no bien ascendió a la presidencia de Colombia, el actual mandatario Juan Manuel Santos se ocupó en construir con Hugo Chávez un escenario de paz fronteriza dando término temporalmente a las discrepancias que dividieron a esas naciones en la década anterior. De esta forma, la oposición derechista y socialdemócrata a la Revolución Bolivariana entendió que –aun a contrapelo de sus intentonas por agenciarse el poder total incluso mediante el uso y abuso de la ingerencia norteamericana- el único camino para alcanzar cuotas de administración nacional era aquel que la Constitución y las leyes permitían; en este caso, participando en el proceso electoral y acatando civilizadamente sus resultados.
Esto último (‘acatar civilizadamente sus resultados’) es lo que me preocupa, y mucho, pues los chilenos mayores de 50 años tenemos meridianamente claro que la derecha no se distingue, precisamente, por ‘acatar civilizadamente los resultados’ electorales cuando estos les son desfavorables. Para ejemplos, algunos botoncitos. Esa misma derecha exigió a gritos destemplados que el Congreso Nacional ratificara el triunfo de Jorge Alessandri en la elección presidencial del año 1958, cuando ‘el Paleta’ derrotó a Salvador Allende por un exiguo número de sufragios que no superaron los 35.000 votos, y que, por cierto, estaban muy lejanos de la mayoría absoluta (Alessandri obtuvo solamente el 31,2% de los votos).
Sin embargo, el año 1970, fue la derecha la que intentó evitar que el Congreso Nacional ratificara el triunfo de Allende (que contaba con el 36% de los votos) sobre Alessandri, habiendo llegado ese bloque político derechista -llamado Partido Nacional-, a la inmoralidad de proponerle a la Democracia Cristiana que votara por Alessandri en el Congreso asfixiando el triunfo de Allende, para, después, el flamante Presidente ‘electo’ (Alessandri) renunciase a su cargo y se llamara a una nueva elección en la que la derecha “comprometía todo su apoyo y sufragios” a la candidatura de Eduardo Frei Montalva.
Por eso, aquello de que la derecha debería acatar resultados (aun habiendo obtenido el 40% de los votos en las elecciones de ayer domingo 26 de septiembre en Venezuela) suena más a deseo que a recordatorio, ya que en pocas ocasiones, en la historia política de las naciones latinoamericanas, la derecha ha actuado democrática y civilizadamente cuando resulta perdedora en un proceso electoral de importancia. No estoy diciendo nada nuevo ni descubriendo la pólvora con ello…pero es bueno y sano traer a la memoria situaciones nefastas que ya hemos vivido en el pasado cercano.
¿No esperaba la derecha chilena en marzo de 1973 que la Unidad Popular obtuviese un porcentaje inferior al 33% en la elección parlamentaria para derrocar a Allende ‘constitucionalmente’? No fue así. La UP obtuvo el 43,4% y la derecha enloqueció. De ahí al golpe de estado hubo sólo un paso...y seis meses.
¿Será ese el destino de la Revolución Bolivariana luego de que la oposición obtuviera un significativo porcentaje en la elección reciente? ¿O esa misma oposición, ‘acatando civilizadamente’ los resultados, decidirá poner en práctica el verdadero juego político democrático y acordar con el Presidente Chávez los temas que interesan a la nación de Bolívar? Al respecto me asisten razonables dudas, la cuales se ven incrementadas luego de leer un párrafo del interesante artículo escrito por el analista político Juan Pablo Moreno, cuyo texto señala:
“”El triunfo de los candidatos socialistas preserva la continuidad política del proceso democrático liderado por el presidente Chávez; muestra que la mitad del electorado se inclina claramente por la lucha anticapitalista y el rumbo socialista, pero ha quedado instalado un factor de vulnerabilidad, porque esa abigarrada masa de 60 y tantos diputados opositores están liderados por los sectores más reaccionarios, neoliberales, filo fascistas y cercanos a las políticas de los EEUU. Esa derecha, aunque minoritaria y superada ampliamente por los bolivarianos en la AN, consiguió reinstalarse con una fuerza considerable dentro del Parlamento, lo que aumentará su capacidad para entorpecer el proceso revolucionario venezolano y colocar trabas a la acción del gobierno del presidente Chávez. Esto reforzará también su capacidad para la conspiración y hará mayor el reto que tendrá que enfrentar el presidente y el proceso revolucionario cuando llegue el momento de la reelección presidencial en el 2012.””
Pero, en fin, esos son mis miedos, mis temores deducidos de experiencias personales que no representan necesariamente la realidad global. Más allá de sentir simpatía o antipatía por el Presidente Hugo Chávez, debe primar siempre la lógica democrática en política, y entender que cualquier gobierno situado al sur de los poderosos países industrializados que desee estructurar formas de desarrollo y convivencia distintas de las que promueve el imperio y sus aliados, recibirá andanadas de injurias, mentiras e incluso ofensas graves a la soberanía, a la independencia y a la propia historia patria. Es lo que nos ocurrió a los chilenos hace más de 30 años, y es lo que les sucede diariamente a los venezolanos.
Un día antes de las elecciones en Venezuela, el diario derechista “El País”, de España, publicó un reportaje firmado por su corresponsal en Caracas, Pablo Ordaz, burlándose del Himno Nacional de Venezuela, a la vez que menospreciaba a la gente humilde del país sudamericano. El periodista y el diario irrespetaron la fibra más sensible del pueblo venezolano al banalizar –racista y clasistamente- la estrofa del himno patrio que habla de “un pobre que en su choza pidió libertad”, pues al compás de esa misma canción patriótica el Ejército Libertador comandado por Simón Bolívar independizó de España –hace ya 200 años- no sólo a Venezuela sino, también, a muchas otras naciones, como Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.
