Enfermar es hoy en el Estado español un deporte de riesgo extremo. En primer lugar, puedes ser un extranjero (es decir, un extranjero “sin papeles”, negrata o sudaca) y no tener derecho a que la sanidad pública te atienda.
Claro que si tienes mucho dinero no tendrás ese problema: siempre podrás acudir a la mejor medicina privada, sin necesidad de otros papeles que los billetes contantes y sonantes. De hecho, si tienes dinero, ni siquiera entrarás en la categoría de “extranjero”).
Habiendo nacido en los territorios bajo soberanía española, también es atrevido enfermar. Por ejemplo, puedes tener 26 años o más y no haber trabajado nunca. O haber tenido que emigrar para buscar trabajo y estar en esos asuntos más de tres meses para luego volver. La jodiste: te has quedado sin derecho a atención médica.
Es que hay que ser kamikaze para empeñarse en enfermar. Si eres de esos seres exóticos que tienen trabajo, a los nueve días de estar enfermo te pueden despedir justificadamente. Esto es, sin derecho a nada. Da igual que tengas cáncer o que te haya atropellado una guagua.
Y pobre de ti si lo que tienes se debe tratar con medicinas caras. El gobierno te denegará hasta el pago de una parte siquiera de los medicamentos, porque “no hay dinero”. Y si lo hay es para los bancos, vamos a ver, que somos todos iguales, pero unos más iguales que otros.
No enfermes, carajo. Sufre mamón. Sin protestar, que eso es terrorismo.
Y si no, mejor muérete. O sea.