(Los centros fabriles pasan por el mercado)

Conozcamos los Mercados del Capital (I)

  Mercantilistas y fisiócratas[1] concibieron la ganancia como resultado del ejercicio comercial, y los economistas de esos tiempos no pudieron ver en los campesinos ni artesanos explotación alguna por parte de los latifundistas ni de los maestros artesanales. Los comerciantes de marras compraban mercancías de terceras personas y las revendían a precios mayores. Que los comerciantes atribuyeran al mercado la fuente de sus ganancias resultaba lógico y hasta evidente, pero tan “evidente” como lo sigue siendo el “visible” giro del sol alrededor de la Tierra.

El Comercio exterior ensanchado con el descubrimiento de América y de las nuevas rutas orientales obligó a los comerciantes a asumir la producción directa de las mercancías. Fue así cómo algunos capitalistas se dedicaron a la contrata de aslaraidos productores de mercancías, y otros a operaciones meramente mercantiles, comerciales y bancarias.

Ningún economista hasta la llegada de Carlos Marx pudo ni podía entender el intríngulis de la explotación clasista, antes como plusproducto y en el capitalismo como plusvalor. Hoy, luego del ingente desarrollo de la producción mundial, y de los aportes científicos marxianos, los economistas no aburguesados podemos entender que los más importantes oferentes y demandantes en el mercado del sistema capitalista son los proletarios y los burgueses, los primeros lo hacen en función de asalariados, o vendedores de su   fuerza de trabajo, con cuyo uso son transformados los medios de producción que pertenecen a los segundos, en funciones de capitalistas.

 Sin embargo,   los economistas vulgares y proburgueses siguen muy confundidos, negando y desconociendo la verdadera causa y fuente de la ganancia, aunque, como veremos a continuación, el imperio del capital mercantil, comercial y bancario, luego que el desarrollo del mercado  absorbió en  su seno el proceso de producción de las mercancías,  en cierto modo  hace pensar que la ganancia es un asunto de mercado, en una de cuyas fases se realiza la explotación del   los trabajadores, una explotación siempre mediada por las transacciones de compraventa.

Cubierta la   compraventa de medios de producción y de fuerza de trabajo en el mercado I, se inicia el proceso técnico de producción donde el trabajador produce determinado volumen de mercancías contentivas del nuevo valor-trabajo creado[2], y montante a la ganancia del comprador (plusvalía), más el equivalente del valor “reproducido” de su propia “cesta básica”. Se trata de una transacción comercial que involucra un valor de uso (fuerza de trabajo) cuyo precio es el salario pagado al vendedor, y valor de uso que, como mercancía, consiste en todo el valor del trabajo prestado por el vendedor durante la jornada convenida por ambos transaccionistas.

  O sea, el patrono pone los medios de producción correspondientes, los mismos que este compra a fin de que los asalariados los impregnen de su fuerza de trabajo para la creación de plusvalía (ganancia en abstracto) y para la reposición o reproducción[3] del valor del salario que, como precio de dicha fuerza de trabajo, recibe el trabajador.

Mal miradas las cosas, a primera vista, pareciera que el mercado, donde se realizan tales compraventas tanto de insumos fabriles como del producto final,  fuera  la fuente de la ganancia. Esta confusión se explica porque el capitalista efectivamente inicia sus “operaciones” de explotación con una actividad meramente comercial en este mercado I, y luego las termina con la venta de su producto en un   mercado II. En el primer mercado funge de comprador, y en el segundo, de vendedor.

Para la Contabilidad burguesa, esas operaciones se reducen a costes o “gastos”  de inversión o capital adelantado, e “ingresos” por concepto de ventas, unos cargos y créditos que determinan las ganancias o pérdidas   que hubiere lugar.  