El Himno Nacional "Gloria al Bravo Pueblo", es un canto sagrado y solemne para todos los venezolanos y venezolanas, que data de la lucha independentista desde 1810. Es constitucionalmente uno de los tres Símbolos Patrios que identifican al país, junto con la Bandera Nacional y el Escudo de la República. Su irrespeto es considerado por la Ley un delito…y por la derecha española un asunto burlesco rayano en el racismo.
Pocos días antes de estos hechos, un diputado español ya había intentado encharcar el proceso eleccionario emitiendo juicios no solo aventurados sino abiertamente tendenciosos y proclives a crear una falsa imagen del país de Bolívar a nivel internacional. Es que para cualquier nación resultan inaceptables las declaraciones del diputado del Partido Popular de España, Gustavo de Aristegui, sobre la supuesta "regresión" de las libertades en Venezuela de cara a las elecciones parlamentarias del domingo 26. Una falacia desmentida por el proceso mismo que vivió la nación venezolana, y que ha sido calificado de diáfano, transparente y democráticamente impecable, por todos los observadores internacionales, incluyendo a sediciosos sin fronteras, como el chileno Andrés Allamand y algunos delegados norteamericanos que envió la Casa Blanca.
¿Qué autoridad moral tiene la derecha española para inmiscuirse en asuntos democráticos de otros países, si dentro de su propio suelo mantiene la extemporánea presencia de una inútil monarquía –símbolo del absolutismo- que sólo sirve para despilfarrar dinero y prometer la divina fabricación de agua en polvo?
Es que la derecha
no se contenta con una porción de la torta. Quiere todo el pastel,
la mesa, las sillas, la cocina, la cocinera, la vajilla y la casa. Si
ello no lo obtiene, entonces califica la situación como ‘antidemocrática’,
renovando de inmediato sus resoplidos en las orejas de militares locales
y de financistas extranjeros.
Pero, cuidado, pues más allá de las quejas tardías, un punto digno
a considerar, tiene que ser el de la participación en el proceso electoral,
ya que ese preocupante 66,45% de personas que concurrieron a votar implica
que un sector del electorado chavista del año 2006 se volvió a abstener
de sufragar, y otro sector (también chavista) se viene pasando a la
oposición (PODEMOS, PPT) desde el 2007.
Todo este cuadro, desglosado de las elecciones recientes, es peligroso para la estabilidad política de Venezuela, ya que los opositores más afiebrados y ultraderechistas usarán esas cifras, apenas sean oficializadas, para deslegitimar la mayoría PSUV en la AN, y apurarán maniobras de cooptación de militares con tentaciones golpistas, así como crearán climas desestabilizadores, siguiendo la ‘tradición’ de las derechas transnacionales y pro norteamericanas cuando constatan que han hecho un enorme esfuerzo pero que, mala suerte para ellas, no han conquistado todo el poder.
Definitivamente, el PSUV y Chávez fueron víctimas de una maniobra de pinzas, ya usada exitosamente contra los sandinistas en 1990: por un lado el 100% de los medios del sistema, dentro y fuera de Venezuela, disparándole con todo al proceso bolivariano, y por otro, la mayoría de los candidatos de la MUD jugando a las sonrisitas, a ‘la alegría ya viene’ ante una realidad pintada terroríficamente, a la reconciliación, al estímulo de las apetencias burgués-emprendedoras, y publicando ad infinitum los temores irracionales sobre la propiedad personal, que en realidad la burguesía con sus bancos, créditos usureros e inmobiliarias estafadoras pone en juego para colocar en peligro a los sectores medios que año tras año van empobreciéndose indefectiblemente.
Lo dramáticamente cierto es que, al igual como nos ocurrió a los chilenos en marzo de 1973, este triunfo electoral que obtuvo el gobierno y el pueblo venezolano -según algunos analistas habría sido 'a lo Pirro'-, podría servir de acicate a los sediciosos ultraderechistas para seguir engatusando a la gente con promesas de “buen consumo al mejor nivel de la especie”, y entonces, de pronto, con un golpe de macana, dejarse caer con tanques, botas, aviones y cascos sobre los organismos de gobierno, aherrojando a una obnubilada sociedad que seguirá creyendo el viejo cuento de “las oportunidades que otorga el sistema” para, más temprano que tarde, percatarse que la han convertido en material desechable.
Triunfo ‘a lo Pirro’ o no, este ha sido un punto a favor del proceso revolucionario venezolano, pero a objeto de transformarlo en un paso avante y no en un retroceso ni en paréntesis simple, la revolución bolivariana y socialista de Venezuela deberá poner énfasis en un arduo y permanente trabajo codo a codo con las organizaciones sociales de base, como sindicatos, gremios, agrupaciones poblacionales, estudiantiles, campesinas, etc.., ya que es el único camino que le garantiza apoyo popular real y amplio. Pues, de no hacerlo así, y tal como cantó Serrat, luego de cualquiera sea la parafernalia electorera parecerá que se arriba al mismo final de costumbre.
“”Y con la resaca a cuestas, vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas. Se despertó el bien y el mal: la zorra pobre al portal, la zorra rica al rosal, y el avaro a las divisas.””
arturoalejandro90@gmail.com