La sociedad se sume en una suerte de sopor. La política grande se remite al 8 de diciembre, ahora como en una telenovela barata sólo nos distraemos con el bagazo, la intriga de quién será el que salte la talanquera, no saber si discutirán en la televisión sobre corrupción, la amenaza de que ese programa puede ganar en sintonía al programa de las mises, si osmel está nervioso o se desmayó, se espera que atrapen a otros corruptos.
La política está paralizada, todo se realizará después del 8. Dicen los oligarcas "pacíficos": "Es un plebiscito, si ganamos el gobierno debe renunciar", y conminan a sus cómplices a que aborten cualquier intento golpista, que esperen, que la vida comienza el 8.
La Revolución se bate en el clima electoral, se embobece, razón tiene la burguesía: las elecciones burguesas son el mejor calmante para la ansiedad revolucionaria.Aquí adentro se discute con mezquindad la pertinencia de los candidatos, otros hacen campaña en su pequeño conuco con la vista puesta en el sagrado 8, lo nacional no existe, sólo lo local. Aislados del mundo, los candidatos se portan como "el aldeano vanidoso" del que habla Martí.
El gobierno central, ya lo dijimos, navega plácido hacia el 8, lo importante es llegar allá, después veremos, cada día que pasa es un día de legitimación.
Este es, a gruesos rasgos, el paisaje en la superficie de la sociedad: todo parece tranquilo en el bosque, pero, qué raro ¡los pájaros no cantan! Hay un silencio que presagia, una calma que intuye el aparecimiento de la bestia. Abajo en los subterráneos corre el río de la disconformidad, ese que no ven las encuestas mañosas, cuando el torrente aflore ya será tarde, el que no sintió su murmullo, el que no se preparó, será arrollado por la fuerza de la sorpresa.
Es así, hay dos realidades: la realidad electoral creada por las elecciones burguesas, narcotizantes, y la realidad que se concreta fuera de las páginas y pantallas, la que corre en el alma, íntima. La realidad electoral no resuelve las contradicciones profundas, sólo es eficaz cuando las tensiones no alcanzan niveles definitorios. La realidad de abajo, que es la verdadera, es la que decide los rumbos.
No sabemos cuándo el subterráneo emerja con su furia, no sabemos qué forma tomará esa erupción, pero seguro vendrá la tormenta. Ya las elecciones burguesas no pueden contener las contradicciones, éstas estallarán.
Los Revolucionarios, el gobierno, deberíamos prepararnos para lo de arriba y también, en mayor grado, para lo de abajo, preparar al pueblo para el día del desenlace, hacer que esa crisis se resuelva para el lado del Socialismo y no del fascismo. Es necesario concientizar al pueblo, dejar claro, nítido,| el Socialismo, el profundo, el verdadero, desechar las falsificaciones, las degeneraciones que lo presentan como una mera recompensa material privándolo de su extraordinaria fuerza ética. Es necesario sembrarlo en el corazón de las masas, darle así razones sagradas por las cuales luchar, por las cuales defender al gobierno.
Hay que oponerse al opio electoral que alcanza niveles altísimos de cretinismo en las elecciones municipales. El pueblo debe estar motivado, preparado, apasionado por la causa de construir un nuevo mundo. Es deber revolucionario zafarse del opio electoral. La vida es ahora, el 8 es ahora.
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