Si consideramos a la Revolución como un organismo y le atribuimos una psiquis no estaremos forzando mucho la imaginación. Las revoluciones son una gran operación colectiva del espíritu, del pensamiento, del sentimiento. Establecida la psiquis de las Revoluciones podemos tratar de interpretar un fenómeno que se presenta con frecuencia: las revoluciones terminan identificándose con el capitalismo que combatían, agradeciendo su ayuda, justificando su existencia, aplaudiendo sus éxitos.
El fenómeno puede intentar explicarse por la lucha de clases que ocurre en el interior de las revoluciones, y sería un camino correcto. Puede comprenderse por la conducta de los hombres que la dirigen, y habría mucho material. Pero siempre se estaría descuidando un campo importantísimo y muy poco explorado: la psiquis de las revoluciones. Veamos.
Es tarea de los psiquiatras profundizar en esta nueva ciencia, en la psiquis de las revoluciones. Conformémonos con narrar el síndrome de Estocolmo, cómo se identifican con el capitalismo que combatieron durante tanto tiempo. Hablamos de las revoluciones que llegan al poder, los movimientos revolucionarios frustrados tendrán otra explicación para su comportamiento. Vayamos a la historia.
Los chinos terminaron siendo pilares del capitalismo, lo mismo los rusos, y así la mayoría de los miembros del fenecido campo socialista. Hoy los sostenedores del capitalismo son los socialistas de ayer. Más claro no podía estar el síndrome de Estocolmo.
El desplazamiento de la víctima hacia la afinidad con el verdugo no es repentino, no es amor a primera vista, ocurre poco a poco. Está precedido por una batalla dolorosa en las profundidades de la psiquis de las revoluciones, en su dirección, allí los pilares fundamentales, los valores primarios de uno y otro bando se enfrentan. El egoísmo entabla feroz pelea con el amor, con la fraternidad. Al principio se hace concesión a la compensación material, ésta se ubica como motor de la historia, y en ese momento la batalla la perdió lo nuevo, el Socialismo. Lo que resta es buscar la justificación al giro, que las culpas queden encadenadas en el subconsciente, que no molesten.
Después, una mañana, el avión que cubría la ruta Moscú-La Habana es desviado para Miami. Y Gorbachov, reunido con un jerarca gringo, anuncia que abandonaron a Cuba. Y la explicación la buscamos en la superficie política, cuando reside en el alma revolucionaria que fue derrotada cuando el cálculo económico se transformó en psiquis egoísta, como predijo el Che, o quizá cuando se hizo de la NEP una estrategia.
Después los chinos entierran a Mao, lo olvidan, lo vuelven muñequito, y China inventa aquello de "dos sistemas un solo país", la psiquis que se traiciona es fecunda en teorías de utilería que esconden la conversión. Al final, ya lo sabemos, el capitalismo se comió al país de Mao. Y la Revolución que pretendía superarlo, derrotar al tigre de papel, fue almorzada por el felino.
La Revolución nuestra, que corre peligro de cambiar al Socialismo por un socialadequismo, debería aprender de la historia y pensar que el reto que nos dejó Chávez, construir el Socialismo, no es un asunto de pantalla, de improvisación, de esconder los errores. Es imprescindible ubicar al capitalismo como el enemigo del Socialismo, siempre, en cualquier circunstancia. Es necesario estudiar, reflexionar, para empapar a la Revolución del espíritu crítico necesario. Que se hagan las críticas, las verdaderas, las que influyen en el destino de la Revolución, y no se pierda la Revolución chapoteando en espesa superficie.
Otro síndrome importante para explicar comportamientos sociales es el síndrome de los campos de concentración, es aquel en que la víctima copia a los verdugos. Este fenómeno explicaría el brutal ataque a Gaza, los israelitas están copiando el comportamiento nazi. En otra oportunidad lo trataremos más extenso.