Si revisamos la historia mundial encontraremos que la gran mayoría de los intentos revolucionarios, contrario a la suposición que surge a primera vista, no cayeron en feroz lucha con el imperio y sus agentes, los derrotó la socialdemocracia. Para los revolucionarios bisoños esto es difícil de entender, esperan luchas heroicas contra los soldados imperiales, portaaviones frente a sus costas, es decir, un enemigo con uniforme y bandera, así descuidan al poderoso enemigo interno que es la socialdemocracia. Veamos.
La marcha de las revoluciones depende de la comprensión de ese fenómeno, los grandes líderes lo han entendido. Lenin derrotó a Kerensky, y sobre esa derrota surgió la Revolución de Octubre. Mao enfrentó la desviación en su país. Fidel desechó temprano, en los inicios de la Revolución, la unidad con el socialdemócrata Prío Socarrás, luego no aceptó el golpe de Estado contra Batista, y finalmente derrotó a Urrutia, evitando la captura del proceso por los reformistas. De esa firme claridad surgió el milagro de la Revolución Cubana. Aquí, entre nosotros, el 23 de Enero, los líderes abrieron camino a la socialdemocracia, y medio siglo tuvimos que esperar a que surgiera Chávez para liberarnos de esa noche.
Se puede concluir que la lucha revolucionaria es contra la derecha externa al proceso, y también, y principalmente, contra la derecha interna. Es enfrentar a la contrarrevolución franca, golpista, magnicida, y a la restauración suave, disfrazada, engañosa de la socialdemocracia. Ésta última, por difícil de detectar, es más peligrosa.
La socialdemocracia es la forma de dominación capitalista más eficaz, su teoría es una suerte de Socialismo que no niega al capitalismo, no intenta superarlo. Es un capitalismo avergonzado, que se cubre con la hoja de parra de un discurso virulento y con una castración de la inteligencia, su terreno es la ignorancia. En él puede construir los mayores absurdos, justificarlo todo, se nutre de la manipulación de las sociedades, es un fraude.
La eficacia de la dominación socialdemócrata se puede resumir en el siguiente axioma: cambio de gobierno, permanencia del sistema. Los gobiernos, sus cambios, funcionan como un amortiguador de la insatisfacción de las grandes masas. Tiene imagen de Socialismo, aunque sólo es un reflejo distorsionado. Distrae con elecciones, y tiene en la alternancia de los hombres la vacuna para la permanencia del sistema.
De lo anterior se desprende que no puede haber Socialismo sin antes derrotar a la socialdemocracia. Cuando ésta se enfrenta a la Revolución desde adentro, su papel principal es debilitar al ensayo revolucionario, morigerarlo, distorsionarlo, frenar las medidas revolucionarias, estimular las medidas capitalistas, pregonar crisis para justificar ir hacia la derecha, su lema desde 1917 es: necesitamos a la burguesía para enderezar, equilibrar, a la economía.
La socialdemocracia, con sordina, persigue a los revolucionarios, les corta sus canales de expresión, los calumnia, los llama extremistas, antes masones, jacobinos negros, los pone bajo sospecha. Simultáneamente, y con gusto, se sienta con los capitalistas, pero les aterra los revolucionarios. A la teoría revolucionaria la deforman cuando no la desechan.
Es así, la lucha contra la socialdemocracia, la misma lucha que dio origen al 4 de Febrero, está vigente, el monstruo resurgió de las tinieblas. Del éxito de esta batalla depende el destino de la Revolución. Se trata de corregir el rumbo, desechar las ilusiones de un capitalismo con rostro humano y de la necesidad de la burguesía para funcionar, volver al espíritu del 4, regresar al Chávez del Plan de la Patria. En resumen, ser revolucionarios.
¡Ser Chavistas es ser revolucionarios!
