En la historia aparecen sociedades que con sus acciones marcan el rumbo de la humanidad, son Brújulas Históricas. La Revolución Francesa en 1789 fue azimut de las luchas por derrumbar el sistema monárquico. La Caracas de 1810 fue una de esas sociedades, su ejemplo, el camino allí encontrado, señaló la derrota de la colonia en el continente, y la posibilidad de entrar en otra etapa histórica. La Rusia de la Revolución de Octubre fue una de estas brújulas, indicó la vía para fundar la sociedad del futuro, decretó la decadencia histórica del capitalismo, los pueblos del mundo fijaron sus anhelos en aquella gesta.
La Revolución Cubana merece lugar privilegiado en este análisis, la epopeya trajo al continente el futuro de la humanidad, al Socialismo, culminación de la épica de Bolívar, de Martí. Lo hizo a noventa millas del imperio, demostrando que “una idea justa desde el fondo de una cueva puede derrotar a un ejército”, y que la conciencia es el motor de la historia, la mayor riqueza de los pueblos. Allí se rescató el ideario que los mercachifles de China y Rusia negociaron. Allí volvieron resplandecientes Lenin, Marx, la humanidad encontró el rumbo perdido por la traición.
El planeta, en los bordes del abismo definitivo, padece la agresión de un sistema criminal que se autodestruye con sus propias contradicciones. Acaba con el equilibrio natural que alberga a la vida, destruye a la naturaleza y hace del hombre el principal enemigo del hombre. El capitalismo ha conseguido aplastar las ideologías libertarias, sumir a la humanidad en noche oscura, no se percibe la salida, los pueblos se retuercen, dan vueltas en círculos, inventan caminos que no conducen a la liberación.
La humanidad, el planeta, tal como en 1810, en 1917, o en 1959, espera, clama por una sociedad brújula que indique el rumbo, que emocione, que asombre con la fuerza de las ideas, y que la audacia en su realización sea ejemplo.
De no aparecer esta sociedad, si la humanidad no puede fracturar el cepo espiritual que la esclaviza, si el capitalismo sigue su marcha hacia el infierno y con la socialdemocracia como límite a sus sueños, entonces, la especie humana será una especie forajida, un virus maligno autodestructor de la vida. Si por el contrario aparece esa sociedad brújula irrumpiendo en el mundo con una nueva visión de la relación humana, entonces, seremos una especie capaz de autoregularse, de anular los factores catastróficos, preservaremos el equilibrio vital.
Esta Revolución Bolivariana está llamada a ser sociedad brújula, a fundar el Socialismo, el destello que anuncie al mundo el sendero. Y debe hacerlo con la audacia de 1810, del 4 de febrero, corriendo los riesgos de la ruptura, con fe en la capacidad de los humildes de entender los llamados a la grandeza. El cálculo, la red de seguridad, el avanzar poco a poco, son suicidas. Una Revolución necesita de la audacia del ave que abandona por primera vez el nido. Sentir el vértigo de lo inédito.
¡Con Chávez siempre!