No es necesario ser un oráculo para percibir las grandes y definitivas dificultades que atraviesa la Revolución. Por sobre los malabarismos matemáticos, los pactos en las cumbres, por sobre cegueras y sorderas, la realidad emerge impertérrita, rebelde a los deseos de los humanos.
Se puede resumir la condición de la Revolución con esta reflexión: tanto dinero repartido y, a pesar de las Misiones, de las recompensas materiales, a pesar de todo, no nos acercamos al Socialismo, la Tierra Prometida no aparece en el horizonte, al contrario, nos alejamos de la esperanza.
La clase media, tan adulada por nosotros, no se mueve de su odio, lo intensifica, parece que crece abonada por nuestras buenas intenciones. Los humildes, los que debían ser pilares del cambio, transfunden a las filas fascistas, y cada día su apoyo es más precario y su individualismo más marcado.
Pero lo que es peor, hemos perdido la iniciativa política, bajado el objetivo, nos guía el permanecer, no el construir ni el avanzar hacia el Socialismo. Si ganamos por un pelín nos alegramos, no importa que para la causa socialista se pierdan millones. Por permanecer en el gobierno nos desdibujamos, nos desteñimos a tal punto que el rojo se transforma en azul y el discurso de estridencia socialista ya no se sostiene en una realidad capitalista. No tenemos iniciativa más allá de las contorsiones tácticas, del día a día, porque no sabemos hacia dónde vamos, vendimos la estrategia al diablo.
Nos quedamos sin enemigo, sin rumbo, todos podemos cantar el Himno acompañando al Comandante, incluso ledezma y cocciola. Los oligarcas, agentes del imperio, son buenos para el coro. ¿Cómo han cambiado los tiempos? En horas se transformaron de ladrones vende patria, en contertulios de palacio. Una Revolución sin enemigos creíbles, aplaudida por todas las clases y los partidos que a estas clases representan, será en el mejor de los casos un remedo, un sarcasmo, una opereta, pero no una Revolución. Ésta se mide por la magnitud de sus enemigos.
Ahora tenemos una masa confundida, con organizaciones castradas, incapaces de defenderse y defender al Socialismo, y a unos voceros de la Revolución que chapoteando en su ignorancia no saben defender al Socialismo. Repiten los valores y los argumentos de la democracia burguesa, se preparan para flotar en ella.
Estamos en pleno reacomodo de la sociedad, son días de turbulencia: el capitalismo rentista, agotado en su ciclo de proveedor abundante, reclama una dictadura para monitorear la restauración. Los diferentes sectores de la derecha, a ambos lados de la talanquera, pugnan por permanecer, por servir a la nueva situación, inflan sus salvavidas aun dentro del avión. Los revolucionarios pugnan por no perder el rumbo trazado por el Comandante, porque su sueño no termine en retórica.
Son días de tomar posición, de decisiones que nos marcarán toda la vida, después de estos días todo cambiará, y las decisiones individuales y de los pueblos sellarán el resto de los tiempos.
¡Viva Chávez y su legado original: el Socialismo!