- Un 40 % de la población
venezolana ha manifestado en reiteradas oportunidades su rechazo al
proyecto político del presidente Chávez. En 11 años esta correlación
de fuerzas no ha cambiado y es absurdo argumentar que este 40% son burgueses
u oligarcas, al contrario un gran porcentaje de este grupo son parte
de las clases pobres del país. Es necesario replantear las estrategias
y acciones políticas para gobernar en una realidad con estas características.
- No es posible seguir
apoyando individuos que han ejercido cargos público y de elección
popular de una manera ineficiente, y luego pretenden ser salvadores
de la revolución, cuando su paso por el gobierno, gobernaciones
o alcaldías ha sido tan nefastos. Es necesario, dar paso a nuevos
cuadros y líderes, que por el hecho de que no salgan en TV no quiere
decir que no existen.
- Si bien es cierto que
hemos avanzado significativamente en aspectos estructurales (reducción
de pobreza, acceso a la salud, educación, etc), también es cierto
que los detalles están erosionando este proceso. Hay estados cuyos
gobernadores y alcaldes han sido “afectos al gobierno” y aun mantienen
los mismos problemas de hace 11 años, y en algunos casos se han agudizado.
Ejemplos sobran al respecto.
- El presidente tiene
que entender que su discurso antiimperialista sigue vigente, pero ya
está más que agotada la estrategia verbalizada usada en
cada alusión presidencial. La mejor manera de combatir el imperialismo
es a través de obras y hechos concretos, que el país funcione, que
la administración pública se depure, que dejemos el “adequismo”
incrustado aun en el PSUV y el gobierno. Contra eso no hay arma nuclear
que valga.
- No es posible que quienes
realmente son “perros de la guerra” empleen un discurso de
paz para promover conflictos, y nosotros hagamos todo lo contrario.
No se puede hablar de paz usando un lenguaje bélico, eso desvirtúa
la naturaleza de cualquier proyecto político y además da armas a quienes
no las tienen para atacar al proceso. A esta altura del proceso ya
nuestra estrategia discursiva tiene que ser otra, sin que por esto pierda
la fuerza liberadora y transformadora con que fue concebida.
- No se entiende como
aun no contamos con una estrategia comunicacional cónsona con el tiempo
que vivimos. Los programas que transmiten los canales y emisoras afines
al gobierno, con minúsculas excepciones, no aportan ningún tipo de
valor agregado al proceso. ¿Quién dijo que entre más chabacano es
el programa implica mayor compromiso revolucionario? La falta de propuestas
creativas y pedagógicas son las características fundamentales de lo
que hoy tenemos en la TV que esperamos sea alternativa de verdad.
- La falta de seguimiento
y monitoreo de las grandes, medianas y pequeñas obras es un aspecto
débil en el proceso en muchos casos. Después que el presidente, gobernador,
o alcalde inauguran una obra, a los poco meses ya esta inoperativa o
en extremo descuidada. Los cuadros medios no tienen conciencia de obras
a largo plazo, sino de obras que le den dividendos personales
a corto plazo.
- No se debe, porque
de que se puede se puede, tener un discurso socialista y un modo de
vida burgués. Ni la tos ni el dinero se pueden ocultar, y ya uno ha
perdido la capacidad de asombro ante la opulencia en que viven
servidores públicos, que hace unos años llegaron al gobierno con una
mano adelante y otra detrás. Así como no todo el que dice “Señor,
señor entrará en el reino de los cielos”, no todo el que dice “Patria,
socialista o muerte”, es un defensor de los pobres.
- Ha sido un error ofrecer
productos a bajo costos, y después no se ha podido satisfacer
la demanda, lo cual ha creado mucho malestar en la población: los carros
de Venirauto y los celulares, entre otros. Es más saludable hablar
claro a la gente y no crear expectativas que no van a ser satisfechas
ni a corto ni a mediano plazo.
- No se puede condenar
a quienes desde adentro se atreven a criticar al proceso, catalogándolos
de “apátridas”, “pitiyanquis”, o que reciben apoyo de
los EE.UU. Cada vez que el gobierno se ha hecho la vista gorda
de las críticas sinceras que se hacen desde la base y desde quienes
están comprometidos con los más pobres, los resultados han corroborado
dichas críticas. Hay que admitir que nos equivocamos y que somos capaces
de rectificar.
- Por último,
sería oportuno retomar las tres “R”, las cuales nunca se aplicaron
y tomarlas en serio de una vez por todas, comenzando desde nuestra
propia experiencia individual, y luego en los espacios donde nos movemos
y hacemos vida en este proceso.
- cesolka@gmail.com
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