Para comenzar...
El día domingo 4 de marzo de 1990, el Suplemento Cultural del diario Últimas Noticias publicó un breve ensayo mío, quizás aventurero, que titulé La Comuna de Caracas. Se trataba de una reflexión en la que establecía un parangón entre aquel acontecimiento histórico de 1871, ocurrido en Francia, y que se conoció como La Comuna de París y el estallido venezolano que se redujo a la denominación de “Caracazo”, como una forma de minimizarlo, de arrinconarlo, banalizarlo. También se le dijo -con mayor acento peyorativo- “Sacudón”, para decir “bochinche”, “locura populachera”, “desbordamiento hamponil masificado”, pero jamás reacción de clase, respuesta proletaria a la asfixia procurada por el gran capital en contra de un pueblo sin virtudes y atrasado, pero con petróleo.
En tres páginas de aquella publicación en formato tabloide, me impuse sobre una tendencial resistencia que calificaba -por decir lo menos- de exagerado mi parangón entre la Comuna parisina y la caraqueña. Poco me importaba que se llamasen comunas o como fuesen, aquellas incipientes formas organizativas que moldearon y ofrecieron resistencia a varios días de lucha contra el gran capital y contra los programas y paquete neoliberales, con los que se pretendía dar la estocada mortal al país potencialmente más fuerte del mundo, en materia energética, petrolera y de otros tipos. Me parecía innegable la similitud de acontecimientos históricamente dramáticos. La Comuna de Caracas no secundaba a la de París, porque se hubiese tratado entonces de una farsa, como lo hubiese calificado el mismísimo Carlos Marx. Cada rebelde expresión comunal, tanto en la Europa decimónónica y en esta Nuestramérica del siglo XX, tenía sus propias características, pero el mismo propósito de contribuir a la destrucción del dominio capitalista.
Aquella reflexión que nos distancia hoy en 23 años, no sólo estaba escrita sobre la sangre fresca de las víctimas de la fúrica represión que desató el Estado y sus aparatos militares para contener los cambios, sino también a dos años de una premonitoria conclusión en la que expreso mi sospecha de que la única manera de conducir, orientar y llevar a feliz término un accionar de “condiciones objetivas” para la revolución, es si surgían sujetos que así lo asumieran. Hugo Chávez aparecería en el espectro histórico, dos años después de mi comentario. Con velocidad inusitada se convertiría en líder y conductor de una revolución, ésta, que hoy continúa avanzando hacia nuestra definitiva independencia y la construcción de la Patria socialista.
Hoy desempolvo aquella publicación de 1990 alejado de todo afán protagónico. Me leo como a un extraño, pero siento que esas letras tienen una vigencia que, muy humildemente, propongo ahora para profundizar un debate, una reflexión y una revolución. Aquí aquellas palabras, tal como fueron publicadas en su momento.
Enlace a la versión pdf de la publicación referida: <a href="http://www.aporrea.org/media/2013/04/caracazo1.pdf">Archivo Adjunto</a>
Iván Padilla Bravo
Venezuela, marzo de 2013
Texto de reflexión por Xavier Sarabia
LA TERQUEDAD DE LA HISTORIA
La última parte del siglo veinte fue desalentadora para los pobres de la tierra. Se anunció el fin de la historia, el fin de las “ideologías”. El repliegue de las filas revolucionarias se tornaba infinito. Supuestos líderes de la izquierda se conformaban con el “derecho a pataleo” que ofrecía – ofrece la democracia liberal burguesa. Así abrazaban al neoliberalismo como la única forma posible y al post-modernismo, ideología de este último, como la filosofía que dominaba al mundo. Derrumbado el muro de Berlín, finalizado el socialismo realmente existente, disuelta la Unión Soviética, surge el mundo unipolar, la globalización impera. El estado burgués muta en mercado de las burguesías. Las empresas transnacionales sustituyen a los gobiernos de las naciones.
En este contexto los pobres son más pobres. En ese contexto hay cada vez más pobres. El pensamiento único los desconoce y reduce las migajas. Las formulas neoliberales los reducen a la nada, esperando que hicieran nada. El neoliberalismo asume que no existen, los invisibiliza.
Sólo un pequeño grupo de activistas y pensadores de izquierda se reconocen en el marxismo – leninismo. Sólo un pequeño grupo de revolucionarios continúa creyendo en los parias de la tierra. Confían en que el pueblo despierte.
En las filas del marxismo - leninismo está, y se mantiene Ivan Padilla Bravo.
En febrero de 1990, las fuerzas revolucionarias del país organizan una masiva demostración en la Plaza Caracas, la cual es plenada por el pueblo caraqueño. El Bravo Pueblo se concentró para manifestar su rechazo a la masacre contra el pueblo venezolano los días 27,28 y 29 de febrero de 1989. A pesar de lo multitudinario de la manifestación, los medios no la transmitieron, no la reseñaron, la hicieron invisible.
27,28 y 29 de febrero de 1989 son los días de El Caracazo, es la primera rebelión popular contra el neoliberalismo. El Bravo Pueblo dio la primera clarinada. Tres años después los militares patriotas siguieron el ejemplo, contaron que su gesta se inspiró en los acontecimientos que los medios quisieron llamar el saqueo, el sacudón.
La lectura de los rebeldes soldados patriotas no estuvo sola. La historia es terca y los revolucionarios auténticos también. Con el, para algunos, atrevido titulo de la Comuna de Caracas, Ivan Padilla Bravo exactamente un año después, en el Suplemento Cultural de Última Noticias, guiado por la interpretación marxista de los hechos, hizo un parangón entre la Comuna de París de 1871 y el Caracazo de 1989, quiso la historia darle la razón, quiso el modelo de interpretación marxista convertirlo en premonitor.
El recuento de los antecedentes históricos, el análisis de las situaciones y las posibilidades que anuncia Padilla permitieron que terca la historia le diera la razón al terco marxismo. Ambos llevaron de la mano de Ivan Padilla Bravo a escribir “… a los sectores explotados y sus aliados también podía aparecerle un líder inesperado”.
¡Chávez vive, la lucha sigue!