Hasta aquí, este primer mercado del capital  entre proletarios y burgueses  gira sólo sobre valores de uso.[4]; no es así en el segundo mercado del capital donde privan transacciones que se mueven  estrictamente alrededor de valores de cambio propios de las   mercancías producidas por el trabajador asalariado, listas para salir fuera de las fábricas para luego desembocar en el   mercado III que corre a cargo de los mismos asalariados, en funciones de proletarios consumidores de bienes finales, y de los burgueses en funciones de capitalistas comerciales.

En el segundo mercado, se enfrentan el capitalista fabricante, como vendedor, y el c. comercial, como comprador de mercancías o valores de cambio; el primero recupera con creces sus aportes de capital anticipado[5] con la ganancia retenida, y deja un margen de plusvalía que el segundo recibe como ganancia o parte igualitaria del total de  plusvalía que el fabricante arrancó en su fábrica, según venimos exponiéndolo. 

Estamos explicando, pues, que, si bien la ganancia no se origina en el mercado[6], éste ineluctablemente media entre esos principales coprotagonistas del   primer mercado del capital donde el vendedor   ofrece la fuerza de trabajo como   valor de uso necesario para que el comprador lleve a cabo su proceso de explotación burguesa.

Satisfecha esa explotación, por parte del capitalista fabricante, queda creada la ganancia, de la que explotador se   apropia y comparte con el comerciante. Digamos que el mercado podemos mirarlo como la máxima concreción física de la explotación de los trabajadores en todos los tiempos y sociedades clasistas. El mercado no crea ningún valor, pero viabiliza la producción de toda la riqueza comercial creada   en los regímenes clasistas.

Tan así es, que el conjunto de las fases de circulación del capital[7] (léase mercadeo) traducen el proceso económico integral que discurre mediante metamorfosis del capital dinero, capital productivo y c. comercial, proceso que   puede codificarse como:

D- M- P- M’- D’; los apóstrofos indican diferencias cualitativas y cuantitativas, para M y D, respectivamente, y P supone el proceso de reproducción del capital usado para comprar mano de obra asalariada, y de la creación del plusvalor, y transformación del capital usado como medio de compra de los correspondientes medios de    producción. 

    Esas fases circulatorias suponen el mercado con sus intercambios de oferta y demanda que se cumplen en los tres (3) mercados diferentes que hemos descrito.

   El  mercado I, el del capital dinero, se encarga de unir los medios de producción con la fuerza de trabajo que el empresario encuentra separados en aquel, unión que se lleva a cabo fabricas adentro con dicho capital dinero.

   El mercado II, el del   capital productivo,   ofrece capital mercancías,  o valores de cambio,   a los capitalistas comerciales, y en el mercado III, estos comerciantes las reofrecen como valores de uso al consumidor final o a demandantes intermedios, a determinados precios que representan la expresión capitalista mercantil del valor trabajo-social  contenido en aquellas mercancías.

   En los tres (3) mercados cada tipo de capital se trueca por otro, pero todos los capitalistas logran recuperar su inversión dineraria (capital inicial) acrecentado con la plusvalía hecha ganancia en la cual coparticipan los dedicados a la compraventa de mercancías prefabricadas.

   En el tercer mercado se cierra del ciclo del capital, los medios de producción siguen separados de la fuerza de trabajo, y con ello se reproduce la misma relación clasista. Tal es el ciclo del capital, y  así se remarca la diferencia vital entre intercambio comercial y la circulación capitalista.[8] 

   Se trata de un proceso que arrancó  desde los tiempos de un comercio  que luego se  “capitalizó” y hasta ahora no ha cesado un segundo so pena de causar crisis y pérdidas de ahorros ya alcanzados. En la etapa precapitalista, la producción de mercancías corría a cargo de artesanos y agricultores, y en su mercado intercambiaban sus mercancías como valores de uso, y a los comerciantes les circulaba su dinero como medio de compra y de pago de valores de cambio.

