La historia nos dicta con claridad que horroriza: "Las Revoluciones sólo sucumben cuando son desalojadas del alma de sus pueblos, cuando pierden soporte espiritual y procuran sustituirlo, con el desespero del náufrago, con espejismos materiales. Al llegar a estas circunstancias, una Revolución se coloca en las márgenes del acantilado de la restauración, del regreso al oprobio burgués".
En estas situaciones, el desespero se apodera de los dirigentes que buscan, con “las armas melladas del capitalismo”, enderezar los entuertos del camino. Se crean expectativas materiales crecientes en las masas, y en ese momento ya se le vendió el alma al demonio capitalista. Los pueblos son atrapados por "la lógica del capital", de la que tanto nos alertó Chávez, sus necesidades no corresponden a las necesidades del humano sino a las necesidades de la acumulación capitalista. De esta manera, se desata una carrera patológica por saciar lo insaciable. Una porción pequeña de la población consigue consumir su "narcomercancia", pero sólo a costa de la exclusión de las grandes mayorías y del deterioro violento de la calidad de vida.
Al dispararse la lógica capitalista, al alienarse el pueblo, ocurre un fenómeno: la dirección de la sociedad no la ejerce el pensamiento, la reflexión, sino la presión de una masa desaforada, angustiada, que dicta las reglas. Sus niveles de saciedad serán la medida de la gobernabilidad. De esta manera, los dirigentes son dirigidos por la mano invisible del mercado, del capitalismo. La manipulación de la propaganda, los valores que de allí emanan, dirigen a una sociedad que más que humana es una horrible y perversa maquinaria de consumo, que al consumir consume su propia vida, la agota, la transforma en basura, inseguridad, desasosiego, extinción, ceguera.
Las Revoluciones mundiales, los avances hacia el Socialismo, han chocado con ese muro que es el abandono de lo espiritual en aras de lo material. Ya el Che advertía al mundo de las armas melladas del capitalismo y Rosa Luxemburgo nos dijo que el Socialismo no es un asunto de cuchillo y tenedor. Y Cristo, el guía, resumió en la sentencia: "No sólo de pan vive el hombre".
La restauración de las Revoluciones se impone con pasmosa insistencia. El fenómeno tiene características de epidemia, hace veraz, para el capitalismo, la máxima de "siéntate en la puerta de tu casa a ver el cadáver de tu enemigo pasar". Por su puerta vio el capitalismo pasar el cadáver de la Unión Soviética, de China, Vietnam…
El Che, Fidel, la Revolución cubana resolvieron el enigma: es la conciencia, el espíritu, el fundamental motor de las Revoluciones. Es así que aún hoy la Revolución Cubana asombra al mundo, aquel pueblo realizó hazañas increíbles: resistir a la caída del campo socialista, salir con dignidad de la crisis de los misiles, resistir a menos de noventa millas del imperio, resistir, resistir…
Ya la enseñanza existe: lo material debe ser sólo soporte de la nueva cultura que permita la realización de todas las potencialidades del humano, que lo haga alcanzar su destino del más elevado escalón de la vida, su custodio y no su verdugo.
Esa lección que nos da la evolución del pensamiento y la práctica revolucionaria estará en la esencia de cualquier Revolución triunfante. Tomar atajos es un error fatal que cuesta mucho a los pueblos.
¡Viva Chávez y su legado original: el Socialismo!
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