En abril de 2002 el presidente Chávez fue derrocado. Cuando por la movilización popular y la acción de militares leales el Presidente fue rescatado, se presentó inmediatamente a una rueda de prensa.
Con un crucifijo en la mano pidió perdón, restituyó en sus cargos a los ejecutivos de Pdvsa, no sancionó a los canales de TV privados, a Leopoldo López y a Enrique Capriles, todos dirigentes del golpe de Estado. Capriles y López además realizaron detenciones arbitrarias; Capriles asaltó la Embajada de Cuba... El Presidente llamó a constituir mesas de diálogo para buscar salidas pacíficas. La oposición se retiró del diálogo y se lanzó al paro petrolero de diciembre-2002 y enero-2003 con la consigna Chávez vete ya.
Ese ha sido el comportamiento con milmillonarias pérdidas materiales y centenares de muertos. Pero bajo la “dictadura chavista” ningún dirigente opositor está en la cárcel. Han seguido desestabilizando y rechazando las instituciones democráticas, particularmente al Consejo Nacional Electoral, denunciando un fraude que nunca demostraron. Capriles provocó violencia en abril de 2013 e ilegalmente convocó un plebiscito para las elecciones del pasado 8 de diciembre con el propósito de derrocar al presidente Maduro. Salieron con las tablas en la cabeza, divididos y sin poder articular política alguna.
Sabiamente, el presidente Maduro se ha mantenido llamando al diálogo y a construir la paz, dejándolos sin iniciativa política. Los dirigentes de la oposición más conscientes van acercándose a una posición dialogante. El Presidente ha dejado claro que no se trata de un acuerdo entre cúpulas al margen de la participación popular. Que el diálogo es también con trabajadores, pobladores y organizaciones sociales.
Creo que dentro de esa perspectiva tomará cuerpo el diálogo por la base. En los barrios, en las fábricas, en el campo, en los institutos educativos... Ahí la clave son los intereses comunes de los explotados. Hay dos procesos complementarios: diálogo para regularizar la vida política del país. Diálogo para desarrollar la unidad popular como base del poder popular.
El plebiscito de Capriles fue una maniobra imperial. De nuevo, sólo las fuerzas imperiales tienen interés en sabotear la regularización de la lucha política en Venezuela. Al pueblo sí le interesa la paz.