El sesgo de Dieterich

Ciertamente es muy complicada la coyuntura de Venezuela en estos momentos de cara a las elecciones municipales del 8 de diciembre. Todo como consecuencia de la feroz guerra política y económica orquestada por el imperialismo norteamericano, las multinacionales petroleras y la poderosa burguesía importadora contra las conquistas democráticas, sociales y económicas del pueblo.

En muchos aspectos, las cosas tienen mucho parecido con los graves eventos del año 2002 en que se dio un golpe de estado contra el Presidente Hugo Chávez.

La diferencia con lo de hoy consiste en que la tormenta en curso corresponde más a un plan conspirador para destruir el gobierno del Presidente Nicolas Maduro. En estricto sentido, no hay una crisis económica porque el crecimiento es adecuado, los ingresos petroleros son constantes y la pobreza ha disminuido de manera sustancial.

El desabastecimiento, la inflación y la corrupción son fenómenos apalancados en el marco de una estrategia de confrontación para arrebatarle el poder a las fuerzas populares.

Hay muchas opiniones y análisis sobre lo que ocurre. Algunos tienen más impacto que otras y su nivel de incidencia es proporcional a la coherencia y seriedad argumental del planteamiento emitido.

Heinz Dieterich Steffan es un reconocido filosofo y polítologo con amplia audiencia en la vida pública venezolana. Sus reflexiones generan bastante controversia. Sus propuestas sobre el Socialismo del siglo XXI y sus apreciaciones sobre el proceso revolucionario corresponden a una forma muy particular de ver la sociedad y los cambios de la misma. Lo que merece todo el respeto en el marco de un debate pluralista y democrático.

Sin embargo, sus recientes aproximaciones a la coyuntura venezolana me parece se han sesgado hacia consideraciones subjetivas caprichosas. Paso del análisis objetivo de cada uno de los elementos del proceso a emitir formulaciones en exceso marcadas por vanidades personales y caprichos de orden político desfasados de la realidad. Una cosa es la observación equilibrada de las variables que causan la convulsión y otra es asumir la condición de una agencia política que señala nombres y estrategias al gusto para que se encarguen, según su enfoque, de corregir lo que afecta la transformación revolucionaria y en consonancia con lo que él considera son sus verdades inmodificables.

Es en ese momento cuando lo dicho pierde credibilidad y respetabilidad en la esfera pública deliberante. Creo es lo que sucede con este caballero portador de egos desmesurados.

Dietrich esta sesgado contra el bolivarianismo, su planteamiento pierde eficacia y su pensamiento es cada vez más irrelevante.

De todo esto es preciso concluir que la nación entera requiere de una nueva epistemolíga para captar mejor las tendencias del momento y avizorar los nuevos estadios de la revolución popular y democrática que tiene en el Estado comunal su mejor herramienta de lucha.


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Horacio Duque

Politólogo e historiador.

 horacioduquegiraldo@gmail.com      @horacio_DG

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