La Revolución debe plantear soluciones sociales a los problemas que el capitalismo, en cuanto fragmentador, crea y no puede resolver. El Socialismo debe detectar la verdadera dimensión de los problemas, entenderlos en su totalidad, relacionarlos.
No se puede considerar a la vivienda como un asunto aislado de la alimentación, ni a ésta de la educación, de la salud, y a la inseguridad aislada del todo. Se trata de un solo problema: la vida, su calidad.
Puesto el problema así, toma dimensión de sistema: el sistema capitalista podrá, en el mejor de los casos, proporcionar cosas, resolver algo parcial, pero no podrá dotarnos de calidad de vida, siempre será el desasosiego de la guerra de todos contra todos.
Allí están Europa, España, Grecia, EE.UU., con miles de suicidios de personas honestas que quisieron realizar su vida en las piruetas del mundo capitalista, hipotecando, solicitando préstamos, en resumen, resolviendo los problemas sociales de forma individual, sucumbiendo a los cantos de sirenas.
Es un error reducir la vida, el buen vivir, a lo material: una casa, un plasma, un carro. De esa manera estamos condenando al hombre a ser una cosa más entre las cosas que posee. La calidad de la vida del humano es esencialmente su relación armónica con los otros y con la naturaleza. Las cosas tendrán sentido en cuanto alimenten y sostengan esa relación.
Este planteamiento, que es en definitiva la redención del humano, el rescate del humanismo, no lo puede hacer la oligarquía. Ningún candidato oligarca puede proponer esta relación humana porque es imposible sin eliminar al capitalismo, razón de ser de la oligarquía… sería su suicidio.
Esa es la diferencia fundamental de la Revolución con la oligarquía, ese es el centro de la disputa. Y así planteada, sin dejar que la oculten ni que la cambien por lo superficial, por la ilusión de soluciones individuales, llevamos una infinita ventaja.
Se podrá escoger el camino de confinarnos en el campo reformista, no cambiar las relaciones humanas, pelear en la superficie, ser mejores reformistas que ellos y allí obtener "éxitos" que serán similares al del jugador principiante, pero seguro no habrá solución, sino el desencanto de un día darse cuenta, tarde quizá, como Fabricio, de que la respuesta es "abandonar el campo reformista", o una madrugada preguntarnos por la causa del insomnio y encontrar la respuesta de que, como en el cuento de Kafka, nos metamorfoseamos reformistas, nos traicionamos a nosotros mismos.
El Socialismo es entender que sólo integrando a la sociedad en un solo esfuerzo, en un solo sentimiento, se podrán resolver los problemas sociales, se construirá la posibilidad de una vida plena para nosotros y para nuestros hijos, volveremos a ser una especie capaz de grandes hazañas. La mayor de ellas será transformarnos de una especie enemiga de la vida a una especie armónica con el planeta y develar la amenaza de extinción, de vida perversa que significa el capitalismo. Por eso vale la pena luchar, vale la pena votar.
¡Con Chávez todo, sin Chávez nada!
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