El principal pilar de la Revolución es su capacidad de rectificar, de corregir errores. Esta cualidad es decisiva, de ella depende su futuro. Revolución que no evalúa, que no rectifica, está condenada al fracaso. Las recientes medidas económicas, la tolvanera que han levantado, exigen reflexión que lleve a rectificaciones. Veamos.
Las medidas cambiarias, su discusión, deja en evidencia un problema central de nuestra economía: ¿Qué hacer con la renta petrolera?
Esta pregunta gira sobre nuestra sociedad desde hace cien años. Aquí la política está determinada por la actitud de los gobiernos frente a la renta, por su tamaño. Una bonanza determina un buen gobierno, unos precios bajos un mal gobierno, tanto es así, que se dice que aquí quien tumba gobierno son los precios bajos. Desde siempre los gobiernos se han limitado a administrar la renta, y lo han hecho de manera más o menos desatinada, sin mayor preocupación que ver el periódico en la mañana para enterarse de los precios del oil y dejar que permee un poco hacia abajo. Lo demás corría por cuenta del hemisferio occidental, del capitalismo internacional, de allí venía la cultura, la ideología.
Con la llegada de la Revolución regresó la pregunta ¿Qué hacer con la renta? Y la primera conclusión fue: "distribuirla con justicia". A primera vista el esquema parecía adecuado, se trataba de pagar la deuda social heredada. Pero el esquema pronto se agotó, demostró que no era suficiente la buena intención, que se construía así un mundo de maravilla pero irreal, insostenible. Se reveló que los beneficios materiales sin formación de una nueva cultura, de nuevos valores, de una conciencia de sociedad, en combate con las relaciones egoístas capitalistas, más bien son perjudiciales porque alejan a la sociedad de la cultura del trabajo, rompen la relación logro-esfuerzo, forman una cultura "sui géneris" que podemos llamar cultura rentista, una ludopatía, una adicción a los precios del petróleo, del dólar. Conspiran contra la construcción del Socialismo.
Las necesidades materiales desenfrenadas son infinitas, esa es una de las características del capitalismo, allí nunca el consumidor está satisfecho.
La etapa del reparto de la renta sin formación de conciencia y sin construcción de unas nuevas relaciones sociales, de una nueva cultura, llega a su fin, es inviable, no hay renta, por alta que sea, que la soporte, ese es el fondo que las medidas develan.
¿Qué hacer?
Lo primero es formar un núcleo duro de los sectores conscientes: los obreros que hayan superado el economicismo, los campesinos más avanzados, los sectores más conscientes de los barrios, los estudiantes, la vanguardia de los partidos revolucionarios, los Consejos Comunales de vanguardia, las Comunas que hayan conseguido superar su mezquino entorno…
Todos unidos en la preparación ética del gran salto que supone ir de la simple repartición de la renta, de la "regaladera", a su utilización para la construcción de las nuevas relaciones, de la Propiedad Social de los medios de producción y de la Conciencia del Deber Social que con ella se entrelaza. La formación del verdadero Socialismo.
¡Con Chávez todo, sin Chávez nada!
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