Lo inevitable sucedió, la burguesía salió al ruedo político. Sus serviles no dan cuenta de la tarea, capriles, con dos derrotas, no puede liderar. La burguesía asoma la cabeza sólo cuando la crisis se agudiza, cuando el poder está verdaderamente en juego. Antes, en épocas de paz, se guarda tras la acción de sus canes.
Oligarca de cuna, mendoza afloró con un plan presidencial astutamente diseñado: cifras, propuestas a corto, mediano y largo plazo, impulsando la propiedad privada, alabando su "eficacia", retando al gobierno revolucionario. Esta aparición de mendoza cambia el paisaje político, coloca la discusión en su santo lugar: la economía. Ahora se nos obliga a pensar cuáles proyectos participan en la disputa por la conducción de la sociedad.
Ellos, los burgueses, tienen un proyecto capitalista franco que presentan como "eficaz", navegan en nuestras olas, crecen en nuestras grietas, las aprovechan. No tienen dudas ni ambigüedades, tienen cientos de años puliendo su imposición, de su lado está la costumbre de los dominados, la cultura egoísta de milenios. La disputa política se agudizó de tal manera que ya las formas cedieron lugar al fondo. Después de mendoza, la discusión es entre proyectos.
El látigo de la contrarrevolución, tal como le gustaba recordar al Comandante, apareció para estimular la marcha de la Revolución.
Ante el proyecto de mendoza, capitalista por los cuatro costados, ante ese reto y ese envalentonamiento, similar a los días del sabotaje petrolero, ya no hay lugar para pactos, para híbridos, para socialismo "poco a poco", ni modelo capitalista chino, ni convivencia con los capitalistas. Queda demostrado que quien se arrima al capitalismo sólo puede esperar convertirse en capitalista. Así, con esa conchupancia, nunca habrá Socialismo. La única manera de construir Socialismo es enfrentando a los capitalistas. Es hora del proyecto Socialista sin ambigüedades.
La Revolución, frente al desafío de los meritócratas oligarcas, tiene dos opciones: O claudica, pacta con la burguesía, y así comienza a correr el reloj que marca su final, o tal como hizo el Comandante cuando el sabotaje petrolero, apela a la conciencia popular, le explica la situación, los convoca para hacer frente a la embestida capitalista, toma medidas radicales socializando lo que deba ser socializado, y llama a los sectores más conscientes de la sociedad para emprender la difícil pero hermosa tarea de que la sociedad tome verdaderamente cuenta de su destino, convoca a los obreros, pone mano dura frente a los saboteadores del Socialismo estén donde estén.
Estamos viviendo momentos de ruptura similares a 1810, al sabotaje petrolero. La oligarquía meritócrata nos vuelve a retar, son tiempos que reclaman la grandeza de los dirigentes y de la masa. Los pactos con la oligarquía son armisticios que sellan la derrota, recordemos a Miranda.
Demostraremos de qué estamos hechos: si somos capaces de superar las dificultades, como en el sabotaje petrolero, como en abril, si somos herederos de los libertadores, o somos pueblo y dirigentes esclavos de la cultura dominante.
Somos privilegiados porque la historia nos propone la rara oportunidad de ser grandes.
¡Irreverencia y Lealtad! ¡Viva Chávez!
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