1. Líderes políticos: casualidades históricas
Todo sistema de conducción del Estado es un sistema de dominación política que se constituye sobre tres tipos de influencias: las circunstancias objetivas del momento, la intervención de las masas y el carácter de los líderes; a los cuales Marx consideraba, dentro de la dinámica objetiva, como parte de los “eventos aleatorios” o de casualidad (“der ´Zufall´ des Charakters der Leute, die zuerst an der Spitze der Bewegung stehn“), que aceleran o desaceleran los proceso objetivos.
Los líderes máximos de la Revolución Cubana y de la Revolución Bolivariana comparten muchas características. Ambos son carismáticos, tienen una gran oratoria, inteligencia y vitalidad y en su sistema de valores los intereses nacionales y populares ocupan un alto rango. Sin embargo, los modelos de dominación política que han creado, son cualitativamente diferentes. El sistema político de la Revolución Bolivariana es esencialmente carismático y bonapartista, mientras que el de la Revolución Cubana es básicamente racional-burocrático y tradicional.
Hoy día, ambos modelos comparten dos deficiencias fundamentales: a) en su configuración histórica están estructuralmente agotados, es decir, su ciclo de vida productiva ha terminado; b) su carencia sistémica clave es su inadecuada cibernética (dialéctica) frente a la complejidad de los procesos y la nueva estructura de clase del Siglo XXI.
2. Cerebro y cuerpo, Estado y sociedad
La relación entre el Estado y la sociedad es comparable heurísticamente (con fines de generar conocimiento nuevo) a la relación entre el cerebro y el resto del cuerpo. El cerebro es un sistema de realidad virtual que analiza los diferentes escenarios de acción posible del ser humano y escoge la estrategia de actuación (praxis) que parece optimizar sus objetivos. Es el sistema conductor cibernético de la praxis humana.
Si entendemos al ser humano como un macrosistema, entonces el cerebro es un subsistema que en interacción constante con los demás subsistemas vitales (corazón, pulmón, extremidades, etc.) contribuye a su objetivo supremo: su mantenimiento y preservación. Cuando esa interacción vital, que se realiza vía neurotransmisores, es bloqueada por una arteriosclerosis cerebral ---en nuestra analogía biológica--- o por arteriosclerosis burocrática en el Partido del Poder, el macrosistema ---persona o revolución--- está en peligro de perecer.
3. El modelo de dominación de Hugo Chávez
El modelo de conducción política creado por Hugo Chávez es un modelo de dominación carismático-bonapartista, que descansa sobre la identificación semi-religiosa de sus partidarios con el líder y con sus revelaciones (discursos). La heroicidad y capacidad de salvación del líder, real o supuesto, es la fuente de obediencia de sus partidarios. Como en el heliocéntrico judeo-catolicismo y la mecánica celeste de Newton, el líder es el sol que determina las órbitas de sus satélites: la burocracia civil, la burocracia armada, la clase política del PSUV, los medios de comunicación estatales, etc.
El carácter inorgánico y fragmentario del Estado chavista y su subsiguiente ineficiencia ---que se reveló una vez más en el torpe manejo de la información de la enfermedad del Presidente, en el cual resultó más verídica la información del Nuevo Heraldo (CIA) que la del Estado “bolivariano”--- son el resultado inevitable. La castración de la clase política y la ineficiencia de la burocracia no son accidentes, sino propiedades inherentes a este sistema de conducción.
4. El modelo de conducción cubana
El modelo creado por Fidel siempre ha tenido fuertes aspectos carismáticos. Pero, en su esencia es un sistema híbrido de dominación racional-legal y tradicional. Fidel, a diferencia de Chávez, es mucho más kantiano que caribeño. Su obra estatal y partidista se basa en reglamentos generales y el paradigma de los héroes fundacionales. Por eso, la crisis de este sistema tiene doble raíz: el fin biológico de los héroes fundacionales y la obsolescencia de sus reglamentos generales de gobernación. Se agrava la situación sistémica en ambos países por el colapso de sus mitos fundacionales: en Cuba, el Socialismo del Siglo XX; en Venezuela, el Socialismo del Siglo XXI.
5. Superar las fallas de los modelos de Fidel y Chávez
La parálisis de la dialéctica (cibernética) entre superestructuras y bases sociales, ha causado deformaciones estructurales en ambos modelos de construcción revolucionaria. En Cuba, la usurpación administrativa total de la esfera pública por el Partido ha sofocado los potenciales de evolución de la Revolución. En Venezuela, la energía unidireccional del Sol ha quemado los posibles retoños revolucionarios de la sociedad civil y convertido al Estado en un ente con considerables tendencias caóticas.
Qué parte de esas deformaciones revolucionarias es atribuible a la praxis de los líderes y qué parte a las circunstancias objetivas, constituye un campo de investigación científica-política de enorme importancia para el nuevo socialismo. Lo que sí es evidente, a priori, es que ambos extremos han de evitarse en el Socialismo del Siglo XXI, si se quiere triunfar definitivamente en la lucha de clases.