Si el Socialismo tomara forma humana, ¿cómo sería?, ¿qué diría? No hay que pensar mucho: sería como Cristo, como el Che o Fidel, seguro se parecería a Bolívar, a Simón Rodríguez, sin duda sería como Chávez, o una mezcla de todos juntos.
Indudablemente, en las calles del mundo la policía le pediría papeles, lo llevarían preso por sospechoso. En Europa sería deportado al África por indocumentado, en España lo tratarían mal, le dirían sudaca; los gringos, el fbi, lo pondrían en la lista por palestino, sospechoso de terrorismo. Aquí en la América sería confundido con un recogelatas o un loco delirante, en Brasil lo conocerían como el doido de la favela, que se la pasa dando sermones llamando al amor; en muchos países lo pondrían preso por incitación a la prostitución. No tendría dinero: al César lo que es del César.
Los pobres, los humildes, serían capaces de verle la aureola, algunos lo seguirían pero sólo un tiempo, deben ir a trabajar con un horario muy estricto, ya pasaron los tiempos de los pescadores por cuenta propia, ahora todos son empleados.
Tendría barba y sería un incomprendido, hablaría alemán y también quechua, todos los idiomas donde exista injusticia. En las plazas y mercados diría su sermón llamando a ser guiado por profundos sentimientos de amor, invitaría a vivir de cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad, a no mentir jamás, cultivaría una rosa blanca, echaría su suerte con los pobres de la tierra. Derrumbaría las fábulas de lo inamovible del mundo de hoy, condenaría a los que lucran con la tragedia ajena, predicaría que primero pasa un camello por el ojo de una aguja antes que un rico entre al Reino de los Cielos, censuraría a los sepulcros blanqueados, llamaría a nacionalizar la banca, a sacar a los mercaderes.
Los oligarcas se alertarían frente a quien insubordina al pueblo diciéndole que es posible otra manera de vivir. Buscarían a los políticos para atacar al predicador que tiene cara de mujer, que se parece a la tal Rosa Luxemburgo, es necesario perseguirlo, acosarlo, como antes se hizo con Trotsky.
Los políticos le temerían y, como antes hicieron, se transformarían en su iglesia, en su partido, deformarían sus enseñanzas, cambiarían su mensaje. El Reino de Cristo sería remitido a un difuso Reino de los Cielos que vendrá después de la muerte, en esta vida habría que resignarse a ser explotado, despojado, mientras más mejor. “Bienaventurados los pobres porque de ellos será el Reino de Cristo” sería mudado por “Bienaventurados los pobres de espíritu, de ellos será el Reino de los Cielos". El rico podrá pasar por el ojo de la aguja, comprará la aguja y al camello, y ambos serán rociados con agua bendecida por las cúpulas. A los humildes explotados, despojados, se les hará creer que el Socialismo, el Reino de Cristo, no es de este mundo sino del más allá, después de muertos, de estrujada hasta la última gota de trabajo para enriquecer a los burgueses.
Siempre hay un judas, un reformista capaz de vender su alma por un poco de dinero. Nunca falta quien sople que el Socialismo vive bajo el puente que cruza la avenida del Jardín de los Olivos y la Quebrada del Yuro. Hasta allá irán a buscarlo las fuerzas del orden de los burgueses, no encontrarán nada, las ideas no se pueden apresar. En la pared encontrarán el escrito: ¡Por ahora! ¡Volveré hecho millones! Entonces, los oligarcas continuarán con el desasosiego de que un día el Socialismo prenda de verdad en las masas irredentas, que los políticos no los puedan defender, que el Socialismo llegue convertido en millones de revolucionarios y les diga ya basta de mentiras.
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