Mis queridos lectores después de haber estado retirado de mi hobby de escribir artículos en este portal, he regresado para comentar algunas afirmaciones atribuidas a Pepe Mujica Presidente de Uruguay. Las afirmaciones hechas por este insigne mandatario llaman poderosamente la atención, al provenir de un hombre que militó en la guerrilla urbana de los Tupamaros, y si no me equivoco uno de los evadidos del penal de Punta Carretas en Montevideo.
Frases tan sugestivas como:
“La construcción del socialismo supone una sociedad más culta, inteligente y rica que la latinoamericana”
“Suecia y Noruega se acercan más al socialismo que los intentos fallidos que hemos tenido en América”
“El camino al socialismo debe ser menos espectacular que el socialismo del siglo XXI”
“Admiro el socialismo del siglo XXI, pero no es el camino que yo elegiría”
“Los gobiernos no deben ser tan de izquierda ni tan de derecha, la aguja se va arrimando al centro.”
“Cuando pase Chávez, no habrá construido ningún socialismo”
Estas palabras provienen de un hombre que en su juventud perteneció a la extrema izquierda, seguramente era un marxista convencido, quien hoy cuando ya está llegando al ocaso de su vida, se desprende de todo “ultrismo” ideológico para identificarse con un socialismo más realista y pragmático.
Debo decir que me siento muy identificado con Mujica, yo también fui un marxista devoto, hasta que en la década de los 70 lo abandoné y mi pensamiento se trasladó más hacia el centro.
Siempre he repetido que el socialismo del siglo XX ha muerto, que el marxismo demostró su esterilidad como método de análisis de la realidad, que el socialismo (del siglo XX) no puede remplazar al capitalismo porque no es un modo de producción (Ver mi artículo en Aporrea, ¿Es el socialismo un modo de producción? http://www.aporrea.org/ideologia/a32595.html). Esto no quiere decir que el capitalismo no pueda ser cambiado por otro sistema, pero no por aquel socialismo del siglo pasado, ni por un socialismo del siglo XXI anclado en aquel vetusto, desgastado y fracasado experimento del siglo anterior. Nada puede ser más nefasto a mi entender, que la respuesta dada por el ministro Giordani señalando que para él, el socialismo del siglo XXI es el mismo de siempre pero en un nuevo siglo. Esto equivale a decir que no se ha aprendido nada acerca del fracaso del socialismo del este de Europa, ni del socialismo de Mao Zedong.
La frase de Mujica que el socialismo no debe ser tan espectacular como el del siglo XXI (modalidad venezolana) me parece lo más acertado, sin duda alguna hemos tenido un socialismo exorbitantemente mediático, con cadenas de radio y televisión ultra largas para difundir eventos muchas veces muy poco relevantes. Debo decir que el hecho de que el gobierno haya hecho un uso excesivo de las cadenas informativas es señal de la mala calidad de la comunicación social del gobierno. Por otra parte, si la realidad fuera tan buena tampoco sería necesario un bombardeo televisivo y radial para convencernos de que estamos en el mundo feliz de Huxley, o en el paraíso reflejado en la película 1984, donde el hermano mayor nos recuerda a cada rato lo bueno que es nuestra vida.
Con respecto a lo que señala Mujica respecto de Suecia y Noruega, no puedo estar más de acuerdo, creo que sin duda, el modelo socialdemócrata escandinavo ha dado frutos, construyendo una sociedad rica e igualitaria con una altísima calidad de vida. Ningún país de los que se han calificado de socialistas, han llegado a aproximarse a un estadio de bienestar tan grande como el que exhiben los países nórdicos. También destaca que son países que han sabido conjugar la igualdad social con un sistema democrático de amplias libertades.
La realidad parece demostrar que lo dicho por Mujica, en el sentido de que los gobiernos no deben ser ni tan de izquierda ni tan de derecha demuestra una gran verdad, el izquierdismo radical basado en el marxismo leninismo ha demostrado ser un bodrio, y el liberalismo de ultraderecha ha demostrado ser un catalizador para el descontento social.
