Agricultura, procesos productivos y dependencia

En los primeros meses de 1961, Gabriel José de la Concordia García Márquez entró a Cuba con su pasaporte colombiano para escribir desde allí las crónicas regulares que le solicitaba Prensa Latina, su empleador. Algunos asuntos que no estaban suficientemente claros, prefería tenerlos anotados para hilar cabos y cuando fuese el momento preciso, redactaría y enviaría la crónica resultante a publicación. Esta vez, con apenas 34 años prefirió esperar 17 años, para contarnos la difícil situación económica y de abastecimiento en que se encontraba Cuba en esos años, cuando el bloqueo norteamericano la asedió por aire, mar y tierra. Así, en 1978 escribe para la Revista Proceso, un artículo que debe tenerlo en cuenta todo aquel que profese los credos revolucionarios y tenga la capacidad de escuchar los vientos del pasado aleccionador.
Cuenta García Márquez, o especulamos a partir de su escrito, que la dependencia de bienes provenientes de los Estados Unidos era tan alta, que hasta el producto más elemental de la higiene personal, alimentos, equipos del hogar, vehículos de transporte y pare de contar, todo, absolutamente todo se conseguía y se adquiría allá, donde se divisa un enjambre de luces apocalípticas bajo las cuales se dictaban las políticas destinadas a América Latina.

Cada día que transcurría desde el bloqueo, era un anuncio de un nuevo faltante en la alacena, o en los mercados; la gente estaba muy preocupada por el abastecimiento de productos que en la Dictadura de Batista se conseguían con facilidad, en ese abasto y burdel en que habían convertido a la Habana. García Márquez anotaba en su libro estadísticas, pareceres, opiniones, reacciones y conductas. Y vino el momento en que escribió, ¿Cómo se asfixia a un pueblo sin tirar un cañonazo? Había transcurrido el tiempo suficiente para escribir la verdad. Esa revolución cubana estaba construida sobre la conciencia y el coraje. Ni siquiera la amenaza de desaparecer del planeta a consecuencia de un ataque nuclear doblegó el espíritu revolucionario. Y él como revolucionario pasó muchas veces las ganas de comerse unos huevos revueltos con jamón, porque ninguna de las dos cosas se conseguía.

Creo que García Márquez escribió para advertir que una revolución que quiera avanzar con menos sacrificios que la cubana debe atender con mayor urgencia los procesos productivos de bienes esenciales, más aun, creo que escribió para los venezolanos a los cuales siempre les creyó que algún día, llegaría el tiempo de la victoria. Años más tarde nos montamos sobre el caballo brioso de la revolución con menos conciencia y menos coraje que los cubanos, con un condicionamiento mental al modelo rentista que hace sospechar de la entereza de muchos revolucionarios en las altas esferas del poder. Son otras las circunstancias, es verdad, pero creo que no fueron las circunstancias las que nos han salvado, sino algunas estrategias diseñadas por Chávez para vencer el oprobioso estado inercial para importar toda vaina, desde alimentos hasta los sofisticados adminículos electrónicos de muy alta tecnología. Repito que las circunstancias han sido algo parecidas, toda una conspiración internacional y nacional para defenestrar la revolución. La estrategia de la sobrevivencia la marcó la diversificación del mercado importador que dificulta el éxito de la guarimba, pero no la detiene.

Diversificar la importación, es una buena estrategia, pero la vulnerabilidad y la lejanía de la soberanía siguen allí, abonando terreno para que se confabulen otras circunstancias. Veamos un ejemplo: Cargill está enraizada en Argentina, allí opera y tiene redes profundas en la economía de estos hermanos latinoamericanos que ayudan a construir nuestros tejidos biológicos con alimentos diversos adquiridos con la renta petrolera y una amplia gama de convenios. Si por alguna razón, Argentina cambia su dirección política, el acecho de Cargill es previsible. Ese tipo de empresas responden de inmediato a cualquier orden emanada desde el pentágono. Trigo, soya y maíz, sería lo primero en restringir. Ellos inventaran sus razones. Casi diez empresas del mundo que dominan el mercado internacional de alimentos responderían igual y nuestra seguridad alimentaria cojearía de todas sus patas de alacrán. Ni siquiera la cartera petrolera permitirá adquirir insumos diversos, entre otros semillas, aceites crudos y procesados, faltante de cereales (trigo, maíz y arroz), la base genética de la producción aviar. los reactivos para los laboratorios de sanidad e inocuidad de alimentos, las medicinas para la salud animal, etc. El mitológico talón de Aquiles, por ahora, se ve más fuerte que las pantorrillas alimentarias de la revolución bolivariana.

Sin ningún pretexto, la superficie programada de siembra de cereales es una cifra torpemente baja. La ausencia de un plan de producción de oleaginosas, con visión de mediano y largo plazo, es seguir reconociendo que este circuito debe depender de la suplencia exterior; después del trigo (100%), la segunda dependencia más alta en alimentos (80%). De allí, que siendo cierto que la agricultura en general ha superado varias veces el valor inicial que quedó asentado en la estadísticas de la Cuarta República, el reto es incrementar la aceleración para poder alcanzar esa lejana luz de la soberanía, que como un punto luminoso se mueve más rápido que nuestras políticas. Hay explicaciones, es cierto, un mejor consumo y una mayor población, pero eso no es lo que le vamos a decir a los gringos y a sus empresas internacionales aliadas cuando vengan a aplicar las recetas de un embargo o entregas condicionadas de alimentos.
Lo que no se atrevió García Márquez fue a dar recomendaciones directas, pero allí, en esa magnífica crónica está la advertencia.

El socialismo que debemos impulsar con ahínco es el de la abundancia, no de baratijas ni de sutilezas, pero sí, aquel que satisface con holgura las necesidades humanas imprescindibles. Miremos hacia allá, hacia los alimentos, la salud, la vivienda, la educación y la felicidad espiritual.

mmora170@yahoo.com


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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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