"El arado y el mar"

La muerte de la estrategia revolucionaria

La pequeña burguesía, el reformismo, es muy hábil cuando se trata de yugular una Revolución. Trabaja desde las entrañas de ésta y va poco a poco, como si fuera un virus letal, minando las defensas del organismo revolucionario, digamos que ataca el sistema inmune revolucionario.

Primero lo despoja de historia; luego, aislado así de su pasado, de sus relaciones con otras experiencias, ataca la necesidad vanguardia, la desprestigia y glorifica a la masa sin dirección, espontánea. Después, cuando ya puede arribar al poder, cuando mina todo el organismo, se destapa la enfermedad del reformismo en todo su esplendor. Ese cuadro patológico lo conocemos bien, lo vivimos, lo presenciamos.

Lo primero que hace el virus reformista es matar la estrategia revolucionaria, despojarla del objetivo estratégico. Hecho esto, todo está consumado, ya no hay forma de salvar esa Revolución. Imaginemos una fuerza militar que va a la guerra sin objetivo estratégico: está condenada, estratégicamente derrotada. De allí la falsificación del Plan de la Patria, lo despojaron de su alma.

Sin estrategia no hay vanguardia, sólo una dirección inútil; no hay rumbo, sólo movimientos sin sentido; no hay táctica, sólo ardilleo, actividad infecunda, pasan los días sin avanzar, lo mismo hoy que mañana, inventos sin pie ni cabeza, vueltas alrededor de la nada, es una especie de ritual mortuorio, de danza fúnebre.

En esta etapa, los reformistas, sus dirigentes, sus gobernantes, sus plumíferos se destapan, dejan las caretas, pierden el miedo y expelen toda su teoría, en resumen, gritan "el Socialismo no es posible", y sobre esas tesis construyen todos sus argumentos. Toda su sapiencia, que suele ser mucha, es puesta al servicio de demostrar las tesis de la imposibilidad del Socialismo. Los más recatados no lo niegan pero lo consideran obra de generaciones futuras. Los más descarados dicen que no es posible y buscan piruetas lógicas para justificar la retirada. Otros lo reducen a la fraseología huera.

Cumplen así su papel en esta fase de la entrega, despojar a la Revolución de estrategia y de vanguardia, sofocarla. Al final vendrá la triste historia de una Revolución convertida en extravagancia, sólo quedarán las ruinas grises del sueño, el edificio inconcluso.

Esta peste la padecemos hoy, es imposible ocultarla, sus consecuencias están a la vista. Negar que la Revolución esté enferma, atacar a quien lo señala, es esquivar el problema y no ayuda a solucionarlo, al contrario, propicia que el virus ataque a placer, sin resistencia.

Es necesario, por el bien de la Revolución, restituir su sistema de defensa, teórica y práctica, del que ya sólo quedan vestigios. Es un problema de terapia intensiva, de vida o muerte.

Lo fundamental es reconstruir la teoría que posibilita la estrategia y sobre ella levantar la vanguardia, recuperar el hilo de la historia, terminar -parafraseando a Martí- el poema que comenzó el 4 de febrero, y que cuenta entre sus estrofas más bellas la derrota del sabotaje petrolero, la derrota del golpe.

La Revolución cuenta con suficiente material humano, le falta recapacitar, abrir los ojos, leer la realidad. Convencerse de que la alianza con la burguesía para que construyera Socialismo es un fiasco, la dejó sin razones sagradas, confundió a las masas. Hay que volver a Chávez, al Plan de la Patria, derrotar las falsificaciones.



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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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