Sólo procuro decir que la Revolución debe inventar una realidad en la que la mayoría crea y decida seguir creyendo, sencillamente, por el legítimo interés que tiene, cada quien de creer o en creer, y dado que la realidad es, primordialmente un acuerdo sobre algo que pareciera ser, pero que a lo mejor no es; porque la realidad pareciera que es todo aquello que parece ser. Y nos parece ser, simplemente, porque no estamos seguros de que es. ¿Está claro? (Y que conste que si nos vamos a la filosofía crítica a buscar la respuesta, nos va a resultar la cosa más ambigua aún y, por supuesto burda de más galletosa, como dice mi pana Nariz de Cerro. Y también piénsese que el capitalismo es burda de simplista en sus enunciaciones: sólo lengua y lengua… No lo olviden.)
Cada quien ve entonces la Revolución como bien la forja el cariño que siente por ella. ¿No les parece que esta conclusión resulta alucinante? Y si desean, póngale acento argentino, pa` que vean.
Entonces, para creer en determinada realidad revolucionaria, hay que representársela de una manera determinada, para lo que habrá que tener voluntad a la vez para hacerlo, porque si no pusiéramos en juego esa voluntad de creer en esa realidad revolucionaria, no sabríamos qué hacer entonces con eso tan raro que se muestra ante nosotros, puesto que, seguro que habrá otros que la verán, de manera distinta, bien sea honesta o tramposamente. Y la política juega mucho a eso, porque debemos saber también que la política no es un mundo de verdades, sino más bien de intrigas y silencios… Y la base popular de la revolución debe tener conciencia de ello para no embarullarse. Las fuerzas revolucionarias tienen toda la responsabilidad en ello, porque deben tener claro que Chávez no va a durar toda la vida: el asunto de su rodilla ha sido un silbatazo en tal sentido.
Por eso es que cuando analicemos la realidad empírica cotidiana, en cualquier área que se nos presente a nuestro paso (puesto que para nosotros en primer término la realidad quizás consista en la interpretación que hagamos de las percepciones sensoriales que ella nos genera), debemos pensar que lo que vivimos políticamente es un proyecto de revolución socialista democrática en cuyo vientre también vive, con fuerza viable, una contrarrevolución fascista. Tal vez sea ella la razón por la que a veces la revolución pudiéramos verla, si no como un desatino, al menos como una confusión atenuada… Y allí es cuando algunos revolucionarios extremistas, y Globovisión, hacen el trabajo enervante que les incumbe.
Lo que sí pareciera cierto, es que hay acuerdo en cuanto a que, en Venezuela hay una Revolución, no obstante que más allá de esta convicción básica haya diferentes interpretaciones de esa realidad revolucionaria. Hay acuerdo en ello, digo, porque la mayoría, llamémosla chavista lo cree, y el antichavismo por supuesto también, puesto que, cae en la trampa de negarle, a todo trance, la posibilidad de dar los pasos necesarios para garantizar su triunfante progreso.
“Un hombre no llega nunca tan alto como cuando desconoce adónde puede conducirlo su camino”. A esta frase en apariencia paradójica, que desconozco incluso quién pudo haberla concebido, sólo le cambiaría la palabra “hombre”, por las palabras “pueblo revolucionario”.
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