En el Cristianismo se tiene por arcángeles a los penúltimos antes de los ángeles. Miguel (jefe del ejército celestial), Gabriel (mensajero celestial) y Rafael (protector de los viajeros, la salud y el noviazgo). Si en el Cielo hay ejército es porque existe lucha de clases y no está ese reino exento de violencia social. Pensemos por un instante, sólo por un instante, ¿cómo será la vaina en el Infierno? El protestantismo no reconoce a Rafael como arcángel pero sí a Miguel y Gabriel mientras que los testigos de Jehová sólo reconocen a Miguel. Bueno, hay un libro que se titula “Arcángeles de la Revolución”, de Paco Ignacio Taibo II, que me ha resultado imposible descargar, por internet. Deseo leerlo y no he podido. Creo que se trata de la historia de doce personajes donde uno de ellos es la eximia y hermosísima periodista y revolucionaria rusa Larisa Reissner, quien murió luchando como combatiente del Ejército Rojo que estaba siendo creado bajo la dirección del camarada Trotsky. Mujer excelsa que defendió a la Revolución Bolchevique de sus detractores armados. Y otros como: el Che, Sebastián San Vicente, Max Hölz, Librado Rivera, Peng Pai, Buenaventura Durruti. No sé qué dirá el escrito Taibo II de cada uno de los personajes. Por lo poco que he leído de él, conozco que fue fundador de un proyecto cultural muy llamativo por su nombre e interesante por su contenido: “Para leer en libertad”. Se sabe que es partidario del camarada López Obrador en México. Ansío conocer lo que describió de Larisa. De ésta he leído contenidos cortos y sueltos pero nunca un texto dedicado exclusivamente a ella. No sé si existe o no ese texto. Y me llama poderosamente la atención lo que se escriba de ella, porque el camarada Trotsky, el personaje histórico que más admiro en la vida y no tengo dudas también lo será en el Infierno, habla extraordinariamente bien de ella.
En verdad, no me he puesto a indagar si el Che fue penúltimo porque, sin restarle ninguno de sus méritos, no podía estar por encima de Fidel y eso lo reconoció el mismo Che siempre. No sé si Larissa fue penúltima pero, sin restarle ninguno de sus méritos, no podía estar por encima de Smirnov y, mucho menos, de Trotsky y de Lenin. Se dice que el libro de Taibo II trata de elogios de los fracasos de los personajes por él estudiados y reseñados. Larisa, dicen, nació en cuna burguesa en Polonia pero abrazó el marxismo con tanta fuerza y convicción que murió tratando de hacer realidad el ideal planteado por Marx y Engels y continuado por Lenin y Trotsky. En escritos sobre el libro de Taibo II, dicen de Larisa –no sé si se trata de una cita del libro- lo siguiente: se inscribe en el Ejército Rojo “al lado de hombres que vencen el miedo gracias a que piensan que están construyendo algo que sobrepasa la imaginación”.
Creo, aunque no lo he leído en ningún texto, muchos, pero muchísimos hombres, debieron enamorarse empedernidamente de la camarada Larisa Reissner. Era bella, bellísima según los que la describen físicamente, periodista, revolucionaria. Militante de primera línea y combatiente indomable por la Revolución. Demasiado hermosa también lo era por dentro, de espíritu la camarada Larisa.
Larisa luchó, combatió bajo las órdenes del camarada Smirnov, quien era comandante de Operaciones del Quinto Ejército de la Revolución. Trotsky decía de Smirnov que era la expresión más acabada y completa de la revolución. Era un hombre extraordinario y los deberes para él, eran las cosas más sagradas. Por su lado, Larisa decía, describiendo los días y combates difíciles de Kazán: “A nadie se respetaba tanto como a Iván Nikititch (Smirnov). Teníamos la sensación de que en los peores momentos, él sería el más fuerte y el más inconmovible”. Los hombres de Smirnov, por lo que éste les enseñaba, se hicieron famosos en Rusia por su valor, alegría y sociabilidad. ¿Con qué le pagaron luego los burócratas, a Smirnov, por sus servicios prestados a la revolución? Con deportación al Cáucaso al no declararse estalinista.
Veamos lo que dice Trotsky de Larisa Reissner, la que llamó a Iván Nikititch "la conciencia de Sviask", ella “… ocupa también un puesto importante en el quinto ejército, como en la revolución toda en general. Esta maravillosa mujer, que fue el encanto de tantos, cruzó por el cielo de la revolución, en plena juventud, como un meteoro de fuego. A su figura de diosa olímpica unía una fina inteligencia aguzada de ironía y la bravura de un guerrero. Después de la toma de Kazán por las tropas blancas, se dirigió, vestida de aldeana, a espiar en las filas enemigas. Pero en su aspecto había algo de extraordinario, que la delató. Un oficial japonés de espionaje le tomó declaración. Aprovechándose de un descuido, se lanzó a la puerta, que estaba mal guardada, y desapareció. Desde entonces, trabajaba en la sección de espionaje. Más tarde, se embarcó en la flotilla del Volga y tomó parte en los combates. Dedicó a la guerra civil páginas admirables, que pasarán a la literatura con valor de perennidad. Supo pintar con la misma plasticidad la industria de los Urales que el levantamiento de los obreros de la cuenca del Ruhr. Todo lo quería saber y conocer, en todo quería intervenir. En espacio de pocos años, se hizo una escritora de primer rango. Y esta Palas Atenea de la revolución, que había pasado indemne por el fuego y por el agua, fue a morir de pronto, presa del tifus, en los tranquilos alrededores de Moscú, cuando aún no había cumplido los treinta años”.
Pero hablando de Larisa Reissner existe una anécdota casi completamente desconocida para los políticos y hasta revolucionarios de este tiempo. De Larisa Reissner hay que decir que volvía loco a cualquiera por su fulgurante figura y hermoso rostro de princesa. Llegó a ser –repetimos- combatiente de primera línea y escritora respetable. En verdad, no sé cuántos libros escribió –aunque dicen que sólo dos- pero debe ser interesantísimo leer todo lo que haya escrito, porque deben haber sido narraciones desde los escenarios de las batallas donde el plomo truena matando la vida.
Aquí va la anécdota que en nada desdice de su grandeza, su heroísmo y su condición de revolucionaria de primera línea. Ella quiso tener un hijo con Trotsky, porque consideraba que sería un genio. Se lo mandó a plantear con Radex que era su amante y éste aceptó llevar el mensaje. Trotsky rechazó la oferta de Larisa y Radex volvió a su tranquilidad de amante sin que el celo le martillara –como duende- las partes vitales de su cerebro y de sus sentimientos. El tifus no tuvo piedad con Larisa como tampoco con John Reed, el famoso autor de ese grandioso libro “Los diez días que estremecieron el mundo”, prologado por el camarada Lenin como una visión exacta de los grandes acontecimientos que hicieron posible que los bolcheviques tomaran el poder político. Luego, de muerto el camarada Lenin, le hicieron un epílogo para decir que John Reed se había equivocado, especialmente, en las partes donde narra el papel del camarada Trotsky en la Revolución.
Habría que preguntarse, tratándose que sea cierto que Taibo II escribe elogios al fracaso, si una persona que muere luchando por el ideal que asume y defiende, podría llamarse fracasado. ¡Honor y gloria a la camarada Larisa Reissner!