Exilio con “taima”

Extraña esta malvada dictadura que padecemos los venezolanos, extraña y desconcertante. Imaginen un rrrégimen represivo de tal calibre que se gana, casi a diario, horrendos titulares en la prensa mundial. Un terrorífico gobierno que viola constantemente los privilegios humanos, que expulsa a sus detractores a un raro, novedoso y voluntario tipo de exilio: uno que hace taima en Navidad.

¡Taima, taima! Dicen a los esbirros en Maiquetía medio millón de sonrientes y oprimidos viajeros que zarpan de vacaciones. ¡Taima taima! Y regresan los exiliados trayendo modestos detallitos para sus parientes que viven como reyes en este cruel comunismo. Detallitos, nada muy rififí porque la cosa allá, tu sabes, los bancos, la burbuja inmobiliaria, el desempleo galopante, los recortes presupuestarios, pues como que la masa no está para empanada gallega.

Pero vuelven, y ahí está el meollo de esta historia, a la dictadura que los hizo huir a países con brillantes futuros de cartón piedra mojado. Vuelven para encontrar sopotocientos nuevos restaurantes súper cool que no te puedes perder, amigui, y no sé cuántos centros comerciales atiborrados de compradores imposibles porque este país está quebrado.

Vuelven y suben de La Guaira a Caracas por el mismo viaducto por que juraron jamás transitar cuando vieron en Globovisión a los fallidos expertos de siempre afirmar sin pudor que alé limón, alé limón... Pero no: el rrrégimen como que recurrió a la santería cubana para sostener una obra insostenible hecha por un gobierno que no ha hecho nada.

Vuelven y miran el Metro Cable sin verlo porque eso no puede estar ahí. Como nunca vieron el Cardiológico Infantil, ni los CDI, ni el Salvador Allende que les queda en las narices, porque ver más allá de sus narices sería doloroso para unos ojos ciegos de mezquindad.

Claro que no irán al Bulevar de Sabana Grande y morirían antes de pisar la Plaza Bolívar y el Centro de Caracas, que no puede estar bien bonito porque sólo los centros de las ciudades europeas tienen derecho a ser preservados. El de Caracas, tiene que estar cundido de dudosos negocios, de edificios históricos ultrajados por la indolecia y la codicia, caos, suciedad, ruido… Caracas, para estos exiliados, no merece nada mejor.

Pero vuelven por un rato al lugar donde su forma de hablar no levanta sospechas, donde el color de sus piel no los acusa, donde no hay que disimular. vuelven al comunismo a darse la vida que el primer mundo les niega mientras calientan sus huesos fríos de ausencia.

Y al final retornan al exilio, eso sí, con un bronceado envidiable, varias cajas de Toronto y dispuestos a luchar por el retorno de la democracia con sus vidas -perdón- con sus twiters y a larga distancia.

Au revoir.


tongorocho@gmail.com


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Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". carolachavez.wordpress.com

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