   La originaria economía mercantil recogía sólo el intercambio  e  inversión de dinero en compraventa de mercancías que los comerciantes hallaban en el mercado.  En el sistema capitalista se da un proceso de circulación que subsume la producción de las mercancías como una fase adicional complementaria de la compra de medios de   producción y de mano de obra además    de la venta de las mercancías así fabricadas.

   Se trata, pues, de un capital comercial en sentido lato que en su movimiento va adoptando diferentes formas económicas, y, comience donde lo haga, retornará preñado de plusvalía al cumplir su ciclo. Mientras antes se ofrecía mercancías para intercambiar valores de uso, ahora de se hace para la recuperación del capital acrecentado incesantemente.

    Las crisis económicas que hasta  ahora conocemos han sido casos puntuales de interrupción circulatoria  en uno o más de esos tres mercados, de un capital mundial que a veces tranca el proceso productivo, otras, el mercado de bienes terminados, y otras veces, el mercado de dinero  (crisis financieras).

   En esos tres mercados, rigurosamente complementarios, opera el capitalista que necesita constantemente transformar dinero en medios de producción y mano de obra; necesita ponerlos en funciones fabriles pacíficas y obtener mercancías que consigan mercado, todo con la exclusiva intención de enriquecerse con más capital. Por su parte, el proletario necesita hallar dinero como medio de compra de los bienes restauradores de su fuerza de trabajo y   satisfacer sus necesidades naturales.

Toda una  serie de procesos comerciales y productivos que convierten al comercio en el motor mismo del sistema de producción, y de allí que los apologistas y economistas vulgares sigan, razonablemente,  insistiendo en que la ganancia es un  asunto de mercado, y hasta pareciera  asistirles la razón porque, según hemos dicho, la producción del plusvalor pasa por el mercado de la compraventa de mano de obra asalariada.



[1] Carlos Marx, El Capital, Libro Primero, Sección Primera, Cap. I, Subcap. IV.

[2] La literatura apologista burguesa da el falso nombre de: Valor Agregado o añadido a este valor creado, es decir, considera el salario y, consecuencialmente,  el trabajo realizado por el obrero como un coste adicional que supuestamente estaría al lado  de la materia prima y   demás elementos contribuyentes  del coste de fabricación del producto en juego.

[3] Ob. Cit., Sección Tercera, Cap. IX, Subcap. I.

[5] Carlos Marx, El Capital, Libro Primero, Sección Séptima, Cap. XXIII.

[6] Carlos Marx/Federico Engels, El Capital, Libro III: De esos dos científicos, Marx fue el primero  en demostrar que el mercado no puede ser la fuente de ninguna ganancia, ni siquiera la meramente especulativa,  ni tampoco  la obtenida por envite y azar, ya que ambas “subganancias” derivan en última instancia de la misma y original fuente, esto es, de la explotación de asalariados en los centros fabriles capitalistas, por aquello del “valor trabajo excedente” (Cónfer: Obra cit., Libro Primero,  Sección Tercera, Cap. IX, Subcap. I)

[7] David Rosenberg, Comentarios a los 3 Tomos de El Capital, Tomo 2, Introducción.

[8] David Rosenberg, Comentarios a los tres tomos de El Capital, de Carlos Marx, Libro 2 (Editorial de Ciencias Sociales,  La Habana, Cuba, 1973).



[i] Hemos venido creando la serie de entregas virtuales sobre Economía Científica Política, y sobre Economía Vulgar, bajo la envolvente denominación de: “Conozcamos” y afines. Su compilación posterior la llamaré. “Conozcamos El Capital”, un proyecto de literatura económica cuya ejecución se mueve al ritmo y velocidad de los nuevos “conozcamos” que vamos aportando y creando con la praxis correspondiente. Agradecemos a “aporrea.org”, a su excelente y calificado personal, “ductor” y gerencial, toda esa generosa puerta abierta que nos vienen brindando, a mí,   y con ello a todos los lectores virtuales del mundo moderno.



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Manuel C. Martínez M.


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