Existe un cesarismo progresista y uno regresivo. Es progresivo cuando su intervención ayuda a la fuerza progresiva a triunfar, es regresivo cuando ayuda a la fuerza regresiva a triunfar. Puede darse el caso de soluciones cesaristas sin Cesar, es decir, sin una personalidad fuerte; el sistema parlamentario, en ciertos casos, constituye un ejemplo de ello.
Debe agregarse que esta noción puede ser aplicada al “caudillismo”, tan extendido en los países subdesarrollados (por ejemplo, los jefes de las luchas de independencia en América Latina y África, los caudillos de la revolución mexicana, dirigentes nacionalistas de corte nasseristas, etc.). Pero en este caso el surgimiento del caudillo tiene orígenes un poco diferentes, pues se basa en la estructura del poder tradicional, en la existencia de un enemigo exterior y sobre todo en la extrema debilidad de las fuerzas en lucha; por ejemplo , la debilidad de la burguesía y del proletariado en muchos países subdesarrollados, cuyo enfrentamiento reciproco queda ahogado en el seno de una enorme masa de población rural y marginada, propicia el surgimiento de “terceras fuerzas” que se agrupan alrededor de una fuerte personalidad política.
La teoría del cesarismo esbozada por Gramsci tiene por base los análisis de Marx en El 18 Brumario de Luís Bonaparte; la “tercera fuerza arbitral”, que constituye la clase representada por Bonaparte, son los campesinos. Esta masa de producción, por el peculiar modo de producción que la caracteriza, no puede representarse a si misma, por medio de asambleas o parlamentos, y recurre a formas carismáticas de representación de su poder político. “La influencia política de los campesinos parcelarios, dice Marx, encuentra consecuentemente su ultima expresión en la subordinación de la sociedad al poder ejecutivo”. De aquí la intima conexión entre el campesinado y la función social de la burocracia civil y militar, y el papel preponderante de los militares y de los estratos parásitos en las situaciones que engendran las formas del bonapartismo o cesarismo.
Carisma, este concepto, que en la teología católica significa “don divino”, ha sido profundamente desarrollado por Max Weber para describir un tipo de dominio del hombre sobre el hombre. Weber distinguió tres tipos de dominio: el tradicional, el racional-burocrático y el carismático. Este último se basa en los supuestos atributos divinos, sagrados o históricos del jefe, el cual en virtud de ello ejerce un poder absoluto sobre su pueblo. De acuerdo a Weber se trata de una forma de transición.
Los análisis weberianos del poder carismático, ligados al concepto de “despotismo” expuesto por Engels y al del “cesarismo” explicado por Gramsci, adquieren un significado valioso para el estudio de las estructuras políticas. Según Gramsci “en cierto momento de su vida histórica, los grupos sociales se apartan de sus partidos tradicionales, es decir, los partidos tradicionales, no son ya reconocidos como expresión propia de su clase o fracción de clase. Cuando se producen estas cifras, la situación inmediata deviene delicada y peligrosa, porque se abre campo a las soluciones de fuerza, a la actividad de potencias oscuras, representadas por hombres providenciales o carismáticos. (Note sul Machiavelli, sulla pollica e sullo statu moderno. Einaudi, Torino). Es evidente que el llamado culto a la personalidad, tiene que ver con este problema.
Todo
esto como marco pedagógico para entender el proceso de la Revolución
Bolivariana….Viva Chávez y Viva Bolívar….Nos vemos si Dios quiere...¡¡
(*) Político y Científico Social.
