La dominación capitalista se funda en una red social que se forma alrededor del egoísmo, esencia del sistema. Esta red social se despliega desde el poder, tiene como vértice al alto gobierno nacional y va permeando hasta el último rincón de la sociedad. Cuando se estabiliza, su movimiento es independiente de la voluntad, se autorregula. Veamos.
La esencia del capitalismo, su funcionamiento, se puede resumir en el siguiente pensamiento:
"En el capitalismo, cada uno busca el mayor provecho individual de la manera más egoísta posible, y la suma de estos esfuerzos individuales, dirigidos por la mano invisible del mercado, producen el bienestar social".
Ahora bien, la expresión política de esta conducta económica es: En política, cada uno de los políticos busca el mayor provecho individual de la manera más egoísta posible, y la suma de estos esfuerzos individuales, dirigidos por la mano invisible del mercado politico, produce el bienestar social. O dicho de otra manera: la ética económica del capitalismo es también su ética política. Así los políticos funcionan como mercancías.
Esto se traduce, en la práctica, en la defensa de cada individuo de su parcelita política, y para esto debe alinearse con las directrices que emanan del estamento superior. El alcalde con el gobernador; el gobernador, los ministros, con los presidentes; los empleados con sus jefes; los jefes con sus jefes… Y así se va tejiendo la telaraña de sumisión.
Los niveles inferiores imitan, aprueban, justifican, lo que emane de los niveles superiores. Emulan hasta el tono de voz, visten igual, se ríen de los mismos chistes, condenan a las mismas personas y a las mismas ideas. Este comportamiento no está escrito en ninguna parte, pero se cumple "al pie de la letra": una desviación, el más pequeño bache es motivo para que el infractor sea expulsado del tejido, para que quede al margen de la estructura. Este espíritu intangible es la más poderosa arma de perpetuación del sistema político capitalista, y se corresponde con el espíritu de toda la sociedad. Constituye una maquinaria superior a las fuerzas armadas.
Esta telaraña de sumisión protege al capitalismo. Una Revolución es, en primera instancia, la ruptura de este tejido político de sumisión. No es posible una Revolución sin esa superación, y no es posible este rompimiento sin romper con la economía burguesa basada en el egoísmo.
No es fácil ir más allá de lo establecido, la tendencia es a repetir la costumbre. Los plumíferos creadores de opinión, los medios de creación de opinión, se encargan de promover al sistema de sumisión, justifican sus acciones, sus pensamientos son potenciados, se crean enemigos para justificar su existencia, se potencian sus valores.
Es así como se explica la existencia centenaria de un sistema que conduce a la humanidad a la extinción, en el que una minoría se apropia de la riqueza de toda la sociedad, la despoja de su condición humana y la condena a ser un instrumento del consumo o un excluido del sistema que todos aprueban.
La política revolucionaria es diferente, allí es vital el derecho a la crítica, a la disidencia, al cuestionamiento. La crítica tiene el sentido de la búsqueda de la verdad, que será el beneficio de todos; la conducta de los niveles superiores será la búsqueda del bien común, ésta es la sangre del sistema de gobierno y de la sociedad revolucionaria.
La nueva ética es reflejo de una nueva relación económica, que se resume en la comprensión de que la suerte del todo depende de la suerte de cada uno, y el todo se importa por la suerte de cada individuo. O como dijo Martí: "De todos, por el bien de todos"; o como vivían los cristianos primitivos: de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad. De esta manera, el bien del individuo se obtiene con el bien de la sociedad toda, no hay salida individual. Así la política adquiere otra dimensión, la sociedad se funde con la política en la búsqueda del bien común.