Una frase de “sentido común” suele banalizar el carácter de la crítica pretendiendo reducirla a un chisme o a una acusación trivial a alguien o a algo. Como casi siempre ocurre, el llamado sentido común es resultante de una “programación” para repetir criterios aplanados y simplificados, de manera que parezcan obvios.
La crítica es cuestionamiento de cosmovisión y valores en una sociedad determinada. Así, cuando en el capitalismo hablamos de Pensamiento crítico, como -por cierto- se hace desde la Red de intelectuales, artistas y movimientos sociales en defensa de la humanidad, a lo que nos estamos refiriendo es al cuestionamiento de la esencia que mueve, en el estadio de las ideas y de lo real concreto, a la visión de los dominadores.
Carlos Marx, para criticar al pensamiento burgués del siglo XIX, no se dedicó a calificar a Georg Wilhelm Friedrich Hegel, de “pies malolientes”, de “maleducado” o de traidor, sino que desmanteló su cosmovisión idealista de la realidad, pese a haber exaltado una herramienta metodológica y de reflexión, conocida de forma genérica como la dialéctica y que el propio Carlos Marx asume para sus múltiples críticas a lo real establecido.
Seguir el método aportado por Marx para el estudio de una sociedad determinada, en particular si se trata del capitalismo como concreto real, obliga a tomar ese real concreto desde sus múltiples determinaciones, de modo que sepamos con exactitud ¿dónde está el socialismo? como prefiguración de un nuevo mundo posible, de unas relaciones sociales distintas a las conocidas bajo el dominio del capital.
En criterios marxistas, la crítica, que puede ser un instrumento para el juicio, es, sobre todo, un instrumento para la transformación. Es por ello que la crítica no mira a los individuos por separado, aun cuando ellos aparezcan como socialmente “relevantes” o dirigentes de movimientos que contribuyen a la transformación de la realidad y a la construcción del socialismo. Marx, y sus seguidores, saben y asumen, que es el proletariado como clase el que representa la verdad de la crítica que el capitalismo lleva en su propio seno desde el nacimiento y que, más temprano que tarde le conducirá a su destrucción.
Para el marxismo, que sigue la reflexión genuina de Carlos Marx, el partido de la revolución para la construcción organizada de la sociedad de los iguales, de la sociedad comunista, es y debe ser un instrumento de clase del proletariado y no un aparato reproductor de la ideología dominante, desde el campo de las izquierdas. Es, en este sentido, en el que el partido debe autocriticarse y criticar constantemente en busca de las respuesta acerca de ¿dónde está el socialismo?. Pregunta ésta, por cierto, que nuestro Comandante Supremo, Hugo Chávez, supo formularse y formular para el ejercicio permanente de la crítica, en función de la construcción de la Patria socialista.
La Revolución Bolivariana, nombre de un proceso socialista que está inscrito -también- en el pensamiento del Libertador Simón Bolívar, es una revolución socialista, que reconoce al pueblo, a las trabajadoras y trabajadores, al proletariado, como protagonista de sus fines. La adscripción a principios de clase tan claramente definidos, no delega en “representaciones”, por muy democráticas que ellas sean, individuales ni partidistas. Ojo, y con esto no quiero hacer apología del anarquismo ni descalificar papeles fundamentales que, dentro de estos procesos revolucionarios, tiene una importancia enorme.
En el proceso bolivariano presente, reconozco y soy defensor de nuestros líderes fundamentales. Soy marxista, bolivariano y chavista. Asumo el Plan de la Patria como instrumento de orientaciones estratégicas indiscutibles, hoy convertido en ley de obligatorio cumplimiento por venezolanas y venezolanos, específicamente bajo el gobierno que encabeza nuestro camarada Nicolás Maduro. Junto a ello, creo en la crítica de clase contra todo lo que de capitalismo nos domina, no solo en las relaciones para la producción y distribución de los bienes materiales, sino también para los espirituales, los simbólicos y de sentido. Es así como el debate de ideas se hace imprescindible en todo momento. La verdad revolucionaria no es un patrimonio de ungidos o ungidas que pueden llegar a creer que “los demás” están equivocados, sino el resultado de múltiples determinaciones que definen lo concreto como concreto de clase, real y pensado.
Publicado originalmente en SieteAlaCarga.com.ve