En los anales de la historia política de Venezuela se recuerda con tristeza y dolor algunos casos de traición. Con motivo de la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, se recuerda el caso de René Jimón Álvarez; de los años sesenta, los de la insurrección armada del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el caso de Luis Nuñez Tenorio (luisito); de la lucha contra la dictadura perezjimenista se recuerdan los señalamientos que se hacían contra David Morales Bello, por la detención y posterior asesinato de Leonardo Ruiz Pineda; pero, quizás la traición más emblemática de nuestro proceso sociopolítico contemporáneo, sea la de Juan Vicente Gómez contra su compadre Cipriano Castro.
Algunos voceros de la oposición venezolana se han empeñado, en los últimos días, en querer presentar al Vicepresidente, Nicolás Maduro, de ser capaz de traicionar al Presidente Hugo Chávez. Que equivocados están. No han logrado entender que, el equipo que dirige la Revolución Bolivariana está amalgamado por principios políticos que le son comunes, que la idea de construir un nuevo proyecto de país, el Socialismo Venezolano, es lo que los une y, si se me permite el término, en su buen sentido, los ata. La mejor demostración de lo afirmado, puede encontrarse en las “piruetas constitucionalistas” que dieron ante la posposición de la juramentación del Presidente Chávez. Pretendieron lisonjear a Diosdado Cabello, afirmando que por su condición de Presidente de la Asamblea Nacional, le correspondía asumir la Presidencia de la República. Argumento que no tenía otra intención que declarar la falta absoluta del Presidente. Pretendieron, igualmente, lisonjear a Nicolás Maduro, haciendo ver que detrás de esa “jugada” estaba Diosdado Cabello, con la intención de enfrentarlos.
Como buenos herederos del maquiavelismo, no se detienen en nada, ni para nada. Para ellos, la política no tiene su ética. Recurren a las más detestables prácticas de ella. Se alían hasta con el diablo con tal de generar confusión, incertidumbre, preocupación, angustia y desesperación en los venezolanos. No tienen reparos morales a la hora de desacreditar a la nación. Se asocian con agentes del terrorismo internacional y del narcotráfico. López Sisco, Santiago Magriñat, Posada Carriles, Álvaro Uribe y José María Aznar, son sus principales asesores.
En su afán desestabilizador, han llegado al extremo de desatar una campaña de descredito contra el Vicepresidente Nicolás Maduro. Lo cual no es nada nuevo. Por siempre han despreciado, excluido, humillado, traicionado, engañado y vejado al pueblo. Indio, negro, esclavo, salto atrás, blanco de orilla, zambo, mulato, pata en el suelo, tierrúo, caliche son algunos de los calificativos con que la clase dominante ha adjetivado al pueblo.
En su práctica maquiavélica, la última “brillante idea” que se les ha ocurrido ha sido la de colocar pendones y pancartas, con la consigna: Nicolás Presidente. Presienten que está cercana la hora del retorno del Presidente Hugo Chávez, quieren que destituya a Nicolás Maduro de la Vicepresidencia.
Definitivamente “no dan pie con bola”. Conversaba en días pasados en Valera con un amigo no Chavista y me decía que, la ausencia de Chávez terminó de enloquecer a la MUD. Y es verdad. No fueron capaces de percatarse que, en la medida que más denigraban del Vicepresidente, mayores eran las simpatías que éste cosechaba, donde no era conocido ahora lo conocen, que con gran estoicismo -y demostrando una enorme madurez política- había resistido todos los improperios endilgados en su contra.
Las mentiras de los dirigentes de la MUD, aun cuando repetidas mil veces, no las adecuaron a la realidad política, hasta en ese “arte” han demostrado ser malos. Se creen ser los mejores discípulos de Paul Joseph Goebbels, pero hasta la casaca les queda grande. Quizás, después de tantas torpezas, ahora si logren entender que: Nicolás, no es Gómez, es Maduro.
*Profesor-ULA
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