En los últimos meses la política entró en turbulenta encrucijada, nada es seguro, todo es posible. La navegación en este proceloso mar requiere de olfato, corazón y coraje. Son tiempos de crisis, de Revolución.
Lo más importante ahora es la lucha ideológica, los hombres valen por las ideas que encarnen. Los proyectos, las ideologías, decidirán el rumbo definitivo de la sociedad.
Se confunde, se adultera, la crítica al gobierno, al rumbo que tomaron las acciones después del asesinato de Chávez. Se la reduce a lo personal, de esta manera se elude la necesaria lucha ideológica. Los argumentos son cambiados por chismes: "aquel dijo”, “éste acusó", "me llamaron así", "ofendieron al dirigente", "aquel no patea", "éste es sospechoso", "escribe con aire acondicionado", "saltó la talanquera", "seguro le pagan", "gamelote"... lo personal ocupa el lugar de los argumentos, la contienda más se parece al comadreo que a la política.
Chávez es gigante por haber tenido la valentía, el coraje político, de proponer el Socialismo, de revivirlo en un mundo adverso, capitalista. No esperó condiciones revolucionarias, las construyó; no se refugió en la comodidad del poder, corrió los riesgos de avanzar, y llevó a esta sociedad a niveles impensables de conciencia, de preparación para el salto hacia el futuro. Su victoria fue una victoria esencialmente ideológica, trajo de nuevo al Socialismo al combate social.
Los gobernantes de hoy serán lo que sea la ideología que lo guíe. Si persisten en el camino socialdemócrata, reformista, si malbaratan la herencia espiritual de Chávez, entonces, pasarán a la historia como un gobierno más de los tantos de la triste historia de América. Y esto será independiente de lo que se escriba o deje de escribirse, de lo que se critique y de la forma como se critique. Lo importante, lo que define, son las acciones; no las frases, la carne, no el verbo. Por ejemplo, invitar a los altos empresarios a Miraflores, hacer con ellos pactos para elevar las fuerzas productivas, darles dólares una y otra vez, estimular al capitalismo tiene más peso para el destino del gobierno que todo lo que escriban los articulistas en un año, o en cien años.
Si los gobernantes retoman el camino socialista, “de verdad, verdad”, y no sólo en la retorica o en medidas cosméticas; si emprenden la difícil pero hermosa tarea de crear una nueva cultura, una nueva relación humana, fraterna, amorosa, entre los humanos y de estos con la naturaleza, basada en una economía de propiedad social, en ese caso pasarán a la historia como un gobierno que le dio continuidad a la obra de Bolívar y Chávez, que tuvo el coraje de arriesgarse a abandonar el puerto del capitalismo, soltar las amarras y buscar el nuevo mundo.
El momento es estelar, la crisis está hablando. Ya el pacto con la burguesía se mostró inoperante, sólo una obsesión puede justificar la insistencia en continuar ese camino, la realidad dictó su veredicto muy claro: o profundizamos el Socialismo, le devolvemos a la masa razones sagradas por las cuales luchar, motivos para ir a la calle, para ir a votar, o la masa dará la espalda, desconcertada, a la Revolución.
El reto es seguir el camino de la lucha ideológica, diciendo lo que ayude a derrotar a las ideologías reformistas, entreguistas. Criticando con el convencimiento de que la crítica nunca beneficia al enemigo oligarca; siempre, siempre beneficia al proceso Revolucionario. Usando argumentos. Dejando claro que lo que pase será por el reformismo, y no por el Socialismo.
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