En una sociedad no basta tener una política social de redistribución de la riqueza, es necesario generar cada vez más riqueza que repartir, y por el otro lado, el crecimiento económico por sí solo no basta para crear una sociedad más justa y equilibrada. Hoy la fórmula ganadora parece ser aquella en que un Estado eficiente incentiva la producción y el crecimiento económico por la vía de una negociación fructífera con el sector privado, reservándose el papel de fiscalizador y controlador de los excesos que pudieran darse, y por otra parte, ejerciendo un papel activo en una redistribución del ingreso que favorezca a los sectores más vulnerables de la población.
Mujica señala que cuando Chávez pase, y todos sabemos que pasará, no quedará ningún socialismo. Creo que Mujica acierta una vez más. No podemos negar que el gobierno venezolano ha tenido una política de transferencia de recursos a los sectores más necesitados, recursos que salen de la explotación del petróleo. Todos sabemos que una política social que implique la transferencia de mayores recursos a los más necesitados, año tras año, sólo será posible con precios petroleros crecientes o con una producción creciente. Este socialismo rentista navega sobre el petróleo y sus avatares, y sobre la posibilidad de endeudarse a cuenta del oro negro. Sin embargo, esto puede tener un límite tarde o temprano.
Todos sabemos que la satisfacción de las necesidades de la población venezolana está montada sobre unas importaciones crecientes y no sobre una producción creciente. En varios artículos he reseñado lo endeble de este socialismo del siglo XXI en el aspecto productivo. Las cooperativas no han funcionado, el trueque es un chiste, las industrias de Guayana no terminan de arrancar, la producción agrícola tampoco arranca y decrece en muchos rubros y la producción industrial tampoco coge vuelo.
Un socialismo como el descrito como dice Mujica, puede terminar en nada, esta experiencia revolucionaria es demasiado endeble y totalmente reversible. Además, es una experiencia montada sobre las espaldas de un caudillo, pero como dijera también Mujica en su visita a Venezuela, los presidentes pasan los pueblos quedan.
A estas alturas tal vez haríamos bien en desterrar la palabra socialismo, pues la misma está demasiado atada a experiencias fallidas, y sin duda alguna, también al totalitarismo represor de las libertades y los derechos humanos.
Tal vez sería bueno seguir el ejemplo brasileño o el del mismo Mujica, gobiernos democráticos reformistas que en el caso de Brasil ha incorporado 30 millones a la clase media. Gobiernos efectivos, de bajo perfil mediático y con conciencia de que los gobiernos pasan y que los pueblos quedan, y que la única ambición es que queden un poco mejor que antes. Gobiernos que no insisten en una revolución total inflada de demagogia que arrase todo a su paso, sino más bien que se aferren a un ideal de evolución de la sociedad hacia unos niveles mayores de calidad de vida.
Olvidemos el socialismo rimbombante, de batallas y misiones, de toques de clarín, de fanfarria, y expresiones grandilocuentes acerca de un futuro color de rosa, y vayamos paso a paso, de manera silenciosa y humilde, creando el andamiaje institucional que nos permita evolucionar como lo hicieron los países nórdicos hacia una sociedad libre, próspera e igualitaria. Si logramos esto, pues no importará el nombre que le pongamos: socialismo, socialismo del siglo XXI o democracia social, porque estemos claros, si a un obrero venezolano le muestran los niveles de vida de los obreros en Noruega, Corea del Norte y Cuba, estoy seguro que todos querrán haber nacido en el país nórdico, a pesar de vivir enterrados en la nieve y no les importará para nada de que clase de socialismo se trate. Y si alguno señala que no pueden compararse las realidades socioeconómicas de estos países, déjenme decirles que dichos países nórdicos eran sociedades agrícolas muy atrasadas y casi feudales a principios del siglo XX, afectados por un clima inmisericorde, y que sin embargo, remontaron la cuesta del desarrollo en medio siglo, con políticas acertadas y sin necesidad de revoluciones aparatosas.