Goebbels decía: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
Esta es la forma de hacer política de los burgueses, donde el objetivo es atraer a las capas más atrasadas de los trabajadores y dirigirlas hacia sus intereses. Mensajes sencillos de entender, efectivistas.
Frente a esto, El Capital de Marx y la teoría marxista en general, son presentadas por los capitalistas (prácticamente desde la misma época de Marx) como un trabajo muy complejo, para los que se requieren incontables años de estudio previo. Este dogma sobre la tremenda dificultad del marxismo era una forma de disuadir a los trabajadores aludiendo a su supuesta ignorancia.
Similar era la postura de los mencheviques, que aseguraban que los trabajadores no estaban preparados intelectualmente para llevar a cabo la revolución y organizar la vida del estado, al mismo tiempo que actuaban como líderes intelectuales de la masa proletaria, la cual era demasiado estúpida para entender la complejidad de Marx. Los mencheviques, autonombrados marxistas pero defensores a ultranza de la vieja burguesía rusa, reflejaban así su desprecio de clase.
Hoy día, la izquierda sigue adoptando este mantra llevándolo al extremo, asegurando que no se puede adoptar el lenguaje (no ya la teoría, ni siquiera el lenguaje) marxista porque la gente no lo entiende, se asusta, está anticuado... En resumen, para tener éxito hay que emplear otro discurso aunque en el fondo, en secreto, se esté de acuerdo con la teoría comunista, porque los trabajadores no entienden, no funciona el argumentario marxista (aunque en realidad si no funciona es porque no lo emplean más que como adorno).
Vamos, que los trabajadores son demasiado tontos para Marx. A pesar de que la principal intención de Marx al escribir el capital era que lo leyeran los trabajadores: “De esta forma [publicar El Capital en entregas periódicas] la obra será más accesible a la clase obrera, y esta consideración para mí es más importante que todas las demás”
Esta posición de la izquierda no sólo es la reproducción de la ideología dominante, que por todas pretende alejar al obrero de la teoría obrera, sino que en el fondo revela su propio carácter. Al final, reproducen el principio de vulgarización de Goebbels sobre el marxismo porque tratan a las masas igual que los partidos turnistas burgueses. En vez de crear conciencia, la limitan en su beneficio. En el fondo les asusta el comunismo, pues trastocaría el corazón de sus partidos pequeñoburgueses.
Vemos a Pablo Iglesias diciendo: “La política no tiene que ver con tener razón, sino con tener éxito”. Y aunque de “corazón” pueda estar de acuerdo con los comunistas (como el PSOE es “de corazón” republicano) a él no le queda más remedio que vender sus principios, la razón, por los votos. Lo mismo puede decirse enteramente sobre Izquierda Unida, que renuncia a la dictadura del proletariado para entrar en el juego parlamentario burgués, para aceptar la dictadura de la banca. Como el dogmatismo, el revisionismo es una de las caras del oportunismo.
El problema es cuádruple:
1. El sistema electoral-mediático está controlado por los capitalistas. Al convertirse en partidos burgueses donde importa más el voto que la ideología, quedan a merced de la maquinaria capitalista. Renunciar a todo argumento incómodo para el pensamiento hegemónico sólo permite conseguir un éxito condicionado por el poder fáctico.
2. Al renunciar a la ideología por unos cuantos votos, el único éxito que se obtiene es coyuntural, como los votos en sí. Un discurso ambiguo provoca un apoyo circunstancial.
3. La carencia de una postura ideológica firme dificulta enormemente cualquier proceso de unidad, por la necesidades electorales y porque sin ella se corre el riesgo de disolverse en otra fuerza.
4. Los obreros no son tontos. Acaban sacando sus propias conclusiones, aunque los partidos no lo hagan.
La diferencia de concepción entre hacer política a la manera burguesa y usar el socialismo científico en este punto, se basa en la ideología. Los capitalistas pueden luchar con la cantidad, con la repetición de las ideas, con el monopolio mediático, con la tradición, etc. Siendo así, la única arma con la que pueden contar los comunistas es la calidad de sus ideas, de forma que en vez de arrastrar a las capas más atrasadas vayan influyendo en más adelantadas, las cuales arrastren a las medias y estas a las atrasadas. Esto fue postulado por Mao Zedong.
No se puede construir un modelo de partido a largo plazo que sea capaz de cambiar la sociedad sin atenerse a los principios mencionados y eliminar los errores expuestos.
Bibliografía
-Iglesias, Pablo. Iniciativa por la renta básica y el trabajo digno. (Asamblea ciudadana de Valladolid) "La pelea por el sentido común. Renta básica" Min. 1h32min-1h46min aprox. Visto 1/9/2014/18:52. URL: https://www.youtube.com/watch?v=FWJYXicae0k
-Karl Marx, El Capitall, vol. I, tomo I, III vols. (Madrid: Akal, 1976).
-Zedong, Mao. lgunas cuestiones sobre los métodos de dirección De las Obras Escogidas de Mao Tse-tung Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1972 Primera Edición 1968 (2a impresión 1972) pág. 119. URL: https://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/QCML43s.html. “En cualquier lugar, las masas están integradas, en general, por tres categorías de personas: las relativamente activas, las intermedias y las relativamente atrasadas. Por eso, los dirigentes deben saber unir al pequeño número de activistas en torno a la dirección y, apoyándose en ellos, elevar el entusiasmo de los elementos intermedios y ganarse a los atrasados.”