Son asombrosas las piruetas que dan los socialdemócratas (los socialtraidores, como los nombraba Lenin) para disimular su permanencia en el capitalismo: hablan de la transición que durará siglos, que el Socialismo no lo verá esta generación, que hay que ir poco a poco, y en esa transición cabe cualquier fraude, como ese de la necesidad de los capitalistas para elevar las fuerzas productivas socialistas.
En su codicia de permanecer, de proteger al capitalismo pero al mismo tiempo aparentar cambios, inventan muchos argumentos que al chocar con la realidad se desmoronan, entonces intentan solucionar con cambios de ministros. Es por eso que su principal enemigo es la crítica, le huyen, la persiguen, no la toleran. La crítica, la discusión que conlleva, los destaparía como operadores eficientísimos del capitalismo.
Recientemente inventaron que la crítica desmoraliza, antes decían que va contra la unión. Son frases hechas, muletillas mentales que evitan el pensar. Veamos.
La crítica, en palabras de Martí:
"es el ejercicio del criterio. Destruye los ídolos falsos, pero conserva en todo su fulgor a los dioses verdaderos. Criticar no es morder, ni tenacear, ni clavar en la áspera picota, no es consagrarse impíamente a escudriñar con miradas avaras en la obra bella los lunares y manchas que la afean; es señalar con noble intento el lunar negro, y desvanecer con mano piadosa la sombra que oscurece la obra bella. Criticar es amar".
Bien dice El Apóstol que "la crítica es el ejercicio del criterio", en otras palabras, es la búsqueda de la verdad, se deduce que la ausencia de crítica sumerge a un proceso en las "sombras que oscurecen a la obra bella". Y al final sentencia: "Criticar es amar".
Se evidencia el valor de la crítica, su importancia vital. En una Revolución la crítica debería ser un bien inestimable, garantía de vigor, cuidarla, considerarla una medida de la salud del proceso. Una Revolución sin crítica está destinada a desaparecer. La crítica, toda crítica, y más aún la que no gusta a los gobernantes, la que descalifican, es indispensable, mejor cien mil veces a su ausencia.
¿Por qué la socialdemocracia persigue a la crítica y descalifica a sus autores? La respuesta es sencilla: no le interesa que la verdad grite. La tramoya que construyen para justificar al capitalismo, el disfraz se les caería bajo el rigor de la crítica, de la discusión con argumentos. No encontrarían manera de justificar "construir el Socialismo con las armas melladas del capitalismo" quedaría en evidencia su política adeca de intentar repartir las migajas del capitalismo, hacer del Socialismo un buen sistema de caridad, de filantropía, que por lo demás es inviable. Se les caería el maquillaje de culpar de los males de la sociedad a las consecuencias del capitalismo: al contrabando, a la falta de cajeras, a la mala leche de algunos capitalistas, y no al capitalismo como sistema, a su esencia egoísta, a la propiedad nosocial de los medios de producción.
Es que por el camino de la crítica, de la búsqueda de la verdad, del criterio, temprano se llegaría a la causa original de nuestros males, se enjuiciaría al capitalismo, y todas las piruetas para defenderlo, para ocultarlos fracasarían. Se sabría a la sociedad dividida en clases, unas explotadas, otras explotadoras, el concepto difuso de pueblo se precisaría en la batalla entre desposeídos y poseedores, ya no serviría para ocultar la lucha de clases.
Una sociedad, un partido, un gobierno sin crítica es un ser que no tiene capacidad de relacionarse, de entender a la sociedad, es un ciego político incapaz de ver el origen de su miseria material y espiritual, incapaz de liberarse.
¡Sospéchese de la falta de crítica!