El presidente de Fedecámaras, jorge roig, declara que los dólares que subasta el gobierno cada semana son insuficientes.
La afirmación lleva a una reflexión, ¿cuánta ganancia sacia al capitalismo, cuantos dólares son suficientes? Veamos.
Dice un clásico: “El estómago del capitalismo no tiene fondo, es insaciable, mientras más se alimenta más hambre tiene”. Es así, la necesidad de acumular riqueza, de expandir mercados, de aplastar a los competidores, de vender, de producir, es una enfermedad incurable, de ella no se puede zafar, si deja de crecer muere, su crecimiento no conoce límites, intentará crecer más allá de lo que permite el planeta, lo hará estallar, acabará con todo… si lo permitimos.
Estamos tratando con un monstruo terrible, capaz de cualquier crueldad, impertérrito frente a las necesidades humanas, sólo le importa ganar, crecer, aun a costa de la vida, o mejor, se alimenta de la vida planetaria, de la vida humana.
El capitalismo es la peste que nos azota, toda la historia de los últimos cien años de esta sociedad puede resumirse en la lucha por zafarse del capitalismo. Nuestra Revolución es un inmenso y hermoso intento por superar al capitalismo, ese es el sueño, ese es el objetivo.
El camino no es fácil, el monstruo se resiste a morir, usa todas las armas para derrotarnos, intenta seducciones, presiones, ataques frontales y la oblicuidad de teorías que desvían el camino. A nada rechaza más que a la pretensión de controlarlo, de detener su crecimiento, contra eso se bate con toda su fuerza, sabe que allí le va la vida. Entre nosotros parasita la renta, cualquier intento de cerrar el grifo lo toma como una amenaza de muerte, su consigna es: "¡la renta para el capitalismo!"
La Revolución lucha contra la resistencia externa de los capitalistas y de los colonizados por su ideología, aquellos que perteneciendo objetivamente a las clases explotadas piensan y actúan como burgueses, y sin la proverbial cautela oligarca se lanzan al combate defendiendo los intereses del explotador, son víctimas de un hechizo que los transforma en sus propios verdugos.
La Revolución lucha además contra la resistencia interna, aquella que surge dentro de los propios revolucionarios cuando se activan las estructuras del inconsciente que conspiran contra los cambios,miedos que llaman a la calma, a permanecer en lo conocido, a no crear turbulencia, en resumen, a ser contrarrevolucionario. Entonces, cuando esto sucede brotan diez mil excusas para no avanzar, surgen pintorescas teorías que justifican posponer la Revolución, frenarla al tiempo que se enciende la retórica.
Es así que incuba la absurda idea de controlar al capitalismo, pedirle que se porte bien, que no sea capitalismo sino una especie de espejismo, un capitalismo sin sus consecuencias nefastas, esterilizado, que sólo vive en la cabeza de los creadores de mitos. A estos les pasa como aquel que quiso amansar a un león tocando el violín, y el león se lo comió porque olvidó un pequeño detalle… el león era sordo. Es así, el capitalismo es la tumba de los revolucionarios incautos.
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