Para derrumbar un sistema social físicamente hay que derrumbarlo primero ideológicamente. Este es el campo de batalla en que La Izquierda occidental ha fracasado desde hace un siglo. La explicación científica de este fracaso oscila entre dos teoremas de Engels y Marx: 1. “Sin teoría revolucionaria no hay praxis revolucionaria” (Engels); 2. “La teoría se realiza en un pueblo sólo en la medida en la que es la realización de sus necesidades” (Marx).
En cuanto a la primera dimensión del problema, la ciencia de Marx y Engels en Occidente está truncada desde la muerte de Lenin, quién desarrolló los últimos grandes paradigmas científicos de la transición postcapitalista. Es comparable la situación de la ciencia de Marx/Engels a una ciencia física que se hubiera quedado en Newton, sin las posteriores evoluciones de Einstein, Planck, Heisenberg, Gell-Mann et al. ¿Qué praxis innovadora y transformadora podría tener tal ciencia en el Siglo XXI?
2. Los Partidos Comunistas, víctimas del modelo de Stalin
En los países del Socialismo del Siglo XX, las causas del estancamiento evolutivo radican en el modelo de gobierno soviético desarrollado por Stalin. Un efecto sistémico trascendental de este modelo fue, que convirtió a los Partidos Comunistas de vanguardias de transformación en burocracias conservadoras, garantes del status quo. Al monopolizar éstas todo el poder del sistema, no quedó ningún sujeto proactivo libre que pudiera avanzar la evolución postcapitalista. El diagnóstico del Partido Comunista de Cuba, que Raúl Castro realizó en el VI Congreso del PCC, es representativo de la involución de esos sujetos colectivos. El PCC se caracteriza, dijo el gran revolucionario, por el "dogma", las "consignas vacías", el "reunionísmo", el "amiguismo" y la "mentalidad de inercia". Se repite entonces la interrogante: ¿Qué praxis innovadora y transformadora podría tener tales partidos en el Siglo XXI?
3. Parque jurásico
Dado que esos partidos controlaban extensamente la vida espiritual de los Estados y sociedades del Socialismo del Siglo XX, asfixiaron con la mediocridad y el oportunismo de sus burócratas todo ambiente libertario y de vanguardia en las ciencias sociales y el debate público. Crearon, de hecho, un parque jurásico al estilo del Vaticano, que sustituyó a la dialéctica ---o, como diríamos hoy, la cibernética--- por la teología. El resultado fue que en medio siglo de existencia, sus universidades y Departamentos Ideológicos no produjeron ni un solo paradigma científico nuevo en la economía, la teoría del Estado, la democracia política o la antropología del “hombre nuevo”. En su nueva escolástica reemplazaron Aristóteles por Marx, Engels y Lenin. El desastre que provocaron se ve en todo el campo de las ideas, salvo en las ciencias naturales, donde el rigor del protocolo científico bloquea la penetración de los curas de la escolástica “socialista”.
Cuba es un buen ejemplo de esta situación: Sus aparatos ideológicos, incluyendo el Partido, están dominados por funcionarios mediocres, dogmáticos y arrogantes. En su sector de ciencia, en cambio, particularmente en la biotecnología y medicina, un gran número de cuadros tiene una excelencia y productividad de nivel mundial y, de sencillez y modestia ejemplar.
4. Marx en el “Mundo Libre”
En el “mundo libre”, fuera del gueto mental estalinista, tampoco se logró la evolución de los paradigmas científicos para la transición a la Fase Superior del Socialismo (FSS), el Socialismo del Siglo XXI. Hal Draper escribió la que, sin duda, es la mejor obra sobre el Marxismo desde la muerte de Lenin (Karl Marx´s Theory of Revolution). Desde la academia, Althusserl y Poulantzas trataron de reavivar la llama debajo de las cenizas, aportando algunos elementos positivos. Pero, no era suficiente, porque el renacimiento científico de Marx, Engels y Lenin sólo es posible mediante la simbiosis del materialismo histórico-dialéctico con los conocimientos de la vanguardia científica contemporánea.
Esto es lo que han hecho los científicos de la tricontinental Scientists for a Socialist Political Economy (SSPE/BRPP). Peters, Stahmer, Dieterich, Cockshott, Cottrell, Bartsch, entre otros, han logrado identificar y configurar los elementos básicos de la economía política del postcapitalismo. Este trabajo lo está ampliando actualmente la SSPE con la configuración del paradigma del Estado y de la democracia de la sociedad postcapitalista, porque no puede haber teoría del capitalismo y socialismo, sin la correspondiente teoría del Estado.
5. ¿Hay una ciencia “marxista”?
Para no volver a caer en el estéril debate de los años sesenta, acerca de que si existe una ciencia marxista, burguesa, feminista, machista, cristiana, etcétera, es necesario aclarar el carácter del proceso científico. La esencia de la ciencia empírica es el protocolo o método científico que consiste en una secuencia interactiva (dialéctica) de cinco procedimientos. Esta secuencia de pasos es independiente del fenómeno de investigación, ya sea del mundo social, ya sea del mundo natural. Es decir, el método científico no tiene adjetivos y es justo esa intersubjetividad que le permite producir conocimiento objetivo. Si se subjetiviza al método, queriendo hacerlo partidista, se destruye.
6. Ciencia y Revolución
¿Quiere decir esto que la ciencia no tiene bandera? ¿Qué es apátrida, estéril? No, de ninguna manera. Tiene una bandera, una sola. Y esta bandera se llama “verdad”. ¿Cómo se concilia, entonces, la necesaria objetividad del método científico con la praxis revolucionaria? Con relativa facilidad, entendiendo el proceso investigativo en sus tres fases diferentes. La primera y la tercera ---la selección del fenómeno de investigación y la divulgación de los resultados--- sí, son “partidistas”. El género, la situación de clase, la nacionalidad, la metafísica, la conciencia, en fin, toda la personalidad del investigador y sus relaciones sociales influyen en esas fases. En la fase dos, sin embargo ---el procesamiento de los datos del fenómeno mediante el método científico--- esos factores de su subjetividad tienen que ser controlados. Si el investigador no logra esto, se malogra el proceso científico y no se llega a la verdad de los fenómenos.
Este es el secreto del dogmatismo. Cuando la gravitación de los dogmas del poder distorsiona al método científico, éste queda como un cascarón. Y la evolución condena el sistema que lo hace, a la muerte. Como experimentaron las aristocracias feudales y “socialistas” en su momento.